Para
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Tengo la mala costumbre de leer la prensa. Últimamente la
verdad es que es depresiva. Después debo buscar algún antidepresivo para
compensar el desorden que me da esta maldita crisis directamente en el cuerpo. Procuro
perderme solo en los bosques cercanos, todo el tiempo posible. Pero aún
así, la tristeza es muy pegajosa y cuesta deshacerse de ella, a menudo, debo
con los amigos intentar acabar de quitarla con algún alcohol no demasiado
intenso.
Sin embargo y casi sin querer te vuelves a dar de frente con
el maldito lunes, que a lo que trabajo se refiere no augura nada bueno. Es un
sangrado que parece interminable mientras, al igual que en la Naranja Mecánica , te ves obligado
a tragar noticias repugnantes de lo que presuntamente ha robado uno, de lo que
decide recortar otro (aunque de la misma calaña que el primero), de la solución
de lo soberano o el problema de la independencia, de lo mal que lo hace el
gobierno o peor la oposición. Pero en fin, no solo os contaba todo esto para
vomitar esta bilis que me va quemando las vísceras.
La curiosidad es como un vicio para mí. No entiendo de nada
pero me gusta fisgar en todo. En fin, que venia en El País esta noticia: Neander
Park. Leí, leí con toda la intención y atención. Y al acabar, mi mente, se
lleno de preguntas por resolver, de hipótesis por crear y de teorizar en que si
se lleva a cabo como acabará. De lo que sería ahora, introducir otra especie
que ya se extinguió. No sé, o más bien desconozco que sería lo moralmente
correcto, lo que ocurriría o si esto nos lleva alguna parte, pero lo que sí sé
es, que la curiosidad mató al gato. Pero es que no soy gato o eso creo.
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