jueves, 26 de febrero de 2009

Suavemente.

Rompió a llorar, con llanto desbocado. Supongo que lo que sentía debía de ser vergüenza. La conocí pocas horas antes en cualquier bar oscuro, de los que llenaban los suburbios bajos de esa vieja ciudad. Taberna que frecuentaba con tanta asiduidad como el de al lado. Al presentarse se puso a sollozar, contándome que su marido la había abandonado. Que necesitaba un bombero, para apagar el fuego de su interior y aunque parecía una escena muy caliente, no lo era. Los cabellos sucios, la ropa de un color rancio, los zapatos llenos de barro y el rímel que le bajaba por la mejilla y seguía cuello abajo. Olía, a no conocer el perfume, ni el desodorante, ha haber olvidado la ducha y el aseo personal.
Con todo, la invite a mi motel, estaba de paso. Quizás si se duchaba, dormía un rato y desayunaba bien, podría volver a la vida de otra forma, con otra cara, con otra esperanza. Por eso, solo por eso, la invite a mi habitación. Y así fue, se ducho, durmió, y al levantarse desayuno tal niño hambriento, sin miedo al ridículo, solo dominada por el ansia. Y luego, me lo vino agradecer con un beso, un dulce beso, que no llegó a más. Esa misma mañana, me tuve que ir, le conté que al mes siguiente volvería por allí, que si quería, nos podíamos encontrar en el mismo bar, pero que ya sería distinto, porque solo hago favores así, a los desconocidos.
Al volver al pueblo, volví al bar, con esperanza porque negarlo, de encontrarla mejorada, alegre, sonriente y con ganas de vivir. Pero no fue así, estaba igual o peor que le primera vez, lloraba, casi no me recordaba, más delgada, con peor cara, decía que su marido la había abandonado, que necesitaba un bombero, que le apagara su fuego. Que lo cambiaría todo por amor, que solo necesitaba un poco de cariño de calor, de dinero. La miré, le pregunté a ver si su marido se llamaba heroína y su desamor; adicción. Sonrió y me dijo; tú me conoces. Y por conocerla, la lleve a la habitación de mi motel, no repito favores le conté y luego, suavemente la mate.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Amor... amor.

Los jueces hacen huelga, aunque es de justicia cumplir la ley. Y ellos, haciendo huelga no la cumplen. Paradojas de esta sociedad en crisis permanente de identidad. Se dice, que la izquierda está desapareciendo, igual que lo hicieron los dinosaurios, que dentro de unos años en Europa, solo será un recuerdo. Que la derecha refundada (por lo menos la española, no le quedan muchas más salidas) será lo más parecido al centro, estando demasiado alejado de cualquier centro. Mientras los inmigrantes prefrieren naufragar en el mar muriendo, que naufragar en su vida personal por no intentarlo. Y aquí, aún nos preocupamos por discutir a ver quien quiere más Cataluña, o a quien pertenece.

lunes, 16 de febrero de 2009

Vaya pedo.

En el trabajo, estando mucho tiempo al lado de otra persona, justo en el momento en el que se te escapa un pedo (por no decir que lo dejas escapar) si el otro guarda silencio, tu, debes guardarlo también a la inversa, o no. Pero si es así, el silencio olerá muchas veces, mal. En la política pasa lo mismo, cuando alguien de entre tu propio partido la caga hay la costumbre de guardar silencio. Si alguien alza la voz exclamando vaya cagada, es callado, aunque la cagada huela mal en todo el país. Pero el sinfín del despropósito es, ver que tu partido (y los amigos del mismo) se ha estado forrando a cuesta del pueblo que te voto, y en vez de apoyar a quien hace justicia que es el juez, van contra él. O sea, esparcir ya no tu pedo, sino toda tu mierda a costa y entre la ciudadanía, y cuando el juez empieza a limpiar, querellarte porque se preocupa por hacer su trabajo. Como en Irak, o en al accidente del Yak, o los atentados de Madrid, o la asignatura de religión… si no vas con ellos, vas contra ellos (frase celebre de un gran amigo suyo). A mi, no me gusta oler los pedos de otros, sin por lo menos poder quejarme. Pero mientras haya sinvergüenzas, la vergüenza será nuestra cruz.

miércoles, 11 de febrero de 2009

A por ellos.

Hermano,
Que no es lo mismo,
Ocho que ochenta,
Que tu, no eres Spiderman,
Que yo, no soy Superman,
Hermano.

Hermano,
Que no es gordo,
Lo que nos molesta,
Y el orgullo sobrio,
Apesta, Hermano.

Hermano,
De tu mano,
No hay número excesivo,
Ni asalto decisivo,
Hermano, de tu mano.

Hermano,
Te faltan, me faltan,
Atacas, ataco.
Hermano.

Hermano;
A por ellos,
Que son muchos pero cobardes.