jueves, 30 de enero de 2014

Muertos de estima


Cae la noche con el tiempo tan absurdamente
Como el atractivo.

“Ponte sólo esas bragas pequeñas y negras”

Entre nosotros un inmenso vacío.

Cuéntame, que el amanecer esperará a que
Acabemos lo que hace mucho que no empezamos.

Si quieres, te miento: tú sabes que lo hago bien.

Ensayo el romanticismo perdido a diario.
Después, actúo desenfrenadamente, igual que si fueras
Aquella que tanto anduve acechando y esperando.
Mientras danzo entre la línea de la ridiculez y el deseo.

Entonces, reanimar la hoguera susurrándote incorrecciones.
Sombras de lo que fuimos; color ceniza.
Cortesía de horas tempestuosas y naufragios.
Helados y desnudos. Aunque ya sin ingenuidad.

Hundidos en la cama del extravío.
  
Cadáveres de nosotros mismos
Incapaces de resucitar nada.


Muertos de estima.   

sábado, 18 de enero de 2014

Perro

Creo que un perro se está riendo de mí. Con una mano me sujeto la manguera y con la otra aguanto el resto del cuerpo anclándola en un árbol. Me parece que debe ser muy tarde para acostarse y muy temprano para levantarse ¡¿Qué coño debo hacer?! No intento apagar ningún fuego. En el árbol paralelo hay otro individuo con los mismos problemas urinarios. El perro sigue mirándome fijamente, deseo que lo único a que espire sea a reírse. La noche es fría aunque mi cuerpo no lo percate. Retorno casi por imperfección al interior de la sala donde el tiempo pasa sin procesar.

-          ¿Bailas? Me pregunta ella.
-          Lo puedo intentar. Pero soy más de barra. Si quieres, te puedo mentir, lo hago muy bien; lo ves.
-          ¿Bailas o no? Insiste.
-          ¿En horizontal o en vertical? Pregunto.
Y se va.

Paso no se cuanto tiempo más en oscuro. Y al salir, aún está el perro allí sentado, como esperándome. No le digo nada, lo ignoro, sin embargo él, me sigue hasta casa. No le invito a tomar la última copa. Unos días atrás me han detectado unas intolerancias alimentarias y creo, no estoy para nada seguro, que para hoy ya me he pasado en la ingesta de los no recomendados. Caigo en algo blando, dejo para mañana descubrir si es el sofá o la cama.


Al despertar. Abro la puerta y observo que el perro ya no está.       

sábado, 11 de enero de 2014

Muerte de un amigo

La vida es una hija de puta. No es justa. Nunca lo ha sido y nunca lo será. No sé porqué intentan hacernos creer lo contrario. No sé porqué nos hablan de puto karma, de la eternidad o la bondad del señor- ¿Qué bondad? ¿Qué señor? Si no hay más que la cruda realidad. Ese Fin, a menudo, prematuro. La muerte; Eso si es un hecho tan existente como la vida. Nos morimos. Los seres vivos tenemos eso, que nos morimos. Pero joder, no a los 23 años después de estar los últimos 4 luchando con todas las fuerzas contra una enfermedad creada por nosotros mismos.  ¿Es así de cruel el destino? Pues que le den por el culo al destino.

Vomito sentimientos. Es un vómito de indigestión. Por un ardor insaciable a causa de la muerte de un amigo.  Un amigo de 23 años, y como verdugo un cáncer. Un cáncer inoculador de miedo, de desaliento, asesino a sueldo, infatigable, con mala memoria, lagrimas llorando, no hemos podido hacer más. Su madre, me hizo de madre, durante mis primeros años. Su madre, le puso mi nombre, el mismo nombre que tiene su padre. Pero el día en que nació, se reían, con mi madre, mientras contaba entre una alegría inmensa, tan inmensa como es ahora nuestra pena, que lo hacía por mí, no por su padre. Escribo y lloro. Por él y por ella. Sabiendo que morir es algo tan natural como vivir, pero a los 90 años. Porqué a los 23 nadie quiere morirse. Y tan grande es el miedo a hacerlo, que en estos últimos días cada vez que él se dormía, despertaba a los pocos segundos sobrecogido por terror a no poder hacerlo, rogando, a sus padres, que no le dejaran dormirse. Hasta que lo ha hecho para siempre. Descansa en paz amigo. Tu vacío no se llenara jamás.


