jueves, 11 de diciembre de 2014

sexo taciturno

El envejecer, normalmente y al revés que al buen vino, nos estropea –en algunos, en particular,  más- no es el caso de ella. Ella no tiene nombre. Bien, sí lo tiene pero no lo haré público. Aunque me lo pida un lado de la razón el otro es más poderoso y consigue imponerse. Igual que vence también en la batalla de la valentía.   Ella es una de las pocas mujeres con las que el adulterio, casi, estaría justificado. Una excusa, un argumento, por la causa de incumplir unos acuerdos verbales propuestos en un tiempo en rosas.

Ella no es nadie y a veces, son muchas. Ella o ellas, pasan sin mirar y si miran dudo que se den cuenta de los deseos ocultos en unos ojos de movimiento nervioso, de vistazo rápido, de instante fugaz. La boca nunca acompaña los pensamientos, que a menudo, huyendo de cualquier bandera, diría sin tapujos, ni miedos, ni inhabilitada por unas fronteras alzadas por una sociedad demasiado adoctrinada por siglos de religiones, mutiladora de cualquier instinto animal: “Regalo besos y lo que surja” o “ Me gustaría follar contigo” –lo dejo a su elección-.  Pero el temor es más fuerte y los acuerdos están para cumplirlos.  Puede, que la curiosidad, sea buena parte de la tentación. Puede que el saber la respuesta de ellas fuera tan satisfactorio como el momento del consuelo. Quizás no. Puede que dijeran que sí, seguramente sería un rotundo no. Inyectado por las mismas razones de mí silencio. Dudo, que lo más divertido de la partida fuera el conseguir entrar en el castillo, lo menos tampoco. El ir avanzando casillas una a una andando en la línea floja, el riesgo y su sabor, primero dulce y al fin amargo, las palaras, sus consecuencias, el quitar un cinturón, o el no tener tiempo de deshacer una cama, obviar la necesidad de dormir, de comer, de saber qué ocurre en el mundo exterior, bailar sin música y el conseguir hacer planear el pensamiento tan profundamente que parece que el cuerpo lo acompañe o el rechinar de las patas de la cama con el suelo; Eso sería lo mejor. Quizás por añoranza. A lo mejor, por eso, tanta separación.


Hay vinos viejos y hay de añejos.    

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