miércoles, 31 de diciembre de 2014

El hombre que mataba ancianos cansados de vivir

Con la cantidad justa de heroína les regalaba un viaje hasta el fin de sus días. Todos, y siempre, eran ancianos cansados de vivir, deseosos de acabar con la prolongación excesiva de una vida que al igual que un chicle, que estiras con los dedos hasta donde te alcanza el brazo y no consigues romper, hace una caída por la gravedad y la poca vigorosidad del fino hilo que queda por la acción y, lo deja todo pringoso y pegajoso y acabas con ganas de deshacerte de él.

La muerte,  al fin y al cabo, es un paso más en la vida. Sin embargo las autoridades nunca lo entendieron así y en vez de héroe lo trataron de  villano, acusándolo de asesino en serie. “El ministro de la muerte” titularon los diarios. –Únicamente cumplo deseos- declaró él. Pero quién iba a creer un exyonki que en casa nada más le esperaba la soledad y la poca compañía suficiente para que no lo creyeran que era un loco mal curado de un virus demasiado escampado con el que ningún gobierno consigue hacer demasiado.  Pero, quizás sí, quizás algún anciano incapaz de vivir como lo hacía 5, 10 o 20 años atrás le enseñó donde había decidido acotar su camino. ¿Sería después, si se pudiera demostrar eso, un asesino? ¿Qué importa ya? Si anda encerrado más de un año. La hipocresía es así. Y el mundo es un lugar realmente hipócrita y lo es, porqué nosotros lo hemos construido así. Si no como explicar que los policías; sean el brazo fuerte de los desahucios, los jueces;  la mente que ordena la acción y los bancos los dictadores del siglo veintiuno con la impunidad de quién gobierna.


Ahora que termina este maldito 2.014, que podría haber sido mejor pero también peor, dejadme gritar, que si alguna vez, cuando sea un anciano ya para nada adorable cansado de vivir encuentre un exyonki en mi camino, que me regale un último viaje a ninguna parte.     

Feliz 2.015 !

jueves, 11 de diciembre de 2014

sexo taciturno

El envejecer, normalmente y al revés que al buen vino, nos estropea –en algunos, en particular,  más- no es el caso de ella. Ella no tiene nombre. Bien, sí lo tiene pero no lo haré público. Aunque me lo pida un lado de la razón el otro es más poderoso y consigue imponerse. Igual que vence también en la batalla de la valentía.   Ella es una de las pocas mujeres con las que el adulterio, casi, estaría justificado. Una excusa, un argumento, por la causa de incumplir unos acuerdos verbales propuestos en un tiempo en rosas.

Ella no es nadie y a veces, son muchas. Ella o ellas, pasan sin mirar y si miran dudo que se den cuenta de los deseos ocultos en unos ojos de movimiento nervioso, de vistazo rápido, de instante fugaz. La boca nunca acompaña los pensamientos, que a menudo, huyendo de cualquier bandera, diría sin tapujos, ni miedos, ni inhabilitada por unas fronteras alzadas por una sociedad demasiado adoctrinada por siglos de religiones, mutiladora de cualquier instinto animal: “Regalo besos y lo que surja” o “ Me gustaría follar contigo” –lo dejo a su elección-.  Pero el temor es más fuerte y los acuerdos están para cumplirlos.  Puede, que la curiosidad, sea buena parte de la tentación. Puede que el saber la respuesta de ellas fuera tan satisfactorio como el momento del consuelo. Quizás no. Puede que dijeran que sí, seguramente sería un rotundo no. Inyectado por las mismas razones de mí silencio. Dudo, que lo más divertido de la partida fuera el conseguir entrar en el castillo, lo menos tampoco. El ir avanzando casillas una a una andando en la línea floja, el riesgo y su sabor, primero dulce y al fin amargo, las palaras, sus consecuencias, el quitar un cinturón, o el no tener tiempo de deshacer una cama, obviar la necesidad de dormir, de comer, de saber qué ocurre en el mundo exterior, bailar sin música y el conseguir hacer planear el pensamiento tan profundamente que parece que el cuerpo lo acompañe o el rechinar de las patas de la cama con el suelo; Eso sería lo mejor. Quizás por añoranza. A lo mejor, por eso, tanta separación.


Hay vinos viejos y hay de añejos.    

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Salir de escuela





Al mediodía. Salimos de escuela, con el coche dirección a casa para comer y no hay día, en qué a todo volumen, los tres, cantemos (o lo intentamos) esta canción.

viernes, 21 de noviembre de 2014

La vida igual que un trozo de tela cansada de tanto usarse

Se murió de hambre por no amar. Tal era su vació en el estómago que lo engullo hacía adentro igual que una implosión. Entonces, justo entonces, fue, cuando perdió la razón. Ese hilo de sensatez que aguantaba la cordura se quebró sesgando la serenidad destripándola  como un trozo de tela cansada de tanto usarse.
Y francamente, se presentó a su cita con la muerte. La conoció sentado en la vía. Puedo descubrir que su mirada era tan fría como su aliento y que el aplomo más absoluto te posee justo en el instante antes de morir. Que el infierno no existe y el cielo, mucho menos aún. Que la vida, que la perra vida, puede ser a veces tan traicionera como la circunstancia lo requiera. ¿Por qué si no, que hacía un bombero paseando al mejor amigo del hombre y no era una mujer, en ese frondoso bosque en el que el tren aparece de la salida oscura de un túnel viejo extenuado de no poder cerrar la boca, ni el culo tampoco? Salvándole.

Lo único que no quería era vivir. Y a vivir, le habían vuelto a obligar.   

miércoles, 12 de noviembre de 2014

lunes, 10 de noviembre de 2014

Del 9 N




Soy catalán. Mi lengua materna es el català. Tan catalán como todos, aunque sin despreciar lo español. Ayer, no fui a votar.  No fui a votar por muchas razones, sin embargo la primordial es, que para mi, era una fiesta a la que no estaba invitado. Tampoco quería contribuir hacer feliz al presidente Mas. No creo en sus politicas.

