viernes, 14 de junio de 2013

Sentir

Media mañana. La camarera está preñada. No me extraña. Todo va hoy a otra velocidad ¿Será porqué su paso ha cambiado? En una mesa frente a la mía hay un chico con barba, pelo largo un poco ondulado, un jersey de lana marrón (estamos en verano o casi ¿no se debe haber percatado?) la parte inferior no la veo pues la mesa me lo esconde. Está tomando un té, con una parsimonia increíble. Durante unos segundos, me quedo pensando a quien me recuerda, hasta que caigo en la cuenta (no lo entiendo
mujer preñanda
http://adriavolta.blogspot.com.es/
esto de caer en la cuenta) de que es la viva imagen, si es que esta vivo, de Jesucristo. El hecho de qué esté tomando algo alivia mi preocupación de que sea una visión, únicamente mía. No sabría como afrontar de tener que ahora, a mi edad, hacerme creyente. Mientras estoy desayunando me llama un amigo, uno de esos que si no es importante, casi nunca te llama, lo dice todo a medias y por watts. Me temo lo peor. Y así es. Su mujer no le ha abandonado. Es que también soy amigo de ella y seguramente, me lo aprecio más que a él. Para los dos, sería mejor dejarlo. Nuestro señor se levanta y va hacía la caja a pagar. Ufff... Por el momento no debo empezar a creer.

Medio día. Hay una mosca que me está molestando, por no decir jodiendo, desde hace ya un buen rato. Tanto, que lo dejo todo para cazarla. En unos minutos lo consigo he intento observar unos cuantos reflejos de mi cara en su ojo, para satisfacer mi ansias de ganador, sin embargo, no me veo. No sé si matarla o dejarla volar al aire libre, pero ¿y si sabe el camino y regresa en busca de venganza? La mato. Aún así, no me siento un asesino. No tengo demasiada hambre y no sé qué comer.

Media tarde. Me peleo con un conductor con aromas de suicida y asesino. Nos hemos cruzado en el camino en un mal momento. Él tenía prisa y yo ninguna, se juega su vida y lo que molesta más, la mía, en un adelantamiento más que temerario. Me levanta un dedo, os dejo adivinar cuál, y sigue su camino. No le chillo, ni lo insulto, ni hago gesto alguno, creo que eso sería inútil. No sé si creer en el karma, pero deseo que él si que crea. Se aleja, a una velocidad de vértigo.


Media noche. Me voy a la cama. Mañana u hoy, mi hija suma un año más. De pequeño siempre tenía prisas para crecer. Ahora, me gustaría ralentizar el tiempo y poder gozar con la parsimonia con que Jesucristo 2.013 se tomaba el té. Al recordarlo, pienso si su forma de vestir o de vivir, era un reflejo, no de las pasarelas de Milán o Paris, si no de la biblia y de una creencia tan profunda como el amor que se puede sentir por un hijo.     

2 comentarios:

Dany dijo...

Por acá es "darse cuenta" aunque leemos a menudo "caer en la cuenta". Es como entender la cuenta ( la matemática)....bueno a mi tampoco me cierra jaja

Yo deseo fervientemente gozar de la parsimonia como vos.

Abrazo!

Jou McQueen dijo...

Gracias Dany por la aclaración, pero como dices, a mi tampoco me cierra.

Intentemos pues, que cada segundo sea una eternidad.

Un abrazo.