martes, 20 de mayo de 2014

Comer

Desayunando. Sufro de ceguera por inatención; al igual que la mayoría de los humanos. Eso me consuela. Sin embargo, cuando lo descubrí estuve bastante tiempo jodido y preocupado por ese sinfín de instantes que por culpa de la independencia de mi cerebro me pasan inadvertidos. No es que sea un obseso de control, pero cuando comprobé que padecía esta clase de ceguera anduve buscando imágenes perdidas en mi memoria sin demasiada fortuna y procurando no dejar escapar nada de mi panorámica. Concluí que es imposible, que mejor perder secuencias que volverme majara. Llegue a ese punto después de morderme dos veces consecutivas el mismo dedo mientras a la vez que intentaba ingerir un bocadillo ampliaba mí horizonte con la cabeza levantada y moviendo los ojos de un lado al otro sin para. Casi me mareo y aún no sé si fue por los mordiscos o por el ajetreo ocular. Al pensar, me sucede algo similar en el aparato auditivo. Es, como si cerrara una puerta pequeñita que tengo en la oreja y privara el sonido entrar en mi mente. Estoy tan abstraído que lo exterior parece un hilo musical. Vaya a ser lo mismo que me distraigo en cualquier tontería y allí puedo perder un tiempo indefinido, según la barbaridad de la chorrada.

Comiendo. Hay una japonesa con la cara pintada de blanco en un pueblo de montaña, comiendo sopa con garbanzos como si hiciera años que esperara esa comida. De segundo cocido en cantidad industrial. Debe tener unos cincuenta y tantos años y me pregunto un par de cosas: ¿Qué coño hace una japonesa con la cara pintada de blanco en un pequeño pueblo de montaña comiendo cocido? ¿Qué coño he comido yo? ¡Maldita ceguera inatención! De postre se pide crocantí, ella y otro comensal. La camarera, con toda la mala leche, o juraría que ha sido así, le da el trozo más gordo al otro, la japonesa si dispusiera de una catana, la hubiera echo servir.

Cenando. Apago el televisor. Quiero saber lo que como y cómo.



¿Somos lo que comemos?      

miércoles, 14 de mayo de 2014

Distancia de seguridad

Desayunando. Me doy cuenta, como a veces te das cuenta que pasa la vida, que a menudo, vivimos desplazados. Apartados por unas fuerzas invisibles de la realidad que transita por la calle paralela a la que andamos nosotros. Intento divisar políticos en algunas calles más alejadas a la mía y no lo consigo. También observo que se han extinguido, al igual que la peste, las cubas hormigoneras. Que es mayo y ya va el aire acondicionado del local, mecanismo que detesto por los síntomas que me crea. Hace fresco y creo que no debo nada a nadie, eso me tranquiliza. Desde hace mucho que el café no me sabe amargo y dudo, si ir a ver a mi médico de cabecera para explicárselo o a mí psiquiatra. La camarera cada día está menos buena. A veces, puedo coger rencor a alguien sin saber muy bien porqué. Sé, que no entra en mí razonamiento porqué sí, pero tampoco logro desvelar la explicación. Después, casi siempre, acabo culpando a los sueños y a su vez al subconsciente.  ¿Todas las mujeres chupan la polla de forma distinta? Las que la chupan. ¿Y a los hombres, les pasa lo mismo?

Comiendo. Creo que demasiadas veces me gustaría ser un extraterrestre. Para poder confesar a mi pareja que no soy de este planeta y que el cuerpo es robado. Que como no soy muy buen ladrón me las tuve que ver negras para poder conseguir este, que me sabe mal, que me hubiera gustado conseguirle algo mejor, pero en fin, que es lo que hay y si no le gusta… ¿Me vuelvo a Neptuno? ¿O Júpiter? O que coño sé yo de que planeta me gustaría ser si ya con la nacionalidad tengo un lío por culpa de los presidentes de un par de cojones. Carezco de antenas y de lo que más ilusión me haría, de nave espacial. Las luces azules no me llaman especialmente y por mucho que intento la telequinesia no lo consigo, siempre acabo teniéndome que levantar para coger la cerveza de la nevera. Pero no huyo de contárselo un día por ver qué pasa.

Cenando. Como veréis todo lo que pasa en mi vida mientras no estoy ingiriendo comida es secundario. Es tan rutinario, terrenal, trivial y habitual que no entiendo porqué debería escribirlo. Aunque quizás, algún día lo haga.


¿Es necesaria la distancia de seguridad para poder seguir siendo fiel?