Lo sucedido ayer, sirvió, entre otras cosas, para poder contar el número de personas para quién el presidente y su gobierno, gobiernan. Las otras dos terceras partes no cuentan, esos que no fuimos a votar. Parece que nadie se acuerda ya de los recortes, o sus políticas de derechas. Únicamente importa la independencia. Tan importante es, que pudimos ver la imagen del abrazo entre la derechas más rancia y la izquierda más radical, de convergencia y la cup, del presidente Mas y David Fernàndez (eso me asusta un poco). Por celebrar el triunfo de conseguir calificar a la población entre buenos y malos catalanes. Se votaba por sentimiento o por odio a la prohibición de un gobierno central extremadamente alejado de la realidad de su país. Pero se votaba a ciegas en lo objetivo. Nadie conoce verdaderamente si el día después de ser independientes seguiremos dentro de la Unión Europea o estaremos fuera, si tendremos el Euro como moneda, cual será nuestro IVA, nuestro modelo económico, educativo o social,  y un largo etcétera del que no se ha hablado. No ha habido más campaña para el sí que el odio hacia el resto de España haciendo sentir que nos desprecian y nos roban, generalizando deliberadamente y con el romanticismo de hacernos creer mejor que el resto, más listos, trabajadores y ricos. Todo lo demás una incertidumbre escondida. Dicen, que los del No, no han querido hacer campaña. Pero para hacer campaña debes poder tener la posibilidad de estar dentro de un proceso que en ningún caso han estado y no siempre, por su culpa.

Hoy, es 10 N, y la desconfianza en que esto termine bien crece en mí al igual que la ilusión en muchos de un nuevo país. Las consecuencias serán inevitables e incuestionables. Pues intento encontrar una solución sana y no lo consigo. Y para nada soy extremista. Espero que no pongan una cruz en mi casa, ya que soy del 20 % en mi pueblo que ayer no fue a votar. Espero que se dejen de echar las culpas unos a otros por intereses partidistas y empiecen a buscar unas soluciones que para nada serán fáciles.         

sábado, 1 de noviembre de 2014

Cortar la lengua



La noche es clara.  Nítida como un cristal. Es la hora de los pensamientos, de las tramas más alejadas de lo racional. Del vaivén de consecuencias. De encontrar la razones que llevan al suicido. Al abandono personal. A odiar los amaneceres, todos. Aunque, sin embargo, un día más, el sueño se desvanecerá como lo hacen los sueños. Casi nunca, recuerdo lo que he soñado si es, que lo hecho.

Ahora. Sobreviviré igual que los vampiros al sol. Procurando moverme siempre por la sombra, en el sentido más amplio de la palabra. Sin hacer demasiado ruido ni festejos, no entiendo esa gente que siempre se ríe a voces, habla gritando y viven estridentemente. Les cortaría la lengua, aunque seguramente, conseguirían continuar siendo molestos. No me gusta el rosa. Creo que es un color sin carácter. Ni fuerza ni sentimiento. Repipi. Por eso, nunca me acerco a las mujeres que visten de así. El negro es otra cosa. La tenebrosidad me despierta una curiosidad insaciable, que a menudo aparco en el arcén a la hora del rocío. Hay un sitio donde el horizonte es de agua, en el qué puedo esperar el amanecer sin padecer; Incluso, todo lo contrario es posible. Sentado en un acantilado, en ningún segundo he sentido el impulso, en ese único sitio, de saltar al vacío, pues el vacío es eso, lo que hay después –creo-. Sus risas me abandonaron con su persona y su olor, se fue diluyendo entre la rutina de una vida, que a veces, creo que no es la mía.  Las trompetas olvidaron su sonido alatado y los coros murieron de soledad.


Vivo contando. Que sin duda no es cantando.         

viernes, 10 de octubre de 2014

La noche eterna


¿Cuánto tiempo es la eternidad? Me preguntó. Y no supe qué responderle. ¿Qué importa? Le dije. Si sabemos que lo nuestro jamás será para siempre. Continué.

Unos días antes, después de demasiados encuentros casuales, le propuse; ni matrimonio, ni amistad, ni una relación seria, ni fidelidad eterna, únicamente, adulterio. Suyo y mío. No más. Una noche. Cena, vino, charla en cualquier rincón, una risas y unas sonrisas, quitarle la ropa, que me la quitara y sexo. Sexo desenfrenado, salvaje, excitante, con amor o sin él, con atracción, con la sensación de estar vivos, con sudor, con esfuerzo, con humedad, sexo para menores de cincuenta años, con jadeos, gritos, arañazos, sexo al fin y al cabo, como el que hacía una eternidad que no tenía con su marido.  Es posible, que en otra realidad paralela, y si el encuentro hubiera tenido lugar años antes, ahora, yo hubiera sido el marido aborrecido. Sin embargo, la vida nos cruza a menudo, en los momentos más inoportunos con las personas menos oportunas.

Seguramente, por eso, quería saber cuanto duraba la eternidad; Pues le prometí una noche eterna.



viernes, 26 de septiembre de 2014

Demonios de madrugada

De madrugada. Demonios. Demonios me visitan atronando un sueño que des de ya hace mucho, no es para nada tranquilo. Les busco la cola, los cuernos, el rojo del infierno y sin embargo, no consigo divisarles una mirada en el rostro.

Sombras ruidosas con voz de mujer que no toman café, ni comen fruta prohibida. Pasos rápidos sin nombre con tacto de mimbre. Sordos de gritos y de constantes murmullos. De lengua agrisada y aliento de fría brisa. Hologramas moribundos de tembloroso movimiento. Capaces de hacer un inmenso estruendo sin romper el silencio, de asesinar la pasión para cualquier cosa y de bailar con alegría la canción más triste. Vagabundos de madrugadas. Alcohólicos de penas. Habitantes del quebranto.

Al anochecer. Invoco a los demonios y nunca aparecen. Se manifiestan según su albedrío. Después, me siento en vela, poniendo todas mis espinas por testigo, a esperarles. Hasta que un sueño viscoso y denso empieza a cerrarme los ojos sin remedio. Lo demás, ya os lo he contado.


