De madrugada. Despertarse, por obligación, cada día a las seis de la mañana es una mierda en el primer momento, luego, cuando vences con perseverancia el sueño, no. Se le da la vuelta a la sensación igual que a un calcetín. Y si puedes, a media mañana, desayunas como un campeón durante media hora, con la prensa delante ya es, casi, un placer. En los días en que no consigues espolearte y el sueño parece no despegarse de la piel, deambulas en todo lo que haces. Eso, sucede cuando la noche anterior has ido a la cama, más tarde de lo que el cuerpo lo permite. Ayer, fui de concierto. Y un concierto, es como tener sexo, puedes acabar queriendo más o pidiendo la hora. Algunos se te hacen cortos y otros, sin embargo, interminables. Puedes gritar y darlo todo o aburrirte cómo una ostra (pero, ¿por qué se aburren las ostras?) Puedes, chillar incluso jadear o estar callado. Desear un bis o que se termine. Ayer, no tenía que terminar nunca.
Media mañana. Desayuno como un campeón. Donde siempre. Me tomo
una coca-cola, nunca me ha gustado la
Pepsi , y un café doble, intento rehacerme o rearmarme por lo
que me queda de mañana. La camarera debe notar mi somnolencia y no me hace
demasiado caso. Cada vez, está más ancha. Hay mujeres que el embarazo les
sienta bien y otras, que les sienta fatal; interiormente y exteriormente.
Incluso, se ve, y digo se ve, porqué en los embarazos de mis dos hijos no me ha
ocurrido, que hay mujeres que les aumenta el deseo sexual, supongo debe tener
su base científica, yo, no lo he podido estudiar. Pero sé, he comprobado, que
alguna, algunas se les reduce casi a la nada. Soy curioso y no puedo evitarlo. Le
pregunto: -¿Estando embarazada tienes más o menos ganas de tener sexo? Me mira, sonríe, y contesta:- Ninguna. Esta
experiencia ya la he vivido y dejo la conversación aquí. Seguramente, pensará
que soy un depravado, pero por suerte o desgracia (no lo sé) no me importa.
Medio día. No como. Me voy aprovechar el rato que tengo para
dormir. No sé porqué, pues dicen que el sueño no se recupera. Sueño que la
camarera es una preñada pervertida y viciosa que únicamente desea y me lo hace
saber, que la folle encima de la barra, en todas las posturas posibles en que
su estado lo permita, mi moral no me lo aprueba. Puta moral, hasta en sueños
jode. Puta educación católica. Puta vida. Ni en una realidad paralela creada
por y para mí consigo cambiarme. Otro mal despertar. Las siestas demasiado
largas nunca me han sentado bien.