lunes, 31 de diciembre de 2007

Fin de 2007, bienvenido 2008.

Los años, son como coleccionar cromos, anhelas siempre uno más. Y sin embargo cuando lo tienes entre tus manos, te das cuenta, que no es realmente uno más sino uno menos, para tu colección definida e indefinida.


Hoy frío invierno te muestras,
En mi ventana empañada,
Otro año sin solicitar entras,
En mi voluntad fatigada.

Noche vieja nos volvemos a ver,
De frente a frente y sin pereza,
Ahora mis recuerdos voy atender,
Aunque supongo encontraré tristeza.

Y sin embargo todos los años,
Los deseos de esperanza y felicidad,
Cuando en casa nos juntamos,
Se piensan y se desean en cantidad.

Como un lápiz la vida,
Se entrega pues a cada palabra,
Escribiendo el día a día,
Con su mina cada vez más gastada.

Fin de 2007, bienvenido 2008.

lunes, 17 de diciembre de 2007

¿Es tarde?

Ya no podemos prevenir, tenemos que curar.
Somos el cáncer del planeta. Las células madre, malas. Y reproducimos nuestra contaminación con demasiada facilidad. El cuerpo inmenso que nos da vida, esta cediendo a nuestra desmesura. Sus pulmones los hacemos cada vez más pequeños y el aire que tienen que limpiar cada vez está más sucio. Sus puntos de refrigeración los estamos calentando y fundiendo, se vuelve caluroso y seco el clima, empieza pues a tener fiebre la tierra. Menos lluvias frecuentes, los veranos se alargan y el invierno, son tres días. La nieve se deshace antes en las montañas, los ríos no llevan tanta agua y la que llevan esta contaminada. Los bosques se están secando pero antes que lo hagan del todo, algún pirómano pirado les prende fuego. Los desiertos crecen, son la nada y vuelven a crecer. Aunque uno tenía un primo, licenciado o yo que sé que, que no sabía que tiempo ara mañana en Sevilla, claro está mucho menos de aquí doscientos años. No sé yo, quien era más primo de los dos. Pero hoy es mañana, sin que mañana pueda ser hoy. Así pues empecemos la cura, que más vale tarde que nunca.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

RELOJ.

Reloj, eres cruel y sin sensatez,
colgado en las baldosas de la pared.
Sométeme por favor otra vez,
a ese cuerpo que me crea tanta sed.

Reloj, escarchas poco a poco mi vida,
sin delicadeza ni compasión.
Y no por eso dejas de cobrarme día tras día,
Con eficiencia tu comisión.

Reloj, victorioso y arrollador,
olvida tu risa fría y farsante.
Que la vejez sin tregua ni pudor,
parece acercase muy constante.

Reloj, dueño y señor siempre de mi tiempo,
Comprendas que ya no me desespero.
Pues contemplaras como busco en el viento,
Sin pausa ni tregua, lo que más deseo.

martes, 11 de diciembre de 2007

Telefoneó.

Días atrás, sonó el teléfono, y respondí con toda naturalidad.
Resultaba ser una señorita que preguntaba por mi persona. Por fin te encuentro exclamó.
Como si me conociera de toda una vida. Yo, confuso, pregunté a ver quién era. Seguramente no me conocerás, contestó. Dejó salir de su boca con voz sensual un nombre, que ahora no recuerdo, pero provenía de las españas. Y pues, como es que usted me buscaba. Explicó que unos veranos atrás, nos encontramos vacacionando en Salinas, un pueblo costero de Oviedo. Sigo sin recordarla contesté ya preocupado. Por mí memoria más que nada. Seguramente no me recordarás, no nos conocimos personalmente, susurro por el telefonillo. Y pues, insistí. De esas vacaciones, que hicimos yo y un amigo, guardo una foto como un tesoro, respondió con media vergüenza. Y yo que me alegro, sin saber demasiado que contestar le dije. Parecía contenta solo con escucharme, me dejaba hablar, sin tener yo nada que decirle. Así, esta conversación no me lleva a ningún lugar, o empiezas a resolverme dudas o voy a colgar. No, no, no se apresuró a decirme, voy enseguida a aclarártelo todo. Esa foto de la que te hablado antes, era una tomada, al salir del hotel, en la que salías tu y una amigo de fondo. Después de mucho preguntar en el hotel por ti, e infinidad de negativas, por parte suya, decidí entrar a trabajar allí para poder sacar información. Des eso hace hoy cuatro años y por fin te encuentro. He tenido que hablar con tus padres antes de esta llamada, una mujer muy educada tu madre. Perplejo, frío y una curiosidad inmensa se apodero de mi. Sin pensarlo colgué el teléfono. No ha vuelto a llamar.

lunes, 10 de diciembre de 2007


Faltaba un cartel en el que se leyera: Bienvenidos a la republica bananera.

