jueves, 24 de enero de 2013

No soy gato

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Tengo la mala costumbre de leer la prensa. Últimamente la verdad es que es depresiva. Después debo buscar algún antidepresivo para compensar el desorden que me da esta maldita crisis directamente en el cuerpo. Procuro perderme solo en los bosques cercanos, todo el tiempo posible. Pero aún así, la tristeza es muy pegajosa y cuesta deshacerse de ella, a menudo, debo con los amigos intentar acabar de quitarla con algún alcohol no demasiado intenso.
Sin embargo y casi sin querer te vuelves a dar de frente con el maldito lunes, que a lo que trabajo se refiere no augura nada bueno. Es un sangrado que parece interminable mientras, al igual que en la Naranja Mecánica, te ves obligado a tragar noticias repugnantes de lo que presuntamente ha robado uno, de lo que decide recortar otro (aunque de la misma calaña que el primero), de la solución de lo soberano o el problema de la independencia, de lo mal que lo hace el gobierno o peor la oposición. Pero en fin, no solo os contaba todo esto para vomitar esta bilis que me va quemando las vísceras.
La curiosidad es como un vicio para mí. No entiendo de nada pero me gusta fisgar en todo. En fin, que venia en El País esta noticia: Neander Park. Leí, leí con toda la intención y atención. Y al acabar, mi mente, se lleno de preguntas por resolver, de hipótesis por crear y de teorizar en que si se lleva a cabo como acabará. De lo que sería ahora, introducir otra especie que ya se extinguió. No sé, o más bien desconozco que sería lo moralmente correcto, lo que ocurriría o si esto nos lleva alguna parte, pero lo que sí sé es, que la curiosidad mató al gato. Pero es que no soy gato o eso creo.          

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