jueves, 21 de agosto de 2014

Del futuro, las felaciones y el pasado



Al despertar. Cuando sueño pierdo la cordura y cada día, al despertar, me resulta más difícil regresar a ella. Hay instintos pegados a mí al igual que tatuajes, que he empezado a obviar porqué no consigo deshacerme de ellos.  Soñé, que andaba solo, justo antes de la madrugada, cuando la noche es más oscura, por una ciudad que no conocía, desierta, y tropezaba, como quién tropieza con una seta en el bosque, con una cabeza dentro de un casco. Una cabeza sola y viva, sin el cuerpo ni la muerte. Capaz de razonar y sin embargo, incapaz de dar razones. Recuerdo, estar un largo tiempo conversando con ella, era una cabeza de mujer con un casco de moto, con el cuello cortado muy delicadamente y sin sangrar, con unos cabellos lisos color azabache. No le sacqué el casco porqué lo decían en los consejos televisados del gobierno. Recuerdo, sentir un estado de embriaguez capaz de no dejarme pensar con claridad y tomar la errónea decisión de llevarme ese cerebro con envoltorio para casa. ¿Por o para qué? Lo desconozco. Recuerdo también, llegar y dejarla encima de la biblioteca, como si de un trofeo se tratara y después, irme a la cama, con la única intensión de descansar para afrontar el desconcierto mejor.

Al levantarme. Lo primero que hago al poner un pie en el suelo es ir directamente a la biblioteca. No hay nada, únicamente, la traza de un color rojizo de algo mayor a una copa. Dudo que tan siquiera me hubiera podido hacer una felación. Algo sustancial para seguir guardado una cabeza de mujer en mi casa ¡Maldita soledad! Ahora, siempre que vuelvo a casa de madrugada, voy mirando al suelo.

Al mediodía. Mí mujer ha vuelto hacer judías para comer. ¿Qué es más esencial para acabar con una pareja? ¿Qué no tenga un futuro claro, aunque si un pasado? O ¿Un futuro no seguro pero con ilusión y sin pasado? ¿Las judías son algún síntoma de algo?


Forever young: es más imposible que improbable.