Y así, cada noche, cada amanecer, cada despertar.           

jueves, 21 de agosto de 2014

Del futuro, las felaciones y el pasado



Al despertar. Cuando sueño pierdo la cordura y cada día, al despertar, me resulta más difícil regresar a ella. Hay instintos pegados a mí al igual que tatuajes, que he empezado a obviar porqué no consigo deshacerme de ellos.  Soñé, que andaba solo, justo antes de la madrugada, cuando la noche es más oscura, por una ciudad que no conocía, desierta, y tropezaba, como quién tropieza con una seta en el bosque, con una cabeza dentro de un casco. Una cabeza sola y viva, sin el cuerpo ni la muerte. Capaz de razonar y sin embargo, incapaz de dar razones. Recuerdo, estar un largo tiempo conversando con ella, era una cabeza de mujer con un casco de moto, con el cuello cortado muy delicadamente y sin sangrar, con unos cabellos lisos color azabache. No le sacqué el casco porqué lo decían en los consejos televisados del gobierno. Recuerdo, sentir un estado de embriaguez capaz de no dejarme pensar con claridad y tomar la errónea decisión de llevarme ese cerebro con envoltorio para casa. ¿Por o para qué? Lo desconozco. Recuerdo también, llegar y dejarla encima de la biblioteca, como si de un trofeo se tratara y después, irme a la cama, con la única intensión de descansar para afrontar el desconcierto mejor.

Al levantarme. Lo primero que hago al poner un pie en el suelo es ir directamente a la biblioteca. No hay nada, únicamente, la traza de un color rojizo de algo mayor a una copa. Dudo que tan siquiera me hubiera podido hacer una felación. Algo sustancial para seguir guardado una cabeza de mujer en mi casa ¡Maldita soledad! Ahora, siempre que vuelvo a casa de madrugada, voy mirando al suelo.

Al mediodía. Mí mujer ha vuelto hacer judías para comer. ¿Qué es más esencial para acabar con una pareja? ¿Qué no tenga un futuro claro, aunque si un pasado? O ¿Un futuro no seguro pero con ilusión y sin pasado? ¿Las judías son algún síntoma de algo?


Forever young: es más imposible que improbable.           

martes, 29 de julio de 2014

De educación

Lunes. La verdad es que no odio más los lunes que los sábados; Me cuesta lo mismo levantarme. (Por favor, que información tan poco relevante. Pero es lo que escribo más a menudo, cosas casi nada relevantes) Si el trabajo me lo permite y la luz del sol aún no se ha declinado lo suficiente para no alumbrar algún camino de bosque, me pierdo dejando la alambrada del cemento atrás, para evadirme aún no sé muy bien de qué, aunque, en cada caminata procuro descubrirlo. Solo. Sin música, ni compañía. Oyendo mis pasos.

En fin. Que ayer anduve por el bosque, entre caminos y caminitos, entre sombras y claros, entre el pensamiento y la ausencia de él. Hasta que en un recóndito lugar, un par de coches aparcados en batería, curioso llegar hasta allí en coche y más aún aparcar de esta forma, levantaron mis sospechas y todas mis curiosidades. Me senté como un buen vouyer que soy y empecé a observar. No hacían nada la verdad, únicamente hablaban igual que se habla a los quince años con ese primer amor de verano ¿Por qué el primer amor casi siempre es en verano, verdad? ¿Debe ser por el calor? ¿O es una farsa? Mi hipótesis es que los dos estaban casados, tenían una cierta edad y gracias a un brisa suave que me venia de ellos hacía a mí pude escuchar, que ella decía que lo hacía por necesidad. No sé muy bien en que lugar deja eso al hombre presente ¿Objeto? ¿Dildo humano? ¿Servicio? Pero no le importaba demasiado, se le notaba en la mirada que no veía pero imaginaba y seguro que le daba lo mismo. -¿Por qué?- Preguntó él. -Llevo 20 años casada y siendo fiel, con pena, mucha pena. Mi marido tiene un micro pene- “Coño” dije yo, tapándome la boca en seguida esperando que no me hubieran oído. -¿Y eso que es?- Preguntó él. –Su polla en erección es como la tuya blanda o menos- Eso significaba que ya se la había visto, no era la primera vez ¿Y ahora hablaban de eso? Pensé. Es probable que anteriormente, con la euforia no les habría dado tiempo. -¡Quiero verla! Le exigió ella. Y el se desabrochó el pantalón y lo dejó caer. Ella le empezó hacer un trabajo con la boca y yo, aproveche para pasar y decir: ¡Buenas tardes! Él contestó, ella no.

Martes. Saldré andar. A veces la necesidad es consecuencia de algunos hechos. Pero siempre con educación: Con la boca llena no se habla.


   

jueves, 17 de julio de 2014

Kiev, 2.013

Jueves. Tropiezo con esta imagen como quién tropieza con un estorbo. No consigo esquivarla y vuelvo a ella una y otra vez igual que con esos amores imposibles jamás enterrados. Dudo de un final feliz en ninguno de los dos casos.

Dos orillas separadas por unos metros de asfalto. En una, un lado de lo humano, en la otra, otro. Todos juntos y enfrentados. Seguramente, el despreció a lo opuesto es mutuo. Creo casi imposible, que algún soldado aprecie la melodía y, estoy seguro, que el melómano, desprecia el ruido de las armas. Si pudiéramos cuantificar la libertad, en litros o kilos, ¿Ganaría la masa bélica o la descomposición civil?  ¿Cuál tendría el tarro más lleno?  ¿La unión hace la fuerza? ¿Es posible qué algún militar tenga más coeficiente intelectual que el pianista? ¿Puede que el músico sea el más tonto de todos? O quizás, ¿El más valiente? A su gusto se lo dejo. Quién sabe, es probable, que este fuera el concierto con más público de ese piano. También es posible que fuera el último. Del pianista, se puede decir que tiene un aspecto de hombre obrero, propietario de un piano con aspecto obrero y un taburete de plástico de lo más tirado, que toca, igual que cualquier mañana frente a su ventana, mientras que su música hoy no ronda esquinas y paredes, hoy,  ronda vientos y tormentas, ronda enfrentamientos y tormentos, ronda explicaciones y quizás, soluciones.

Los de una orilla y otra, sufren del mismo dolor. Es tan igual, des de dos puntos distintos. El día es gris, tan gris como el sentido que a veces le dan los militares a su trabajo. 
¿Es más importante proteger la patria o los que viven en ella?   

