lunes, 27 de mayo de 2013

Espíritu Santo

Media mañana. Brilla el sol, por fin, parece que el invierno deja respirar a la primavera. El cielo está azul. Esto empieza a parecer un anuncio de compresas. Observo a mí alrededor y solo veo la mano del hombre. El paisaje es de hierro y hormigón, la vegetación es ornamento. No es que siempre me quiera meter con dios,  pero es que le hemos jodido el jardín, y bien. Esto no hay milagro, ni inundación bíblica que lo solucione. Somos como una especie de plaga con ansias irrefrenables de construcción. Des de hace, seguramente, ya demasiado.

Medio día. Al llegar a casa y abrir el televisor observo la noticia: Un tornado ha arrasado Oklahoma. Únicamente ha quedado un amasijo de hierro, madera y hormigón. Las personas que salen en las imágenes, revolotean lo arrastrado igual que las hormigas cuando les tapas el agujero. Buscan su pasado debajo de los escombros de la devastación. ¿Seguro que todos se merecían la furia de dios a través de la naturaleza? Me pregunto. ¿Eran todos unos pecadores, o es, únicamente, un fenómeno meteorológico? Como verduras, al vapor, sin nada de sal, con un poco de aceite de oliva. Acompañado de un trozo de carne a la plancha. Todo, echo, en una cocina de hoy, con vitrocerámica, olla de inox y placa de acero que puedes en la cocina de tu casa, creer que asas la carne a la parrilla pero sin flama. Supongo, que antes, mucho antes, cuando, como dice la canción, aún era todo un jardín, no debían comer, aunque sí cocinar, algo muy distinto a esto.     

Media tarde. Nada cambia. Vuelven las tormentas de esta primavera que no quiere acabar de despertar. Los pantanos están todos ya a más del ochenta por cien de su capacidad. Los bosques están de un verde espectacular, ni el mejor pintor sería capaz de captar su magnitud, ni el photoshop ¿y debo creer que lo ha creado alguien con una voluntad parecida a la nuestra? Permitidme la duda.


Media noche. Se me aparece la virgen (María). Me despierto, me desvelo. Pienso en ese sinfín de mujeres que hubieran querido poder culpar de un embarazo no deseado al espíritu santo. Me cuesta dios y ayuda poder volver a reconciliar el sueño. Mañana tengo que madrugar y no sé a quien culpar.  

sábado, 18 de mayo de 2013

Dios y Wert


De madrugada. Me levanto, que no me despierto. Voy como un autómata hacía la ducha. Sigo los mismos pasos de siempre. Sin embargo, mientras me resbala el agua piel abajo y se deshace de mi sueño y de mis sueños, me entra un extraño frío por todo el cuerpo y eso, que el agua está a la misma temperatura que ayer o ante ayer, es decir; alta. Creo, que adentro, no sé donde, debo estar enfermando. Mientras sigo duchándome ese frío sigue extendiéndose, igual que las guerras en los territorios o al contrario que el hielo en la Antártida. Me estoy volviendo miedoso y sin saber porqué a su vez, egoísta. Antes de salir de la ducha he decidido cree en todo y en todas las deidades; en Cristo, Ala, Jehová, buda, Quetzlcoatl, Venus (sobre todo en Venus) en el dios del sol, de la luna, del mar, me da igual. Soy así, paso de todo a nada, o a la inversa, sin esfuerzo o con un completo empeño. Después de tomarme la temperatura con un termómetro digital, desconozco el motivo pero siempre me ha parecido más seguro los de mercurio, esos que no hace mucho prohibieron porqué resulta que eran cancerigenos, decido, dado que la fiebre se va apoderando otra vez de mi cuerpo, quedarme en casa. Como añoraré el rato de desayuno en que puedo observar lo que pasa a mí alrededor.

Media mañana. Llevo demasiado mirando la tele. O demasiado estando solo. Vuelve el miedo. Me fijo, y observo que después de hacer mucho zapping, el que no es del Real Madrid, es del Barca, el que no de izquierdas es de derechas, el que no tiene pareja está en un grupo de singles, hay los antisistema, los que les gusta el deporte extremo, los del running, los del club del libro, los frikis, los que les gusta el hormiguero o el intermedio, la formula 1 o moto GP, los de Dostoievski o Nietzsche, los de la ser o la cope. Los de novela o  poesía, arte o ensayo, nacionalistas españoles o catalanes. Pero todos, buscamos un grupo en el que entrar o caber, ya sean religiosos, deportivos, culturales o un largo etcétera. Seguramente lo hacemos por seguridad, ya que aparte de mentirosos, somos unos egoístas y miedosos. Por suerte, Wert, nos ha hecho una ley a medida, lastima, que llevo ya años fuera de la educación básica. La religión tendrá el mismo peso que las matemáticas o la lengua, para la evolución de un curso. Lo que desconozco es si luego, al lo largo de una vida, nos hará la misma falta saber sumar que saber rezar una padre nuestro sin equivocarnos. Seguramente, más nos vale encomendarnos a dios que a los economistas o políticos.

