22.10. Empezamos
a cenar en la terraza de un chiringuito de esos, en los que piensas, que únicamente el destino es capaz
de llevarte. El infinito del mar, la brisa, unas velas, nueva compañía, igual
que un regalo a estrenar y la noche por delante. Pido pescado, acompañado por vino blanco, ella también.
23.30. Empiezo a
observar la realidad desde una perspectiva diferente. Debe ser el vino. Vamos por
la mitad de la segunda botella. Ella, me parece está en lo mismo punto de vista
que yo. -¿Postre van a tomar?- ¿Cómo no?- respondo. –Aquí
les dejo las cartas.
23.35. –Pide, a
ver si pueden ponernos el coulant de chocolate para llevar y una botella de
champán- Me dice ella. Perdone ¿Pueden ponernos un coulant para llevar y una
botella de champán? –Claro. –Y la cuenta-añado.
23.45. Estamos
camino a una cala, pequeña, tranquila, la luna ilumina el camino. En una mano
el coulant en la otra, la botella de champán. Procuro no resbalar, para no
romper a la vez la botella, el postre y todas mis esperanzas de sexo para esta
noche.
03.45. Llevamos
más de tres horas y media desde que nos hemos acabado el chocolate y el
champán. Desde entonces, solo, hemos hablado. Eso sí, de casi todo, menos del
futuro inmediato.
04.45. Estoy
hasta las narices de sus planes de futuro (lejano). Me lanzo a la pregunta -¿Quieres follar conmigo? - ¡No! ¿Hoy ya?
¡Estás loco! ¿O qué te pasa? ¿Realmente crees que soy una guarrilla de esas
facilonas que solo quieren sexo? ¡Espero mucho más de un hombre!-Me diece, con un tono demasiado alto para mi gusto.
6.55. Estoy a
punto de acostarme mientras recapacito, como somos de distintos los hombres y
las mujeres. No me preocupa quien coño le habrá ido a
buscar en esa cala, quizás… ese hombre del cual tanto espera.
¿Para qué? Me pregunto.
¿Para qué? Me pregunto.