Porque mi patria son sus caderas (Como canta Loquillo).

viernes, 20 de junio de 2014

El Rey

Imagen de "El País"
Rey. Rey es una palabra que suena muy arcaica. Y sin embargo, aquí, en España, tenemos uno de nuevo, por obra y gracia vaginal. Como casi siempre. En la imagen, un instante del besamanos.  Si obviáramos la cámara fotográfica del centro, al menos yo, no sabría decir en que siglo está tomada. El nuevo Rey; Felipe VI, la nueva Reina; Doña Letizia, nieta de un taxista, no todo es igual, un torero; el del parche en el ojo y una mujer casi arrodillada haciendo el saludo protocolario. ¿Escena de 2.014? Sí.

Vamos a detallar la fotografía. El fondo, el escenario, la decoración es todo de otra época. Dudo, que nada de ese mobiliario sea comprado antes del 1.800. El dorado para las patas de las mesas desde la crisis no se lleva. Los esculturas, tallas bustos, o lo que sea que se observa al fondo son demasiado celestiales, incluso aladas, para los tiempos de incredulidad que corren. Dios me libre. De los personajes hay: Un rey, una Reina, un torero y una mujer con una estrella de cinco puntas tatuada en la muñeca con la que saluda a la Reina, que no voy a relacionar con Adán pero sí, con la estrella Damm. Para no hacerlo todo tan rancio.  El torero, como he comentado anteriormente es el del parche en el ojo. Ojo que perdió por el asta de un toro, en la plaza, haciendo una faena. Debo reconocer que de las corridas de toros lo único que me gusta es leer las crónicas. Todo lo demás lo encuentro primitivo. El Rey va con su traje de luces y solo, al igual que la reina tan acicalada, tiene ojos para el torero, para el matador. La señora está, pero para ellos es como si no estuviera. Un fotógrafo por detrás toma la instantánea al mismo momento que es tomada esta, si pudiéramos verla sería como ver esta imagen en un espejo, veríamos la otra vertiente. Sin embargo, el resultado, seguramente sería el mismo.

No creo en los cargos por genética. Aunque debo decir que hoy, no encontraríamos a mi entender nadie tan preparado, tan abnegado por un pueblo como creo será este nuevo Rey. Lo que no significa, sin duda, que espero en vida y no llego a los cuarenta, poder ver una república.   

    

miércoles, 11 de junio de 2014

La propia mierda

Desayunando. Desayuno una vez al día, cada día. A menudo, más por vicio que por necesidad. Es una forma de ir a favor de la vida. Es que no soy de perder el tiempo. Todos los días, en la barra, hay el mismo hombre sentado. Todas las mañanas, al llegar, ya está y cuando me voy, sigue allí. Cómo quién no tiene nada que hacer, acompañado por un café ya tomado y, guiado, por una mirada perdida. Como si sus pensamientos navegaran a la deriva, en la infinita confusión de un cerebro traidor. Seguramente, no soy muy de perder el tiempo por que creo en la nada. En la nada, como forma de existencia o inexistencia. Creo, realmente, que nuestro tiempo es limitado, nunca eterno. Creo que la vida es lo más preciado, sin ella, nunca tendríamos tiempo. Y por eso, temo a la muerte. Aunque crea que es tan natural como la vida. Quizás, ese señor sea católico, evangelista, musulmán o de cualquier otra religión que crean en una perpetuidad celeste, algo, para mí, incomprensible. Y ante tal oportunidad, espera, con esa calma, paciencia y seguridad. Soy conciente que para muchos mi forma de gastar mi tiempo, es, para ellos, perderlo. Pero, joder, por eso mi tiempo es mío. Igual que el señor e la barra, hay millones de personas que pasan por la vida, únicamente haciendo eso, pasar. Deambulan allá por donde va. Como si les sobrara tanto tiempo que no supieran que hacer con él. Y no es que no tengan con quien compartirlo, si no, que sus acompañantes, casi siempre, son igual que ellos. Atrapados en la desdicha del no saber disfrutar del poco y miserable (para mí) tiempo que poseemos. Personas, que nunca han gozado de meterse en el asiento trasero de un coche. Del amanecer al mar o el atardecer en la montaña o a la inversa. De la oscuridad de la noche o la luz del día. Del viento, del sol, de la lluvia o la nieve. De esconderse debajo las sabanas. De un verso o una canción, un párrafo o un capitulo. De desnudar o desvestir. De una sonrisa o un risa. De una lagrima, una caricia, un beso o un anhelo. Personas, que nada les alegra. Nada. Son encefalogramas planos.  Personas tan distintas a mí y a la vez, tan iguales.

Comiendo. Hay un periodista en la tele que narra un genocidio como quién narra el crecimiento de la hierba del prado. Seguidamente, hay un montón de periodista en la rueda de prensa  del gobierno, que preguntan con tanto sosiego, que pienso que las medidas que acaban de tomar no van con ellos. Parece, que todo les va estupendamente.

Cenando. Vuelvo a comer pescado. Supongo será de piscifactoría. Aunque con la mierda que echamos al mar ya no sé que es peor.  Y en verano, deseamos bañarnos en él.


¿Nos bañamos en nuestra propia mierda?

martes, 20 de mayo de 2014

Comer

Desayunando. Sufro de ceguera por inatención; al igual que la mayoría de los humanos. Eso me consuela. Sin embargo, cuando lo descubrí estuve bastante tiempo jodido y preocupado por ese sinfín de instantes que por culpa de la independencia de mi cerebro me pasan inadvertidos. No es que sea un obseso de control, pero cuando comprobé que padecía esta clase de ceguera anduve buscando imágenes perdidas en mi memoria sin demasiada fortuna y procurando no dejar escapar nada de mi panorámica. Concluí que es imposible, que mejor perder secuencias que volverme majara. Llegue a ese punto después de morderme dos veces consecutivas el mismo dedo mientras a la vez que intentaba ingerir un bocadillo ampliaba mí horizonte con la cabeza levantada y moviendo los ojos de un lado al otro sin para. Casi me mareo y aún no sé si fue por los mordiscos o por el ajetreo ocular. Al pensar, me sucede algo similar en el aparato auditivo. Es, como si cerrara una puerta pequeñita que tengo en la oreja y privara el sonido entrar en mi mente. Estoy tan abstraído que lo exterior parece un hilo musical. Vaya a ser lo mismo que me distraigo en cualquier tontería y allí puedo perder un tiempo indefinido, según la barbaridad de la chorrada.

