martes, 31 de julio de 2012

Las mujeres.


22.10. Empezamos a cenar en la terraza de un chiringuito de esos, en los que piensas, que únicamente el destino es capaz de llevarte. El infinito del mar, la brisa, unas velas, nueva compañía, igual que un regalo a estrenar y la noche por delante. Pido pescado,  acompañado por vino blanco, ella también.
23.30. Empiezo a observar la realidad desde una perspectiva diferente. Debe ser el vino. Vamos por la mitad de la segunda botella. Ella, me parece está en lo mismo punto de vista que yo.   -¿Postre van a tomar?- ¿Cómo no?- respondo. –Aquí les dejo las cartas.
23.35. –Pide, a ver si pueden ponernos el coulant de chocolate para llevar y una botella de champán- Me dice ella. Perdone ¿Pueden ponernos un coulant para llevar y una botella de champán? –Claro. –Y la cuenta-añado.
23.45. Estamos camino a una cala, pequeña, tranquila, la luna ilumina el camino. En una mano el coulant en la otra, la botella de champán. Procuro no resbalar, para no romper a la vez la botella, el postre y todas mis esperanzas de sexo para esta noche.
03.45. Llevamos más de tres horas y media desde que nos hemos acabado el chocolate y el champán. Desde entonces, solo, hemos hablado. Eso sí, de casi todo, menos del futuro inmediato.  
04.45. Estoy hasta las narices de sus planes de futuro (lejano). Me lanzo a la pregunta  -¿Quieres follar conmigo? - ¡No! ¿Hoy ya? ¡Estás loco! ¿O qué te pasa? ¿Realmente crees que soy una guarrilla de esas facilonas que solo quieren sexo? ¡Espero mucho más de un hombre!-Me diece, con un tono demasiado alto para mi gusto.
6.55. Estoy a punto de acostarme mientras recapacito, como somos de distintos los hombres y las mujeres.   No me preocupa quien coño le habrá ido a buscar en esa cala, quizás… ese hombre del cual tanto espera. 
¿Para qué? Me pregunto. 

lunes, 30 de julio de 2012

En verano.


Joan Mateu
Casi siempre que vuelvo de vacaciones, creo, haber dormido mucho y descansado poco. O haber pensado, también mucho, y esclarecido, también también, poco. Un par de libros, ratos de no hacer nada, sol, agua, prensa, andar, correr, piscina, playa y sobre todo familia. Conversaciones cada vez más divertidas con mi hija, cada vez más sinceras con mi mujer y cada vez más incomprensibles, de momento y supongo, con el pequeño. Conmigo mismo, más o menos, igual que siempre. Me sorprendo, aislado en un mundo paralelo, con el cuerpo en este y la mirada fija en ninguno de ellos. Mientras el sol sigue tostando mi piel, la brisa engañándolo y el tiempo, tan asesino como implacable, matando instantes. Intentado escapar, desde la nada a ningún lugar. Hilando una treta que únicamente es a mí a quien engaña. Quizás para desahuciar de mi mente todo lo que pudo haber sido y no fue o, lo que fue y pudo haber sido. Paseo hasta la mesa del comedor, agarro mi blog, y escribo…

Si quieres venir,
A bailar, conmigo,
Esta noche,
Te dejaré elegir
Escuchar, un disco
O doce.
Si quieres venir,
A bailar, conmigo,
Esta noche,
Te dejaré compartir,
La verdad, de tu cuerpo,
Sin reproches.
Si quieres venir,
Esta noche,
A bailar conmigo.
Bailaré; contigo.
Tan dulce.         

sábado, 7 de julio de 2012

Guerra.



Que empiece la guerra.
Sin héroes. Sin treguas.
Que comience la guerra.
Perra guerra.  Perro de presa.
Deprisa se inicia la guerra.
Para morir matando.
Para matar muriendo.
Guerra sin espera.
Sin cuartel ni trinchera.
Sin fusil ni granada.
Que se origine la guerra.
Contigo dama,
Por debajo de las sabanas.
O en doquiera, que sea. 

jueves, 5 de julio de 2012

Lo mejor, siempre ocurre al amanecer.



El verano es una mala estación para el sueño. El calor untuoso estorba el descanso y todo, se vuelve más pegajoso. Las sabanas, la compañía, la noche, el desvelo, la incomodidad. Seguramente por eso, ayer, a media noche me desperté. Duermo sin estar dormido. En un estado entre la conciencia y la somnolencia sin caer, nunca, en la profundidad del sueño. Apunto siempre de despertar. Tener las ventanas abiertas y vivir a ras de calle, ayuda, a no estar del todo tranquilo, no es que sea un miedoso, pero me jodería encontrar a faltar algo de valor. Debían ser las tres o las cuatro, cuando un ruido me levantó de golpe, era abajo, en el comedor.  Al no gustarme las armas bajé con lo puesto: Un pijama de verano, una camiseta de promoción y una cara de falta de sueño considerable.  Procuré ir bajando por las escaleras sin hacer demasiado ruido, para sorprenderle y que no lo hiciera él conmigo. Entré en el comedor, y me di cuenta que las noches de verano parecen mucho menos oscuras que las de invierno, observé a un lado y al otro y nada.  Fui a la cocina, me incliné por la misma táctica y nada. Empecé a buscar en cada rincón un poco más acojonando, pues en el juego del escondite estaba ganando él, pero nada. Al acabar el registro, el rato de guardia que lo siguió y volver a tener el suficiente deseo de sueño para acostarme, decidí volver arriba. Y fue, en ese momento, cuando se apareció ante mí. No era ni muy alto, ni muy bajo, ni muy delgado ni muy gordo, ni muy guapo ni muy feo, ni muy pobre ni muy rico, no iba ni muy mal vestido ni muy bien,  era para decirlo de un modo que todo el mundo lo entienda, de lo más normal. Y no sé, verdaderamente que es la normalidad, sin embargo, para definirlo, era la forma más justa.
-          ¿Qué hace usted aquí? Le pregunté.
-          Soy Dios. Respondió.
-          Pues con más razón. Insistí.
-          Vengo anunciarle algo.
-          Es que yo… ¡Soy ateo! Puede usted, irse por donde haya venido. Pero en ese momento la curiosidad  me pudo, como siempre.
-          Le debo contar algo, insisto.
-          Cuente, pero rápido, que empieza ya a ser tarde, incluso, para acostarse. De repente, me di cuenta que yo, realmente era ateo, y no sabía qué coño hacía allí, creyéndome a ese tipo, fuera o no dios.  Por tal razón le acompañe a la puerta y volví a la cama.
La mañana siguiente desperté como si nada hubiera ocurrido. De momento, todo sigue igual.