sábado, 29 de enero de 2011

Perra guerra.

El perro no paraba de ladrar. El ruido era tan intenso que ni pensar me dejaba. Era noche, noche sin luna. Oscura.  Y en medio de ese bosque, casi negra. Ellos, querían entrar a por mí. Solo tenía un revolver y el valor para defenderme. Y ese maldito perro no paraba de ladrar.

Bajé al garaje, abrí una ventana y disparé. Por fin, el perro, había callado. Cuatro balas para vivir y a saber cuantos malos a por de mí.
 
Empezaron a dispararme. Durante casi quince minutos entraban proyectiles por todas partes. Había tantos agujeros y tanto polvo que la luz se observaba en finos rayos cruzando la habitación. Yo, por suerte o desgracia, seguía vivo tumbado en un rincón de la cocina. En aquella cocina donde había vivido momentos casi mágicos. Junto a mi mujer y mis hijas, como la más normal de las familias normales. ¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Cuándo empezó esta cruda decadencia en mí vida? ¿Cuál fue el momento de inflexión? Porque no lo recuerdo.     

jueves, 27 de enero de 2011

"La talla 38, me aprieta el...


“¡La talla 38, me aprieta el choco!” ¡Qué eslogan! Si no fuera, porqué la talla 38 es la mayor que podemos encontrar en la tienda. En la disposición del aparador hay la chica mala apoyada en la pared, con menos intensidad de luz, al lado izquierdo, no sé si será por alguna razón. En el centro: El chico pijo y viajero que se fija en ella. Y un par de señoritas más, de largas piernas y estrecha cintura, mostrándose a los transeúntes, con unos bolsos a mi entender, realmente horrorosos, la de más a la derecha con camisa blanca, pantalones azul y americana. Adornados, con pelucas qué no pegan con la tonalidad gris de sus pieles de cartón piedra. Todos y como no, sería de los más curioso si no fuera así, aún que llamativo, vestidos, con productos de la tienda. También encontramos una planta plateada, un podium de discoteca y unas columnas de diferentes alturas que decoran con desgracia el lugar. No logro hallar rastro de realidad en el sitio, ni en las figuras. Será, porqué no la hay. ¿Es decir que no existe? ¿Es algo irreal? O ¿Algo real lleno de irrealidades? ¿Como se consigue pues, una cosa así? I si es todo mentira, ¿Como es posible qué podamos comprar los productos que nos venden? Inexplicable.   

“¡La talla 38, me aprieta el chocho!” Bien. La frase queda clara. Todos lo entendemos. A la señorita que ha escrito esto, esa talla le estruja, algo difícil de estrujar. Eso, obviando la metáfora. El símil, creo, es que a una mayoría de mujeres del mundo, occidental claro está, las tallas grandes de la mayoría de tiendas de ropa, les van ceñidas; por decirlo con finura. Delgadez extrema se exhibe desde ya hace tiempo en las pasarelas y aparadores del mundo. En este planeta encontramos distintos mundos, y en algunos de ellos, estos conceptos no los conocen. Así pues no les preocupa lo mas mínimo y no, por ignorarlos, que también. Pero se ve que por aquí, empieza ya a tocarles las pelotas, algo curioso en las mujeres, que para poder comprarte los pantalones que te gustan, debas, pesar menos de 55 quilos. Quizás, por eso, hace ya tiempo que no me compro la ropa por gusto, sino por comodidad.      

martes, 25 de enero de 2011

Ese perfume.

Malvado Whisky. Malvado perfume. Perverso recuerdo. Vuelvo a levantarme al lado de esta señora con demasiado sobre peso. Volví, anoche, a caer en ese turbio bar. Parecía, que estuviera esperándome como la leona espera su presa. Yo solo quería beber. Pero hoy, vuelvo a despertarme encima suyo. La cama hace balsa.
Procurando escapar, igual que siempre; silenciosamente, a mi único amor, ha ese recuerdo. Debo solucionar el problema con esta señora. No es mi tipo, ni quiero que lo sea. ¿Qué puedo hacer? Como dejar de despertar con este sobresalto, con esta espanto. Solo porqué cuando ya estoy tan borracho que no distingo ni las formas, me guío por el olfato y ella, como ya me había pasado anteriormente, usa el mismo perfume que mi querida difunta esposa. Vil coincidencia. Tengo que encontrar una solución, inmediata.
Mientras meo, sin apuntar demasiado para devolverle la jugarreta, encuentro el arreglo. 
¡Voy a robarle el perfume!  Lo dejaré en mí casa y volveré al bar, a emborracharme y haré como si todo esto no hubiera pasado. Así lo haré.
Pero al regresar a casa y encontrar la señora que me ayuda en la tareas del hogar, a un precio no se si muy razonable, desde que ella no está, guiado por mí olfato, tuve que besarla, olía a melancolía. Había querido saber a que olía ese perfume. Se pensaba que era para ella y yo para mí. Quizás, por eso, estuvo conmigo hasta que lo agotó.
Ahora, aún, busco lo que ya no puedo encontrar. Como lo hice siempre.              

sábado, 22 de enero de 2011

Siglo.