Comiendo. Hay una japonesa con la cara pintada de blanco en un pueblo de montaña, comiendo sopa con garbanzos como si hiciera años que esperara esa comida. De segundo cocido en cantidad industrial. Debe tener unos cincuenta y tantos años y me pregunto un par de cosas: ¿Qué coño hace una japonesa con la cara pintada de blanco en un pequeño pueblo de montaña comiendo cocido? ¿Qué coño he comido yo? ¡Maldita ceguera inatención! De postre se pide crocantí, ella y otro comensal. La camarera, con toda la mala leche, o juraría que ha sido así, le da el trozo más gordo al otro, la japonesa si dispusiera de una catana, la hubiera echo servir.

Cenando. Apago el televisor. Quiero saber lo que como y cómo.



¿Somos lo que comemos?      

miércoles, 14 de mayo de 2014

Distancia de seguridad

Desayunando. Me doy cuenta, como a veces te das cuenta que pasa la vida, que a menudo, vivimos desplazados. Apartados por unas fuerzas invisibles de la realidad que transita por la calle paralela a la que andamos nosotros. Intento divisar políticos en algunas calles más alejadas a la mía y no lo consigo. También observo que se han extinguido, al igual que la peste, las cubas hormigoneras. Que es mayo y ya va el aire acondicionado del local, mecanismo que detesto por los síntomas que me crea. Hace fresco y creo que no debo nada a nadie, eso me tranquiliza. Desde hace mucho que el café no me sabe amargo y dudo, si ir a ver a mi médico de cabecera para explicárselo o a mí psiquiatra. La camarera cada día está menos buena. A veces, puedo coger rencor a alguien sin saber muy bien porqué. Sé, que no entra en mí razonamiento porqué sí, pero tampoco logro desvelar la explicación. Después, casi siempre, acabo culpando a los sueños y a su vez al subconsciente.  ¿Todas las mujeres chupan la polla de forma distinta? Las que la chupan. ¿Y a los hombres, les pasa lo mismo?

Comiendo. Creo que demasiadas veces me gustaría ser un extraterrestre. Para poder confesar a mi pareja que no soy de este planeta y que el cuerpo es robado. Que como no soy muy buen ladrón me las tuve que ver negras para poder conseguir este, que me sabe mal, que me hubiera gustado conseguirle algo mejor, pero en fin, que es lo que hay y si no le gusta… ¿Me vuelvo a Neptuno? ¿O Júpiter? O que coño sé yo de que planeta me gustaría ser si ya con la nacionalidad tengo un lío por culpa de los presidentes de un par de cojones. Carezco de antenas y de lo que más ilusión me haría, de nave espacial. Las luces azules no me llaman especialmente y por mucho que intento la telequinesia no lo consigo, siempre acabo teniéndome que levantar para coger la cerveza de la nevera. Pero no huyo de contárselo un día por ver qué pasa.

Cenando. Como veréis todo lo que pasa en mi vida mientras no estoy ingiriendo comida es secundario. Es tan rutinario, terrenal, trivial y habitual que no entiendo porqué debería escribirlo. Aunque quizás, algún día lo haga.


¿Es necesaria la distancia de seguridad para poder seguir siendo fiel?      

martes, 22 de abril de 2014

De vuelta al poliamor

Separarse puede ser: bueno, malo y ni chicha ni limoná. Depende de diferentes factores. Uno de ellos es el por qué. También está supeditado a si se tienen hijos o no.
Es bueno, sin duda, si es lo que deseas. Sin embargo, si se tienen hijos y la custodia es compartida, dentro de lo bueno hay una mitad de malo, que es, cuando estas sin ellos. Pasas a perder media vida suya y a la vez, tuya.
Es malo, si te abandonan sin razones aparentes. Y si se tienen hijos, aún peor. Si se va con otro/a, es, para escribir una tragedia. Aunque si es tan mala puta para hacerlo; cuanto antes mejor.
Es ni chicha ni limoná, cuando ya la convivencia es igual que la separación. Hay millones de personas que son así; ni chicha ni limoná. Algo fuera del alcance de mi entendimiento. Pero las hay.
En la separación aparece (en algunos casos, si no es por cambio de pareja) la soledad. Hay dos grandes tipos de soledad. La primera, es con la que habitamos. La segunda, la que nos habita (la idea no es mía, debo reconocerlo. Pero me pareció fascinante. Así que me la tome prestada).
Podemos conseguir habitar lugares en soledad, se nos puede hacer pastoso, terriblemente irresistible, incluso lastimarnos moralmente. Herirnos. Debemos revelarnos y luchar para cambiarlo.
Sin embargo ¿cómo echar la soledad que nos habita? Podemos probar la teoría (que nos viene como anillo al dedo) “Un clavo saca a otro clavo”. Pero aquí volvemos al comienzo. Todo depende del como haya sido separarse.  Y separarse, en la mayoría de ocasiones es una putada, pues pocas veces acaba bien. Si no, pregúntenselo a los críos.


¡Viva la vida en pareja! (Lo que no significa la monogamia).

lunes, 14 de abril de 2014

¿Quién soy?

A menudo, me quedo un tiempo indefinido frente al espejo, convenciéndome de que ese, es el cuerpo que ahora habito. Seguidamente, me pregunto, cómo si en algún lugar remoto de mí cerebro tuviera que encontrar una respuesta ¿Quién soy realmente? Después, la rutina, me entierra, viva, la duda. 
Y en la reencarnación no creo.   

miércoles, 9 de abril de 2014

Trofeo

Media mañana. Desayunamos con un amigo sentados en la mesa que da al ventanal. Se nota la primavera en la ropa de las mujeres que transcurren calle arriba o calle abajo. Los colores las invaden. El anhelo de que el sol dore su piel empieza a consumirse. Y eso, nos encanta. Pedimos lo de siempre. La camarera nos sonríe y pide a ver quién paga hoy.  ¡Es primavera! Le contesto. Como si eso pudiera quitar un poco hierro a todo lo demás.

