miércoles, 25 de febrero de 2015

Sé para que sirve la tapa del wáter

Odio la música militar. Por otro lado, y sin saber el por qué, me gusta la palabra gatillo. Sin embargo, las armas me dan repelús igual que algunos animales. Aún a sabiendas, que nosotros somos eso, animales. Algunos más que otros.  A menudo me despierto a media noche convencido de que sería capaz de suicidarme. Luego o amanece o me vuelvo a dormir. 
Ni al levantarme ni durante todo el día se diferenciar un buen café de uno malo pero sí, el que me gusta del que no. Estoy viciado al café al igual que lo he estado a otras cosas. Espero que dentro de nada no salga un estudio explicando que los efectos secundarios del mismo son atroces para la salud, pues ya estoy harto de quitarme placeres que endulzan la amargura de esta vida mía que a menudo la vivo como quiere ella.  Hace quizás demasiado que no ando a gatas. Y en la casa en la que vivo ya no se pueden hacer más ventanas. ¿Debería mudarme?
Ayer. No baje la tapa de wáter y mi compañera me volvió a explicar lo molesto que es para ella que eso ocurra. Le contesté que a mí con los otoños me pasa lo mismo. Se fue a la cama a leer,  igual que quién busca la libertad de vivir otra voluntad que no es la cotidiana. Al acostarme yo y ver que aún leía, le dije que a mí me pasaba con la soledad. Me contestó que cada día estoy peor. No puede más que afirmar con la cabeza. Creo que a veces me gustaría ser un cura. Para estar casado con dios; él nunca me pediría que bajase la tapa del wáter.
Gozo de un rincón secreto al que me pierdo cuando creo que lo necesito. Las razones que crean la necesidad pueden ser tan dispares unas con otras que parece increíble que el lugar pueda ser el mismo. Me da miedo pedir a mi compañera que cuando muera tiren mis cenizas allí porqué dejará de ser secreto y medicinal.  Canto fatal, por eso no canto más, aunque a veces pegue voces siguiendo alguna canción para perfumar el olor en ocasiones rancio del día a día.

Tengo un descosido en el costado por donde me sangra el tiempo. Desertor a veces de mi mismo huyo a ningún lugar para soportar lo que me atormenta, relámpagos y truenos del porvenir.    

viernes, 6 de febrero de 2015

Antes de acostarme

-          ¿Qué es la vida? -Me preguntaba un amigo al amanecer apoyados en la barra de un bar. Con algún ron de más y sin saber muy bien si habíamos dejado de ser grandes o empezado a serlo.-
-           Un transcurrir de momentos incesante y a la vez la mayoría irrelevantes de acciones que nos conducen a sobrevivir de la mejor forma posible, para llegar a la muerte lo más tarde que las desdicha nos permita. - Contesté sin saber demasiado que decía.-
-           ¿Y la muerte? –continuo-
-          Para cada una algo distinto y para todos lo mismo. La nada para mí. –respondí-
-          ¿Nos vamos a la cama? –dijo-
-          ¿Y por qué soñamos? Pregunté yo.
-          Para escaparnos de esta realidad que nos oprime el espíritu y desahogar la conciencia que tenemos amordazada por culpa de la civilización, única forma de vivir todos en multitud aún sin comprender la necesidad. Somos como esas hormigas organizadas para que el grupo funcione. Cada uno tenemos nuestro cometido para que el engranaje no pare y nos puedan tener distraídos, ocupados, atareados todo el tiempo, así no hay más tiempo para pensar en otras cosas que no sea el día a día y el futbol.

-          Va, vámonos a la cama, pero cada uno a la suya.