Viví, el final del siglo pasado. 
El cambio de milenio y el principio de este. 
El próximo, no es para mí. 
Ahora, es nuestro tiempo.  

martes, 18 de enero de 2011

Sabina.

El culo.

Cierto es, como dicen algunos, que España había estado peor que ahora. Y no hace mucho. Ochenta años atrás, setenta incluso sesenta o cincuenta. Tres generaciones, dos. Pero tan bien como hasta hace cuatro años, nunca.  Mi padre, me cuenta, que cuando él era pequeño, mi abuela, para poder encontrar tres pesetas para ir a comprar pan, tenía que buscar casi por toda la casa. O que en la ensalada, alargaba más el aceite, añadiendo un poco de agua.  Allí comían ocho o diez, si mi abuelo, no traía algún hambriento a comer.
¿Estamos peor que entonces? No. Pero la pregunta no es si estamos ahora peor o mejor que en aquel tiempo. La pregunta, creo yo, es: ¿Si esta sociedad, la juventud de hoy, está preparada para apretar los dientes? No lo sé, pero lo malo es que dudo de una mayoría de nosotros. Me parece improbable, por no decir imposible, que seamos capaces de trabajar tan duro como lo hicieron nuestros padres. Pues hemos tenido el gusto de vivir como ricos y el disgusto de tener de hacerlo ahora como pobres, desconfío, si todos lo sabremos digerir.
Esta maldita o bendita crisis, nos ha azotado a todos en el culo. Los que ya la vida nos había hecho en él, el culo, algún callo, porqué es muy perra y si te descuidas, te dan por el culo, si no es que tu padre o tu madre pone el suyo, lo podremos aguantar mejor. Los que no, que preparen la vaselina.  

lunes, 17 de enero de 2011

Opinen.

Tenemos la racionalidad. Algunos, incluso, el intelecto. Eso nos diferencia del resto de los animales. Poco más. Aunque la mayoría, no sé que nos creemos. Nos agrada ir de ilustrados. No soy un culto. Mis conocimientos son una estrella en el firmamento. Es decir; nada. Escribo pues, para distraerme, no para enseñar nada a nadie.

Desconozco la bohemia. Esta creación del ser humano para apartarse de las normas y las convenciones. Para poder esnifar con estilo. Los inútiles que lo hacen por inutilidad, al menos, lo tienen claro. Pero los bohemios se creen y quieren hacer creer, que ellos están un escalón por encima o dos, enseñando, al resto, que dominan lo que la mayoría no puede dominar. Siendo tan yonkis como los poligoneros. Aunque tienen el intelecto para teatralizar su comportamiento tanto, alcanzando un papel, casi magistral, en el qué interpretan la sabiduría, lo ilustrado, lo culto, son lo docto. Algo superior a la masa. A la vulgar masa, que somos todos. Pero tan viciados como los más acabados.

Por eso os desgloso que todos estos que van, de aquí para allá dándose un papel con posado solemne, y en su lugar escribiendo poco más que nada deberían, por lo menos, demostrar que son algo mejor que la masa, aunque como casi siempre, sea de mentira. Solo algunos, elegidos, contrastados por millones de lectores, pueden apostillar lo que escribimos, con verdadera sabiduría y dudo, que  por mí blog y el vuestro, ande alguno. Pero tenemos la racionalidad. ¡Qué las palabras no nos dominen!   

Opinen. 

viernes, 14 de enero de 2011

Nunca.