-          Follo poco. Me dice, de buenas a primeras mi amigo.
-          Folla más. Le respondo.
-          Ya me gustaría. Dice con un tono un poco indignado.
-          ¿Y pues? Pregunto. Muy a la Vasca.
-          Mi mujer no quiere hacerlo más.
-          ¿Es ese el único problema? Sorprendido le pregunto.
-          Sí.
-          Pues tienes tres opciones: convencerla para joder más, joder con otra o joderte.
-          No, si ella me dice eso, que me busque la vida.
-          ¿Y qué te da miedo?
-          Que se la busqué ella también.
-          ¿Y qué problema hay?
-          Me da miedo que se la follen mejor de lo que hago yo. Bien, no es miedo, es un sentimiento de terror e impotencia, de inferioridad, no sé.
-          Y al amor que le den por el culo. Que se enamore de otro te da lo mismo. Siempre has sido igual de romántico.
-          Nos queremos. Mucho. Quizás demasiado.
-          Ten cuidado que no la dejes de querer y la empieces a odiar. O viceversa.
-          Es imposible.
-          También era imposible cuando empezaste a ir con ella que te propusieras follarte a otra y aquí ya hemos llegado.
-          Pero no lo he hecho.
-          Lo que no significa que no lo hagas.

No hace el suficiente calor para desvestirse demasiado. Y aún así, hay quién enseña todo el invierno de gimnasio igual que un trofeo conseguido a base de esfuerzo, esfuerzo y esfuerzo.  

¿Somos un trofeo?


¿Aspiramos a ello?       

miércoles, 2 de abril de 2014

Apurar pitillos

Las noches pueden ser largas por distintas razones. Me dijo. Mientras, seguíamos apurando aquel pitillo, sentados en el viejo sillón de su padrastro. Ella nunca fue buena. Yo nunca fui malo. ¿Rebelde? Quizás. El silencio se apodero de todo, el olvido casi.

Hace mucho que dejé de apurar pitillos. Que me corté el tupe y abandoné, seguramente por obligación, los pantalones demasiado apretados y la chupas de cuero. Una elección, puede, que para llegar a la vejez. Media mañana. Desayunando con una antigua amistad acabamos, igual que casi siempre, recordando el pasado.
-          ¿Preferirías vivir ochenta años con la vida que nos ha tocado vivir o cuarenta con los excesos que tú eligieras?  
-          La verdad es que no lo sé. Ahora, sin duda, llegar a los ochenta. Por dos razones.
-          Pues yo, si hubiera podido, viviría al límite y no me importaría dejar un bello cadáver.
-          Siempre has sido más Rocker que yo.
-          ¿Qué es la vida?
-          El tramite que transcurrimos des de que nacemos hasta la muerte.
-          A veces, eso no es vida.
-          Sin duda.
-          ¿Cómo morir si no has conseguido vivir?
-          Hay vidas que son desiertos.
-          Y desiertos, que son vidas.
-          Vidas desvividas y vidas que nunca viviremos.
-          Entre todas, una, una y solo una. No más.
-          ¿Pagas tu, pues?
-          Pago yo entonces.



Viajes a la melancolía. Viajes, para revivir lo enterrado. Viajes de ida, con regreso obligatorio. Y apresúrate en volver, que no te alcance el pasado.

 Mientras,  se marchita el presente.   

miércoles, 12 de marzo de 2014

Aborrecer

 Joan Mateu
Media tarde. Volvía a estar sola en casa y bajaba las persianas como hacía ya mucho, que nadie, le bajaba las bragas. Con un ímpetu irrefrenable igual, que su necesidad de tocar otras pieles, saborear otros tactos, diferentes temperaturas, suavidades. Era adicta a descubrir nuevas epidermis. Seguramente, por eso, por el miedo absoluto a no poder conformarse para siempre con una misma piel, se prohibía persistentemente enamorarse. A menudo, no le interesaba ni la presencia, ni el fondo, ni el sexo de la persona que acababa durmiendo a su lado, el acto, era un trance más en el proceso de degustación. Se relamía cuando sus manos, su lengua, su roce y su piel, tonteaba con otra durante momentos interminables, eternos.

Media noche. Los intentos sintéticos de relajar su vicio nunca fueron suficientes. ¿Y como conseguir dormir con una necesidad imperiosa? ¿Cómo saciar la insatisfacción? La descomposición es un mal aliado para conservar cuerpos. Tenía que volver a buscar algún vestido pequeño en el armario para ir de caza a ese viejo tugurio, donde divagaban las almas solitarias en busca de esperanza, quizás, alguna incluso, de futuro. Y así lo izo. Mientras conducía sola en medio de la ciudad, se cuestionaba que le apetecía más ¿un cuerpo de mujer o uno de hombre? ¿Una piel suave o una más áspera?

Al alba. Odiaba la sensación de qué un cuerpo extraño invadiera su cama tanto, como algunos alcohólicos odian las resacas. Porqué son derrotas. Caídas al vacío una y otra vez. Por eso, madrugaba y empezaba ha hacer ruido. Deseaba volver a quedarse sola. Pero con ella, con esa piel, fue distinto. Al despertarse, se dio media vuelta y empezó con el índice a seguir su desnuda silueta.


Hasta que le volviera aborrecer.           

martes, 4 de marzo de 2014

Carecer

Postergamos sentimientos igual que posponemos sueños.
Radical golpe de desconcierto es La nada.
Y a ella somos lanzados en peso y cuerpo muerto.

Regalamos besos que conducen a ningún lugar.
Y los acompañamos con caricias vacías de tacto y sensación.
Son fríos lejanos y silenciosos, venidos de la desventura.
Fruto, de atenciones adversas; herido de acto.

Nos debemos un  requerimiento legal de futuro
y sentencia absolutoria
pendientes de una condena perpetua;
Sin culpa no hay culpables.
Sin embargo, los hechos, deshuesados, no llegan lejos.

Son cadáveres sin caja de madera.
y como verdugo: la pena viajera.
igual que casi siempre, víctima de lo que eres.
Por adentrarnos en la ausencia.