Medio día. Hecho de menos la sensación de poder enamorarme. Supongo que el tiempo va desangrando la sensación de enamoramiento hasta dejarla únicamente en estimación. Y, es dificilísimo, diría imposible, volver a enamorarte de una persona  a la que conoces, casi, mejor que a ti mismo. Yo no podría enamorarme de mi mismo. Me conozco demasiado, a parte, de no ser homosexual. Pero si puedo quererme. Pues, es eso. Más me vale que dios me coja confesado por lo que me resta de día. Mañana ya decidiré si sigo creyendo y creyéndomelo todo o no.     

martes, 7 de mayo de 2013

La infelicidad


Me falta un verso. Contraer el nervio.
Mil estrellas en el universo. Sosegar el aliento.
El consenso y un beso. Escuchar al viento.

Convencer y convencerme.
Gobernar y gobernarme,
Pertenecer y pertenecerme.

Destellos de viejos huecos. Heridas mal curadas.
Destrozos de naufragios. Vidas desahuciadas.
Futuros que nacen muertos. Nidadas mal criadas.

Contradicción en la adicción.
De un mundo infeliz.
Anhelando y procurando:
Ser feliz. 

viernes, 3 de mayo de 2013

Alejarse

Nathalie Mulero-Fougeras
http://www.fougeras.com/




Medio día. Hoy he comido de restaurante o mejor dicho de menú. Con la prensa, solo, y con esa tranquilidad que a veces busco, no para nada. Quizás, para sentir la sensación de falta de actividad a mí alrededor sin ser yo quién procuré instaurar un orden, a veces, casi imposible.

Media tarde. Intento recordar qué he comido que me está dando esta digestión tan pesada. Y después de recapacitarlo mucho, llego a la hipótesis, que no conclusión, de que han sido todas las noticias leídas, tan difíciles de tragar. Si pudiera, igual que con los alimentos, conseguir hacerme venir arcadas para vomitarlas todas, lo haría. Las dejaría perder retrete abajo. Pero no se puede, son más parecidas al frío. Que se mete adentro y cuesta dios y ayuda sacártelo. A veces, incluso, he tardado semanas en recuperarme. El frío, comparte síntomas con el miedo. Sin embargo, con agua caliente, se mejora mucho. El miedo es un mal compañero y el frío también. Si tuviera que elegir a uno no sabría con cual quedarme. Tanto me ha invadido uno como otro, y en ocasiones, sin razón aparente. Y acojona. Algunas madrugadas, después de ducharme, cuando el cristal aún está empañado por el vapor del agua, mientras me seco, me observo y me veo en él, con la boca llena de petróleo, entonces, me apresuro a pasar la mano para retornar ese vapor en gotas de agua y que el cristal vuelva a un reflejo correcto, decapitando la imagen. Sacándome esa idea de la cabeza. Y acojona, acojona el no saber porqué pasa, y acojona el saber que ocurre estando despierto, que no es un sueño. Pero me lavo los dientes, escupo la espumosidad de la pasta de dientes como si fuera el petróleo, me impregno de desodorante y colonia y me voy desnudo al armario a empezar un nuevo día. Olvidando la imagen desagradable y sin querer saber el por qué.

Ocaso. No cenaré. Tengo aún todas las noticias atravesadas en el estómago. Me es imposible digerir a Rajoy y sus mentiras, a Aguirre y su mierda que le sale por la boca. A Gallardón y su forma de salvar vidas o destruirlas. A Montoro y su chulería pedante desafiando o retando a quien le cuestiona lo mal que lo hace todo. A de Guindos, a Mato, a Pastor o a cualquier otro, a Urdangarin a la Infanta, a el bigotes a todo ese sin fin de banqueros que a parte de engañar a millones de personas, la mayoría gente mayor, se retiran con jubilaciones millonarias, con toda la desvergüenza de los sinvergüenzas.

Media noche. Antes de dormirme, recuerdo esa conversación al despedirnos del día en que nos conocimos. Hay momentos que no se olvidan y sin duda, hay otros que olvidamos demasiado deprisa.
-           
-          Te estoy mirando el culo. Le dije.
-           Lo sé. Contesto.
-          Te lo digo porqué lo sepas. Insistí.
-          Te acabo de decir que lo sé.
-          Si pero así lo sabes más. Seguro te lo estoy mirando. Porqué sé que te gusta.
-          No me conoces de nada. Replicó.
-          Pero lo sé. Volví a insistir.
-          ¿Qué nos queda? Preguntó.
-          Todo o nada. Le grite.

Y se alejo.