-          ¡No puedo más! No debo, para mí salud, seguir así.
-          No te entiendo, no sé lo que dices.
-          Te digo: Que ya no te quiero. Lo entiendes ahora.
-          No, no. No entiendo nada, nada de nada.
-          Pues no es difícil. Entenderlo digo.
-          Pues, no lo entiendo y creo, que no lo quiero entender. Porqué ayer, todo estaba bien, y hoy, todo fatal. No me cabe en la cabeza. ¿Qué has soñado?
-          No es lo que sueño. Sino lo que ya no sueño. ¡No te quiero!
-          Pero es qué… ¿me has querido nunca?
-          … 

jueves, 13 de enero de 2011

Bienvenidas a la fiesta

No tendría que perder y sin embargo, pierdo. Pierdo lo que a menudo no he sabido ganar y gano lo que pierdo. Un tarro lleno de sentimientos, olvidado en algún armario de la cocina. Con el polvo dormido en su falda. A la vera del azúcar. A la vera de la sal. Casi caducado. Llenos de moho. Cerrado al vació aunque mal cerrado. Ya no pongo sabor a mí vida. Casi nunca cocino si no es con amor.
Todo a la plancha, todo al vapor. Con poco aceite. Se me olvidaron las recetas en donde tú estabas de rodillas y yo de pie o al revés.  Cuando le poníamos especies a todo y salsa picante. Guindillas para la razón y champán para la rutina. Yo carne, tú, pescado, paella que siempre se nos pegaba. Fresas, nata, tú postre. A veces dulce y a veces amargo. Como el chocolate, con chocolate. Queso tierno y miel. Mucha miel.  Naranjas, naranjas llenas de zumo. Esparcido todo, por todas partes.
Estoy más delgado y menos feliz. Tengo menos colesterol, hipertensión y azúcar y más malestar sexual.  Esta dieta liviana no es buena. Tendré que sacar el tarro de los sentimientos y el de las esencias. Limpiarlos y en la sartén hacer una tortilla de patatas.
-Bienvenidas a la fiesta; amigas.              

martes, 11 de enero de 2011

Un día.

Puse el despertador a las seis. Me he levantado a la siete menos cuarto, me resigno al sueño. El agua tarda en calentarse, la ducha es un lugar frío y solitario a esas horas. Alargo mi estancia por ver si me ayuda a despertar. Me enjabono y me aclaro un par de veces. De pies a cabeza. Salgo. Me seco y arrastro con la toalla la poca pereza que me queda. Desodorante, colonia y al vestidor. Me visto, sin prisas, eligiendo según el frío que creo que ara. Al acabar me acerco a la cocina, tomo dos vasos de agua y voy al garaje para coger el coche e ir hacía al trabajo. Aún no ha salido el sol. Hay poca gente por las calles y el día parece húmedo. El rocío está todavía visible. Escucho las noticias.
Llego, trabajo, menos de lo que me gustaría y voy a mi casa a comer, antes paso a buscar a mi hija al colegio. Jugamos unos minutos a lo que a ella le apetece, instantes parecen, la llevo a su cama y como. Me tumbo ha hacer una siesta. Y al despertar vuelvo al trabajo. Escucho Bob Dylan. Unas horas más. Finalizo la jornada, últimamente antes de lo que debería y me dirijo ha mí hogar. Entro el coche al parking, subo, me cambio y salgo hacer footing un ratito. Ceno, me desconecto una horita de todo, de la forma que más me apetezca y me voy a la cama. Intento dormirme y me pregunto: ¿Qué coño es el amor?    

domingo, 9 de enero de 2011

Mí huevo.

Si me dejara de funcionar un riñón, seguramente, podría seguir viviendo. Si eso pasa en una parte del cerebro, también, seguramente peor, pero podría seguir viviendo. Con un solo pulmón dejaría el deporte, el poco o mucho que hago, pero podría seguir viviendo. Con una pierna menos, si no es la del medio, casi lo mismo. O con un brazo o con una oreja, incluso, sin un ojo, mi vida no cambiaria tanto.  Influirían poco si me quitaran un huevo.
Si el riñón me fuera extirpado por venderlo en el mercado negro, siendo yo un niño desgraciado, hambriento, en un cualquier lugar donde lo que menos importa es la higiene, y sufriendo todos post operatorios; sin medicamentos, ni tratamientos, ni ayudas de ninguna clase… ¿Podría sobrevivir?
Si la parte del cerebro que me es afectada me pasa siendo un chiquillo de una tribu nómada del desierto de Sáhara ¿Podría sobrevivir?
Si la metástasis en el pulmón me crece en mitad de la amazonas, no llegando yo, a los diez años… ¿Podría sobrevivir?
Si la pierna o el brazo que pierdo es en la guerra tribales de Kenia dos años atrás, en medio de ningún sitio y con el hospital más cercano a 5 horas en coche. ¿Podría sobrevivir?
Me influiría poco a mí, que me quitarán un huevo, aquí en este perfecto o casi, primer mundo. Podría seguir viviendo. Pero ellos sobreviven día a día y mientras, nosotros, nos lamentamos de nuestra suerte. ¡Bendita queja! Prometo NO LLOARAR si hoy me falta un beso antes de acostarme.

jueves, 6 de enero de 2011

La secta.