Malversamos mañanas, futuros, poesías y versos.
Sin impórtanos demasiado el desfalco.

De sentimientos, deseos, anhelos y quimeras.    

lunes, 24 de febrero de 2014

Antonio Machado

A un olmo seco


Al olmo viejo, hendido por el rayo 
y en su mitad podrido, 

con las lluvias de abril y el sol de mayo 

algunas hojas verdes le han salido. 


¡El olmo centenario en la colina 

que lame el Duero! Un musgo amarillento 

le mancha la corteza blanquecina 

al tronco carcomido y polvoriento. 


No será, cual los álamos cantores 

que guardan el camino y la ribera, 

habitado de pardos ruiseñores. 


Ejército de hormigas en hilera 

va trepando por él, y en sus entrañas 

urden sus telas grises las arañas. 


Antes que te derribe, olmo del Duero, 

con su hacha el leñador, y el carpintero 

te convierta en melena de campana, 

lanza de carro o yugo de carreta; 

antes que rojo en el hogar, mañana, 

ardas de alguna mísera caseta, 

al borde de un camino; 

antes que te descuaje un torbellino 

y tronche el soplo de las sierras blancas; 

antes que el río hasta la mar te empuje 

por valles y barrancas, 

olmo, quiero anotar en mi cartera 

la gracia de tu rama verdecida. 

Mi corazón espera 

también, hacia la luz y hacia la vida, 

otro milagro de la primavera.


sábado, 15 de febrero de 2014

Veranos

No es pescado todo lo que reluce.
Tampoco dolor lo que duele.
Ni oscuridad todo lo oscuro.

Volvemos a tropezar en Saint-Tropez.
Cómo quien tropieza con una piedra.


Sin razón ni destino.  

viernes, 7 de febrero de 2014

Parar el tiempo

Media mañana. Desayunamos tres en una mesa de cuatro. Somos todos hombres. El tema de conversación va derivando a la vez que la botella de vino se vacía. Cuando ya solo queda un culillo de mal repartir  el más listo se lo otorga igual que los sacerdotes se otorgan el don celestial del perdón. Por qué sí. En los cafés nos cuenta, el mismo que se acabó el vino, que ayer le hubiera gustado poder parar el tiempo.

        ¿Para qué? Pregunto yo, inocente como siempre, esperando una historia heroica del salvamento de una vieja atropellada por un camión, o un niño que cruza a lo loco detrás de una pelota. Pero no.
       Para follarme a una chica con la que me crucé.
       ¿Y sólo cruzándote con ella ya sabes que estaba dispuesta? Le pregunta el tercero en discordia.
       Sí. Sus ojos me lo decían a gritos.  
       ¡Joder! Nunca he sabido leer los ojos, ni los labios. Digo yo.
       Pues, yo, para eso tampoco o es que nunca me ha pasado. Dice el otro.
       A mí sí. Y os prometo que si hubiera podido parar el tiempo, no llegamos ni al despacho.
       ¿El suyo o el tuyo? Pregunto.
       Da igual, cojones.

Pagamos y nos vamos cada uno por nuestro lado.



Medio día. Llevo desde media mañana mirando a todas la mujeres con las que me cruzo a los ojos fijamente. Sabiendo que no puedo parar el tiempo. Deben pensar que estoy como una regadora. Pero me da lo mismo. Necesito tener esa sensación de saber lo que me dicen sus ojos. En la mayoría solo observo indiferencia. Y seguro, según me contó mi amigo, no es eso. Al llegar a casa me siento en el sofá a recapacitar sobre todas y cada una de las miradas con las que me he cruzado. Desde la cocina mi compañera me grita a ver si la voy a ayudar; la oigo pero no la escucho. Algo muy casual en mí. Al cabo de unos minutos entra en el comedor con unos ojos como platos, de repente, me sumerjo hasta lo más profundos de su mirada entendiéndolo todo y le digo: -¡¿Quieres que detenga el tiempo?!            

jueves, 30 de enero de 2014

Muertos de estima


Cae la noche con el tiempo tan absurdamente
Como el atractivo.

“Ponte sólo esas bragas pequeñas y negras”

Entre nosotros un inmenso vacío.

Cuéntame, que el amanecer esperará a que
Acabemos lo que hace mucho que no empezamos.

Si quieres, te miento: tú sabes que lo hago bien.

Ensayo el romanticismo perdido a diario.
Después, actúo desenfrenadamente, igual que si fueras
Aquella que tanto anduve acechando y esperando.
Mientras danzo entre la línea de la ridiculez y el deseo.

Entonces, reanimar la hoguera susurrándote incorrecciones.
Sombras de lo que fuimos; color ceniza.
Cortesía de horas tempestuosas y naufragios.
Helados y desnudos. Aunque ya sin ingenuidad.

Hundidos en la cama del extravío.
  
Cadáveres de nosotros mismos
Incapaces de resucitar nada.


Muertos de estima.   

sábado, 18 de enero de 2014

Perro

Creo que un perro se está riendo de mí. Con una mano me sujeto la manguera y con la otra aguanto el resto del cuerpo anclándola en un árbol. Me parece que debe ser muy tarde para acostarse y muy temprano para levantarse ¡¿Qué coño debo hacer?! No intento apagar ningún fuego. En el árbol paralelo hay otro individuo con los mismos problemas urinarios. El perro sigue mirándome fijamente, deseo que lo único a que espire sea a reírse. La noche es fría aunque mi cuerpo no lo percate. Retorno casi por imperfección al interior de la sala donde el tiempo pasa sin procesar.

-          ¿Bailas? Me pregunta ella.
-          Lo puedo intentar. Pero soy más de barra. Si quieres, te puedo mentir, lo hago muy bien; lo ves.
-          ¿Bailas o no? Insiste.
-          ¿En horizontal o en vertical? Pregunto.
Y se va.

Paso no se cuanto tiempo más en oscuro. Y al salir, aún está el perro allí sentado, como esperándome. No le digo nada, lo ignoro, sin embargo él, me sigue hasta casa. No le invito a tomar la última copa. Unos días atrás me han detectado unas intolerancias alimentarias y creo, no estoy para nada seguro, que para hoy ya me he pasado en la ingesta de los no recomendados. Caigo en algo blando, dejo para mañana descubrir si es el sofá o la cama.