En el silencio vuela. Igual que lo harás siempre en nuestras memorias.     

jueves, 9 de enero de 2014

Sueños

A menudo sueño que me abro por la mitad, desde la cintura hasta el cuello. Luego entro dentro de mi igual que quien entra en una cavidad; una fosa, por donde divago con un tamaño miniatura. Es parecido al mundo, con menos verde y más rojo. Durante un rato ando de aquí para allá observando el hígado, el páncreas, los pulmones, el corazón, los intestinos, el estómago y el infinito.

A veces, encuentro una mujer que en la vida real nunca he visto, no la reconozco. También, sorprendentemente, está andando dentro de mí, cómo buscando algo. Y no es la salida. No hablamos, únicamente nos miramos, me sonríe, tengo de decir que me angustia un poco su presencia,  y seguimos cada uno hacía un órgano distinto. Normalmente, la veo una vez por sueño, nunca se repite. No va muy mal vestida, tampoco demasiado bien. Anda con unas botas de lluvia repletas de gotitas de sangre, unos pantalones oscuros y una parka. Es de piel blanca y pelo claro. No os puedo decir más de ella.

Los días que sueño esto, me cuesta más despertar. Igual que si estuviera nadando mar adentro y la resaca me dificultara el volver, me levanto más cansado, casi agotado. No sé si está interrelacionado, pero creo que este sueño me podría matar si es interrumpido, es superior a mí. Al despertar cierro la abertura como quien sube una cremallera, vuelvo a introducirme en la cabeza por el lagrimal y con todas las fuerzas intento levantar los parpados, mover las piernas y los brazos intentando trasladar el tronco que parece ser de plomo. Con la boca tan seca que la lengua se ha pegado a la piel y el paladar parece un callo, los labios están escarchados. Los oídos tapados como en altura y los dedos, a parte, de inmensos, acartonados y tiesos.


Placidamente, no recuerdo cuando fue la última vez que desperté… placidamente.       

viernes, 3 de enero de 2014

Feliz año

Dejamos atrás el 2.013 igual que se dejan atrás estaciones de trenes, amores, hojas secas o en blanco o con poco contenido. Celebramos no sé muy bien si el haber conseguido pasarlo o puede que tan solo sea estar en este 2.014 que no sabemos que nos deparará. Últimamente empujamos días igual que se empuja el estiércol. Mitad desesperados o resignados, mitad indignados y optimistas. Transcurriendo sin saber muy bien por qué por un tiempo, que como un enlace de metro, nos lleva o arrastra de un trayecto a otro, de la fiesta a  la resaca, del suelo al subsuelo o de la realidad a la existencia. Y sin embargo, saboreamos épocas pasadas como si fueran un dulce, diluyéndose garganta abajo.

Cuando la noche era la eternidad y algunos amaneceres excusas baratas para parecer un poco más mortales de lo que nuestras caras, en contra de nuestros cuerpos, querían aparentar. Ahorcando una juventud sin otoño ni invierno con elegancia o eso nos creíamos. Cobardes de mañanas muertos, cadáveres de rutina, de tristeza, por añoranza. Desvaneciéndose como el humo en el cielo estrellado. Verdugos de instantes, instantes capaces de hacerte sangrar, purgar, hallar la necesidad de revivirlos aunque sea en la memoria, mientras conduces, por una oscura carretera secundaria, rebuscando algún CD para subir el volumen y cantar gritando o gritar cantando, aunque sean unos segundos. Y creer que la velocidad con la que pasa todo es tan esperpéntica que asomarse por la ventanilla a mirar el paisaje que vamos dejando atrás, da vértigo. Y nauseas. Por no conseguir digerirlo. Igual que un yonki no digiere el mono. O un mono al yonki. Pero es que… ¡joder! ¿Qué tiene sentido?

Somos presos del tiempo. De este cabrón que nunca ha tenido misericordia por nada ni por nadie. La distancia únicamente es una coartada suya. Creo que no nos movemos;Sinceramente. Siento un verdadero desapego por quienes intentan ya derrotados antes de empezar, una batalla contra él. Por otro lado, procuro mantener un aprendizaje constante de cómo sobrellavar cada uno de sus garrotazos. A veces lo consigo.



Feliz año.