Puedo elegir si comprarme unas Nike o unas Reebok. Entre otras. Unos pantalones Levi’s o unos Diesel. Una camisa Sprinfield o Lacoste. Un jersey Privata o DC. Una gorra de Alonso o de Vettel. Unos calcetines Dechatlon o Adidas. Unos calzoncillos Calvin Klein o Unno. Un televisor Philiphs o un LC. Un reproductor de DVD Samsung o Sony.  Una Play Station o una DS. Los Héroes de Silencio o Wagner. Comprar una entrada para una de Van Dam o una de Lars von Trier. Comer helado de Vainilla o de chocolate. Paella o espagueti. Cerveza o agua. Coca-cola o Pepsi.  Con sal o sin ella. Dulce o amargo. Picante o no. Tener un Nokia o I-phone. Con contrato o tarjeta. 6 megas o 10. Una cámara digital o de carrete. Viajar o no hacerlo. Estudiar o trabajar. Envejecer bien o mal. Tener hijos o no tenerlos. Casarte o no hacerlo. Tener una cuenta el La Caixa o el Banco Santander. Incluso ser de derechas o muy de derechas. Todo esto y mucho más puedes elegir qué hacer con tu vida. Según ellos, los católicos. Pero a lo que no tienes elección es: si quieres la eutanasia; divorciarte, qué hacer a las doce del mediodía y a las siete de la tarde, poder abortar en algunos casos, e incluso, a casarte y acostarte con el sexo que a ti te apetezca. Lo transcendental, los únicos que lo pueden dominar son ellos, esa secta, grande, pero secta.       

miércoles, 5 de enero de 2011

Ceniza.



Sin fuego no hay humo. Por esta regla, pondríamos asegurar, que tú y yo, teníamos una hoguera.  De denso humo. De vivo fuego. De escasa ceniza. Hermosa fogata.

Quién sabe si fue, la falta de oxigeno o un cubo de agua fría quién lo apago. Extinguido, sofocado, ahogados. Muerto, muerta. Te fuiste y quedó ceniza, tú: ceniza. Sin flama, sin fuego. Sin brasa. Solo ceniza.

Pero sin fuego aún hay humo. Denso, ídem que antes. Quizás más gris, más negro, más enmascarador, más trise, más tuyo y menos mío. Pero humo, que me humea el pesar.      

domingo, 2 de enero de 2011

Anatomía del corazón.


El amor, el mío, tiempo atrás carecía de rostro. ¿Existía pues? Estaba ya inyectado en mí cuerpo; como un veneno o como un antídoto. Paseaba por mí organismo bombeado por el corazón. Tú igual que un antígeno, introducido por la sociedad en la que vivo y por lo anidado. Formando anticuerpos reaccionando en contra a las demás. Falso. Mi proceso vírico emocional es más complejo. Soy como el virus, una estructura muy sencilla, y en mí, en lo sensitivo, le es más fácil reproducirse, con su metabolismo, en mí metabolismo. Con la asimilación de la desintegración.

Desconozco, si fuste tú quién puso rostro a mí amor. O fue mí amor, quién me puso tu rostro. Abandono la hipótesis, de tener algo que ver, en el proceso de enamoramiento que mí espécimen sintió hacía ti. Morfología descontrolada. Lo observo todo, desde el exterior. Procuro ser el google maps de mis sentimientos. Conocer las calles, avenidas, autopsitas, callejones, carreteras, desvíos, atajos y  sendas peligrosas, que recorro a menudo, entre tu mundo y el mío.  

Te veo llorar. Las lágrimas no borran la soberbia con la que escupías palabras. Desgobernada reacción tanto esta, como la anterior. Fugitivo merecer en el foco de mí ritmo cardiaco. Bajan los latidos de mí corazón, a la vez, que aún, escucho tu voz. No sé si has sido un veneno o un antídoto, el problema o la solución, lo posible o lo imposible. El amor o quizás, el desamor. Todo o nada. Monada. No lo sé, como antes no sabía si me gustaba más verte vestir o desvestirte. Cuando llegabas o al irte. Al besarme o al besarte. Que me hicieras tú el amor o que te follará yo. No lo sé. Igual que omito el pensamiento de intentar descubrir quién invadió la razón, que ahora intento sostener. Irrumpiste tú o fui yo. O quizás fue mi corazón.