Al despertar. Abro la puerta y observo que el perro ya no está.       

sábado, 11 de enero de 2014

Muerte de un amigo

La vida es una hija de puta. No es justa. Nunca lo ha sido y nunca lo será. No sé porqué intentan hacernos creer lo contrario. No sé porqué nos hablan de puto karma, de la eternidad o la bondad del señor- ¿Qué bondad? ¿Qué señor? Si no hay más que la cruda realidad. Ese Fin, a menudo, prematuro. La muerte; Eso si es un hecho tan existente como la vida. Nos morimos. Los seres vivos tenemos eso, que nos morimos. Pero joder, no a los 23 años después de estar los últimos 4 luchando con todas las fuerzas contra una enfermedad creada por nosotros mismos.  ¿Es así de cruel el destino? Pues que le den por el culo al destino.

Vomito sentimientos. Es un vómito de indigestión. Por un ardor insaciable a causa de la muerte de un amigo.  Un amigo de 23 años, y como verdugo un cáncer. Un cáncer inoculador de miedo, de desaliento, asesino a sueldo, infatigable, con mala memoria, lagrimas llorando, no hemos podido hacer más. Su madre, me hizo de madre, durante mis primeros años. Su madre, le puso mi nombre, el mismo nombre que tiene su padre. Pero el día en que nació, se reían, con mi madre, mientras contaba entre una alegría inmensa, tan inmensa como es ahora nuestra pena, que lo hacía por mí, no por su padre. Escribo y lloro. Por él y por ella. Sabiendo que morir es algo tan natural como vivir, pero a los 90 años. Porqué a los 23 nadie quiere morirse. Y tan grande es el miedo a hacerlo, que en estos últimos días cada vez que él se dormía, despertaba a los pocos segundos sobrecogido por terror a no poder hacerlo, rogando, a sus padres, que no le dejaran dormirse. Hasta que lo ha hecho para siempre. Descansa en paz amigo. Tu vacío no se llenara jamás.


En el silencio vuela. Igual que lo harás siempre en nuestras memorias.     

jueves, 9 de enero de 2014

Sueños

A menudo sueño que me abro por la mitad, desde la cintura hasta el cuello. Luego entro dentro de mi igual que quien entra en una cavidad; una fosa, por donde divago con un tamaño miniatura. Es parecido al mundo, con menos verde y más rojo. Durante un rato ando de aquí para allá observando el hígado, el páncreas, los pulmones, el corazón, los intestinos, el estómago y el infinito.

A veces, encuentro una mujer que en la vida real nunca he visto, no la reconozco. También, sorprendentemente, está andando dentro de mí, cómo buscando algo. Y no es la salida. No hablamos, únicamente nos miramos, me sonríe, tengo de decir que me angustia un poco su presencia,  y seguimos cada uno hacía un órgano distinto. Normalmente, la veo una vez por sueño, nunca se repite. No va muy mal vestida, tampoco demasiado bien. Anda con unas botas de lluvia repletas de gotitas de sangre, unos pantalones oscuros y una parka. Es de piel blanca y pelo claro. No os puedo decir más de ella.

Los días que sueño esto, me cuesta más despertar. Igual que si estuviera nadando mar adentro y la resaca me dificultara el volver, me levanto más cansado, casi agotado. No sé si está interrelacionado, pero creo que este sueño me podría matar si es interrumpido, es superior a mí. Al despertar cierro la abertura como quien sube una cremallera, vuelvo a introducirme en la cabeza por el lagrimal y con todas las fuerzas intento levantar los parpados, mover las piernas y los brazos intentando trasladar el tronco que parece ser de plomo. Con la boca tan seca que la lengua se ha pegado a la piel y el paladar parece un callo, los labios están escarchados. Los oídos tapados como en altura y los dedos, a parte, de inmensos, acartonados y tiesos.


Placidamente, no recuerdo cuando fue la última vez que desperté… placidamente.       

viernes, 3 de enero de 2014

Feliz año

Dejamos atrás el 2.013 igual que se dejan atrás estaciones de trenes, amores, hojas secas o en blanco o con poco contenido. Celebramos no sé muy bien si el haber conseguido pasarlo o puede que tan solo sea estar en este 2.014 que no sabemos que nos deparará. Últimamente empujamos días igual que se empuja el estiércol. Mitad desesperados o resignados, mitad indignados y optimistas. Transcurriendo sin saber muy bien por qué por un tiempo, que como un enlace de metro, nos lleva o arrastra de un trayecto a otro, de la fiesta a  la resaca, del suelo al subsuelo o de la realidad a la existencia. Y sin embargo, saboreamos épocas pasadas como si fueran un dulce, diluyéndose garganta abajo.

Cuando la noche era la eternidad y algunos amaneceres excusas baratas para parecer un poco más mortales de lo que nuestras caras, en contra de nuestros cuerpos, querían aparentar. Ahorcando una juventud sin otoño ni invierno con elegancia o eso nos creíamos. Cobardes de mañanas muertos, cadáveres de rutina, de tristeza, por añoranza. Desvaneciéndose como el humo en el cielo estrellado. Verdugos de instantes, instantes capaces de hacerte sangrar, purgar, hallar la necesidad de revivirlos aunque sea en la memoria, mientras conduces, por una oscura carretera secundaria, rebuscando algún CD para subir el volumen y cantar gritando o gritar cantando, aunque sean unos segundos. Y creer que la velocidad con la que pasa todo es tan esperpéntica que asomarse por la ventanilla a mirar el paisaje que vamos dejando atrás, da vértigo. Y nauseas. Por no conseguir digerirlo. Igual que un yonki no digiere el mono. O un mono al yonki. Pero es que… ¡joder! ¿Qué tiene sentido?

Somos presos del tiempo. De este cabrón que nunca ha tenido misericordia por nada ni por nadie. La distancia únicamente es una coartada suya. Creo que no nos movemos;Sinceramente. Siento un verdadero desapego por quienes intentan ya derrotados antes de empezar, una batalla contra él. Por otro lado, procuro mantener un aprendizaje constante de cómo sobrellavar cada uno de sus garrotazos. A veces lo consigo.



Feliz año.