lunes, 19 de marzo de 2012

Parto (versión del padre).

El lunes venia siendo de lo más rutinario. Sin embargo, al terminar de cenar, mi pareja (me gusta mucho más que mi mujer, me parece menos posesivo), me advirtió que empezaba a tener contracciones con más frecuencia. De allí pasamos a un estado extraño, entre el intento de normalidad y el nerviosismo de lo que se avecinaba. Nuestro segundo hijo, estaba apunto de asomarse a este peculiar mundo. Dejando atrás, la comodidad del útero materno. En ese mismo instante me volví el más creyente de los sirvientes, obedecer hasta un punto y acompañar. Creo, que cuando tu compañera se pone de parto no puedes hacer mucho más.
 Ilde. 
A media noche, cuando la inquietud se empezaba a apoderar de ella, le propuse ir hacía el hospital, siempre, como si hubiera sido idea suya. Aunque conduje con prudencia por la situación, un radar me hizo una foto (quizás, para poder recordar el momento, son tan atentos estos policías). Al llegar, le pusieron la correas, le miraron de cuanto estaba dilatada y nos mandaron a la habitación a esperar un par o tres de horas. A las seis de la mañana nos bajaron al paritorio (qué nombre tan horroroso con lo bonito que es el acto) y allí, empezó todo. La verdad, es, que uno se siente de lo más inútil en esos momentos. Mientras dilata y le duele porque no puedes hacer nada, más que apoyar moralmente. Cuando le ponen la epidural y te hacen salir, inútil el doble.  Y cuándo tiene que empujar… sólo un soporte para la acción. Pero por suerte mía y desgracia para mi hijo, el doctor, en esta ocasión, que estaba dando consulta pensando que tenía un tiempo que no tuvo, llego tarde y fui yo, quién tuvo que ayudar a la comadrona a sacar al vástago. Una experiencia inolvidable, sin duda, poder agarrarlo, mientras cruza el puente entre una realidad y otra. Cuando empieza a sentir ese sin fin de sensaciones nuevas: El frío, el llanto, el hambre, el calor, el respirar…
En fin, que yo, no quería escribir de esos momentos, quería escribir, de la sensación que siente el padre cuando de repente, mientras tu compañera está gritando de dolor y todo parece un poco caótico, llega la calma por el llanto suave, de un recién nacido. Y todo lo anterior desaparece, para empezar desde ese mismo instante algo totalmente destino. Como si cambiaras de acto en el teatro. Pero bien explicado.
He entrado en el club de los padres que tienen un hijo nacido un martes y 13. Fue y contribuí al nacimiento de mi segundo hijo; Ilde. No más.       

6 comentarios:

Lila Biscia dijo...

ay, que hermoso! te felicito tanto! es precioso el modo que lo contas y como conectaste en ese momento con tu pareja. para nosotras, es tan importante tan solo saber que el otro está ahí a nuestro lado, pensándonos con fuerza... precioso.
abrazos para toda la familia :)

Jou McQueen dijo...

Lila gracias!!! Es algo tan curioso y espectacular que no se describir!

Un abrazo.

Dany dijo...

Hermoso relato privado. Me toca en Agosto.....la ansiedad avanza!

Felicidades para todos!

Gala dijo...

Vaya! impresionante.
Eres afortunado lo sabes verdad?

Seguro que es una experiencia que muchos padres querrian vivir, ayudar a su hijo a nacer es algo mágico.

Mi enhorabuena. Pensaba que sólo tenias una niña, me extrañó cuando hablabas del peque en masculino, pero mira, ahora ya sé que tienes dos.
De lo que se entera una.
Mi más sincera enhorabuena.

Besitos mediterráneos.

Jou McQueen dijo...

Dany: Gracias y mucha suerte. Te espera una experiencia maravillosa. esta ansiedad es bonita.

Un saludo.

Gala: Sí, lo sé. soy afortunado, él, no sé si tanto. Una manos expertas son mejores, seguro. Gracias. Y sí, dos, dos es un buen numero para plantarse. Gracias de nuevo.

Un saludo.

Anónimo dijo...

para nada debes sentirte inútil, aunque físicamente no puedas hacer nada, te aseguro que sin ti, todo hubiera sido mucho peor, mas triste. no imagino haber pasado por ello sin ti, te quiero y siempre eres util para mi. (tu compañera....)