lunes, 19 de enero de 2009

Ana, María, que más da.

Mientras me acercaba, me daba miedo que me reconociera, que mal rato. Hacia mucho que no nos habíamos visto y ahora, tener que hablar como si hasta la hubiera estado añorando no me venia en gana. Y al cruzarnos no pude evitarlo; Como estas le pregunté.
Bien respondió ella, sonriéndome.
Que haces por aquí.
Ya ves dando un paseo, buscando al sol.
Quizás yo te buscaba a ti, dije sonrojado.
Ya me has encontrado pues.
Te invito a mi casa, a tomar una ultima copa. (¡Joder! Si son las 4 de la tarde pensé seguidamente, pero ya era tarde para rectificar.)
De acuerdo, aunque no sea la ultima.

Andado a su lado hacia casa la miraba, y pensaba que estaba más delgada, y a la vez, con más pecho, sus ojos parecían más verdes y menos negros, quizás más alegres. Más rubia y sensual. Y al llegar, solo me preocupe de quitarle la ropa y hacerle el amor. Después, al acabar, se dio la vuelta y empezó a vestirse. Me fijé en la espalda buscando ese lunar que tanto había añorado y no estaba allí, solo algo parecido a una cicatriz. Como te llamas, pregunté.
María, respondió ella.
Tienes que saber que me has hecho pasar un muy buen rato, María.
Lo agradezco e igualmente.
Aunque, seguramente, si te hubieras llamado Ana, no seria sí.
Pero me llamo María.
Y se fue.
Desde entonces, nunca estuve seguro si realmente se llamaba María, o era Ana y me había engañado. Pero nunca me había sentido tan bien, estando o no en una farsa. Ana, María, que más da.

miércoles, 14 de enero de 2009

Reyes Magos, Homer y el futuro.

Tiempo hace, que deje de creer en los reyes magos. Pero por sorpresa este año han dejado un regalo bastante apropiado en el copiloto de la furgonetilla. Nos sé si debe ser algo genético que pasa de abuelos a nietos. Ni comprendo como no puedo saber si ha sido Melchor, Gaspar o Baltasar. Es que me gustaría poder agradecérselo, y aprovechar para pedir si el año que viene me podría traer un Aston Martin. Me parece que ellos no pagan los regalos, por eso les debe ser igual el precio, creo. En fin, quien haya sido que se tome las gracias a su propio antojo, que yo invito, y en eso de agradecer soy un derrochador. El regalo era un Homer, no sé si quería ser vidente de un futuro ¿mejor?

lunes, 12 de enero de 2009

Basta.

Bombas, bombas… caminos;
De sangre y sin destino,
La barbarie repetitiva,
Saborea las vidas.

Caído, sin vida el mío,
Muerte, sin tregua al tuyo,
Se tiñe de rojo el río.
Tú matas, yo degüello,

La mazmorra del odio,
Delimita las calles,
Solo germinamos regocijo,
A los inmorales.

Los otros los veis distintos,
Aún siendo tan semejantes,
En todos los sentimientos,
Y también en malestares.

La sangre es del cuerpo,
No de la calle,
La vida un tesoro,
Que no debe quitarse.