Puede, que si cada pena nos dejará una cicatriz visible en algún
lugar de nuestra piel, comprendiéramos mejor qué, únicamente, necesitamos: cariño; con sus distintas formas de expresión. Placer; un puñado para cada
sentido. Felicidad; en su justa medida y una dosis alta de idiotez o
despreocupación. Mucho sexo, el tema de la monogamia, sería, un largo y arduo debate, con,
seguramente, opiniones para todos los gustos. Tampoco mucho más para poder sobrevivir de la mejor
manera posible, la vida, que nos ha tocado vivir. Y, si la justicia, la
justicia real, existiera y consiguiéramos hacer de la igualdad y la
equidad unos valores útiles y no unas palabras vanas, creo, que de este
presente, que es el que nos pertenece y en nada será pasado, haríamos algo
maravilloso, casi milagroso. Sin embargo, las penas no dejan cicatrices
visibles y mucho menos, si no son las nuestras.