Con una constitución con poco texto (seguramente) y menos atención, una nación regida por el descontrol del no saber, sin gobierno ni gobernantes, solo algo similar a la policía, pero por suerte no armada y con demasiada libertad para actuar, si tuviera que ser equitativo entre nuestra seguridad y sus músculos. Eso si, mucha luz esporádica, gente que sube, que baja, que se mueve en definitiva, como pez en el agua. Anónimos la mayoría para mí, sintiéndome incapaz de situarlos en la sociedad, como yo para ellos, supongo. Con esa carta del anonimato a su favor, todos se disfrazaban de etiqueta, que daba la mano a los pocos modales, curioso pero cierto, adictos ellos, a los peinados modernistas, con una cantidad envidiable de gomina, envidiable, para las empresas que venden ese producto. Y ellas, que decir de ellas, con buenos escotes y mejores minifaldas, obviamente olvidado el refrán, si vas escotada no lleves una falda corta, mientras las corrientes de un mar de personas, intentaban interrelacionarse. Como si hubieran compartido años de infancia, o comidas de navidad. Algunos hacían cola en los lavabos, otros como poseídos por la carne, como lobos de la noche, la cola la hacían para atacar con la labia del tartamudo, probando su suerte a ver si conseguían seducir a las señoritas, que solo esperan eso, palabras tan inútiles como la tabla de colores para el ciego. Mientras, con los ojos del que descubre, que redescubre la noche, una bailarina cuando menos espectacular, asomaba su caderas por la barra moviéndolas a no se que ritmo satánico para la mayoría de creyentes y realmente sexual para mi. Distrayéndome del teatro de esa republica bananera.
Y al finalizar la noche, todas esas que se llevaron de premio un anónimo tartamudo, les tocó descubrir si la carta que escondían detrás del disfraz, era un as o solo un dos de picas.
Disfrutad de la bailarina, ah!! Y mirad de cuello para abajo, que es lo que hice yo, como los que se asoman reflejados en el espejo, como si se escondieran detrás de la cortina de luces.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Ay amor, gracias por el adiós.

Me tiemblan las palabras, que he echo para tu despedida. Mientras te alejas por la avenida. No te las he susurrado, para no obligarte a que te quedes. Y las grito a lo lejos, sabiendo que ya no me escuchas. Los ojos se me llenan de lagrimas, que no pienso dejar caer, para no hundirme con ellas. Un adiós, que no intenta ser un hasta pronto, un adiós seco y frío, como un trago de vino, picado. Respeto que perdimos, en la partida de nuestro amor, tu eras la blancas y yo las negras, primero maté tu reina y replicaste con un en derroque. La tabla quedó vacía, como si fuera una partida pasajera, sin revancha ni intención. Amor olvidamos el calor, de las noches y el sabor de tu voz, como un vago recuerdo a veces apruebo. Descalzos, en el camino de la conversación nos herimos los pies que corrían hacía este futuro. La música no me suena a melancolía, extraño que vuelvas del mercado, no por ti, sino por mí. Quizás por eso, no son añoranza los recuerdos. No vuelvas, para marcharte otra vez, creo que estoy recuperando mi sensatez.
Se me ha quitado la ansiedad, los celos, y ha regresado la curiosidad, la vida y la felicidad. No te llamaré para pedirte; ¿El por qué te has ido? Este es mi sitio, lleno de nada, y de que si algo hay, enseguida pasa. Ay amor, solo quiero decirte, después de mucho pensarlo, gracias por el adiós.

tiros por la espalda.

Se queman los cuerpos al morir, es posible, dejar que se los lleve el viento. Se puede quemar la basura que creamos día a día. Se queman tantas cosas que pasan a ser, ceniza sin retorno a su forma, que seguramente nos sorprenderían. Pero es delito quemar los libros, por quemar palabras, guías de caminos antiguos, nuevos. Aunque algunas palabras ardan en hogueras echas a conciencia. No se las puede obviar, carbonizar para borrarlas. Y sin embargo con pólvora, queman esas palabras desgastadas que con tanta facilidad se ponen en la boca; libertad, represión, lucha… quien cree a los pistoleros. Consiguieron con mucha pólvora dinamitar un proceso de dialogo para la paz, encendiendo conversaciones. Y ahora queman su futuro a tiros por la espalda, como los asesinos a sueldo, mercenarios de la sangre fría. Que huyen al terminar su trabajo sucio, por no poder dar la cara, que se les cae de vergüenza, si tienen.

la felicidad.

Como un alpinista,
Que intenta hacer cima.

A veces montañas,
Demasiado altas.

Otras posibles,
Cimas conseguidas.

Nuevos retos asumidos,
Que juntos consumimos.

Mil escaladas,
Como mil montañas.

La felicidad es lograr,
Subir para poder bajar.