jueves, 25 de octubre de 2007
Héroe o vida.
Días atrás un personaje de poca edad, conmocionaba a la opinión publica, con su comportamiento vergonzoso filmado por las cámaras del tren. La triste historia ya la debéis conocer a estas alturas. Objetaba que iba borracho "nen". Y ayer se paseaba con aires de valiente por delante de todos los periodistas que intentaban filmar ese orangután con forma humana. Entre todas las dudas que flotaban en la atmósfera periodística, una se resolvió ayer. La pregunta era la siguiente; ¿ cómo es posible que los otros ocupantes del vagón no hicieran nada? Solo había uno cerca, se ve en las imágenes, abajo a la derecha. Ayer y en Valencia. Un hombre parecido a un armario ropero con las puertas abiertas, estaba en medio de la calle pegando a una mujer, supongamos su pareja. Un estudiante que salía de sus clases de derecho, vio la multitud que lo observaba, dejó la mochila en el suelo y se fue hacía él con intención de pararlo, la bienvenida que recibió fue un puñetazo en la cara, lo noqueo con la mala fortuna de golpearse la cabeza contra la acera al caer, pocas horas después enterraban al joven. Un acontecimiento similar, ha enseñado una respuesta posible ¿ Héroe o vida?. Si sumerges la cabeza pude que te entre agua en las orejas. Y mientras el pollo mareado del tren seguía a sus anchas, con demasiado publicidad, buena o mala, pero gratuita. Les deseo a los dos machos, un futuro a la sombra.
lunes, 22 de octubre de 2007
Paranoia Gratuita.
Se detuvo el tiempo para él, años atrás. Sin saber porque, le gustaba con demasiado entusiasmo el güisqui, desde entonces. Los días eran noches, y la noche ríos de alcohol por sus venas. Valiente para salir como los gatos por el tejado, siempre por la sombra, olvidado tubo a tubo y con poco hielo, su familia. Tenía un manso recuerdo de su mujer, y de sus dos hijas adolescentes, de hace mucho tiempo. Pero beber saciaba una sed extraña para no vivir. Y así hacía dos años, que cerraba ese antro, por suerte no tenía él que acertar con la llave, de eso se cuidaba esa dueña pesada que le invitaba cada noche, no ha un chupito ni a un cuba libre, sino que se fuese a su casa menos ebrio y recobrara rumbo. Sin logarlo.
Era tan borracho que borracho, un pez era un disco duro de 400gb, en comparación. Quizás por eso, no descubría si aquella relación sexual extraña, que mantenía al llegar a casa todas las noches, de solo unos tristes y pocos minutos, con ella de espaldas y escurridiza, y con prisas para ducharse al acabar, él, era un sueño o realidad. Pero le importaba poco al despertar solo, cuando ya la resta de la familia, estaba fuera, con sus labores normales, de gente normal, gente diurna. Y siempre al levantarse, se iba directo al baño, se miraba al espejo ese rostro envejecido y demacrado, en decadencia continuada, se acercaba al retrete y antes de orinar, tenía arcadas con consecuencias. Puede que por su mismo rostro.
Pero una noche sentado en la barra del bar, se le acercó una señora publica, como esos parquings, que en la entrada pone “parquing publico” pero en todos se tiene que pagar. Que no son gratuitos en definitiva. Y le invito a aparcar. De pronto una avalancha de amor o cariño, se apoderó de todos aquellos recuerdos confusos, y con prisas se despidió de aquel entorno. Creía que para siempre. Durante toda la noche paseó por la ciudad sin dirección pero con paciencia. Para llegar a la hora del desayuno a casa, ¿casa? Compró bollería y se presento con no tan mal especto. Encontró sentadas en la cocina a sus dos hijas, con especto de mujer. Y les preguntó con entusiasmo, donde estaba su madre. La mayor, contestó con frialdad, no lo recuerdas papa, murió hace ya dos años, la pequeña siguió callada. En ese momento solo esperaba que las noches de esos dos últimos años solo fueran un sueño, aunque húmedo.
Era tan borracho que borracho, un pez era un disco duro de 400gb, en comparación. Quizás por eso, no descubría si aquella relación sexual extraña, que mantenía al llegar a casa todas las noches, de solo unos tristes y pocos minutos, con ella de espaldas y escurridiza, y con prisas para ducharse al acabar, él, era un sueño o realidad. Pero le importaba poco al despertar solo, cuando ya la resta de la familia, estaba fuera, con sus labores normales, de gente normal, gente diurna. Y siempre al levantarse, se iba directo al baño, se miraba al espejo ese rostro envejecido y demacrado, en decadencia continuada, se acercaba al retrete y antes de orinar, tenía arcadas con consecuencias. Puede que por su mismo rostro.
Pero una noche sentado en la barra del bar, se le acercó una señora publica, como esos parquings, que en la entrada pone “parquing publico” pero en todos se tiene que pagar. Que no son gratuitos en definitiva. Y le invito a aparcar. De pronto una avalancha de amor o cariño, se apoderó de todos aquellos recuerdos confusos, y con prisas se despidió de aquel entorno. Creía que para siempre. Durante toda la noche paseó por la ciudad sin dirección pero con paciencia. Para llegar a la hora del desayuno a casa, ¿casa? Compró bollería y se presento con no tan mal especto. Encontró sentadas en la cocina a sus dos hijas, con especto de mujer. Y les preguntó con entusiasmo, donde estaba su madre. La mayor, contestó con frialdad, no lo recuerdas papa, murió hace ya dos años, la pequeña siguió callada. En ese momento solo esperaba que las noches de esos dos últimos años solo fueran un sueño, aunque húmedo.
lunes, 8 de octubre de 2007
Con razón.
"Pero mi coche es rojo". Todos los televidentes, que no padecemos daltonismo observamos que el color del coche es verde. No rojo. Pero justo al terminar ese anuncio publicitario entré en una discusión con mi pareja, ella sostenía que el coche era verde y yo, que él lo veía rojo. Así pasamos no más de quince segundos, porqué enseguida nos dimos cuenta que estabamos diciendo lo mismo de formas distintas. Alargar esa conversación era algo tan estúpido como Jorge W. Bush, que es decir mucho. Pues en temas más delicados, pero con acuerdo entre gobierno y oposición, la oposición alarga la conversación. Buscando confrontaciones inexistentes. Quizás por las mismas adoren a Bush, y con razón.
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