El envejecer,
normalmente y al revés que al buen vino, nos estropea –en algunos, en
particular, más- no es el caso de ella. Ella
no tiene nombre. Bien, sí lo tiene pero no lo haré público. Aunque me lo pida
un lado de la razón el otro es más poderoso y consigue imponerse. Igual que
vence también en la batalla de la valentía. Ella es
una de las pocas mujeres con las que el adulterio, casi, estaría justificado. Una
excusa, un argumento, por la causa de incumplir unos acuerdos verbales propuestos
en un tiempo en rosas.
Ella no es nadie
y a veces, son muchas. Ella o ellas, pasan sin mirar y si miran dudo que se den
cuenta de los deseos ocultos en unos ojos de movimiento nervioso, de vistazo rápido,
de instante fugaz. La boca nunca acompaña los pensamientos, que a menudo, huyendo
de cualquier bandera, diría sin tapujos, ni miedos, ni inhabilitada por unas
fronteras alzadas por una sociedad demasiado adoctrinada por siglos de
religiones, mutiladora de cualquier instinto animal: “Regalo besos y lo que
surja” o “ Me gustaría follar contigo” –lo dejo a su elección-. Pero el temor es más fuerte y los acuerdos
están para cumplirlos. Puede, que la
curiosidad, sea buena parte de la tentación. Puede que el saber la respuesta de
ellas fuera tan satisfactorio como el momento del consuelo. Quizás no. Puede que
dijeran que sí, seguramente sería un rotundo no. Inyectado por las mismas
razones de mí silencio. Dudo, que lo más divertido de la partida fuera el
conseguir entrar en el castillo, lo menos tampoco. El ir avanzando casillas una
a una andando en la línea floja, el riesgo y su sabor, primero dulce y al fin
amargo, las palaras, sus consecuencias, el quitar un cinturón, o el no tener
tiempo de deshacer una cama, obviar la necesidad de dormir, de comer, de saber
qué ocurre en el mundo exterior, bailar sin música y el conseguir hacer planear
el pensamiento tan profundamente que parece que el cuerpo lo acompañe o el
rechinar de las patas de la cama con el suelo; Eso sería lo mejor. Quizás por
añoranza. A lo mejor, por eso, tanta separación.
Hay vinos viejos
y hay de añejos.
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