Estrés. Estamos estresados por: la crisis, el trabajo, el
jefe, el horario, el madrugar, la pareja, los hijos, las prisas, las dietas. Por
el vecino, la vecina, el padre, la madre, un primo, por las retenciones, las
colas en las cajas de los hipermercados, el segundo plato que no traen, por el
vestido que tenemos que ponernos para la boda, el de la niña, el del niño,
porqué se acabaron las vacaciones, llegó el otoño, por los recortes en sanidad,
educación y cultura (¿cómo pueden ser tan inútiles los políticos? Insultarlos me
desestera), por el paro, la hipoteca, el gas, el teléfono, el Adsl, la luz que
vuelve a subir, por donde aparcar, por llegar tarde al cine, al teatro, por
leer un libro que no nos gusta y no poder dejarlo a medias, por abrir la tele y
que hagan siempre la misma mierda o los telediarios cuenten las mismas
desgracias, por leer el periódico y estar por echarse a llorar, o una revista
del corazón y emigrar. Por conseguir la Independencia o impedirlo, por defender el idioma o atacarlo. Por ser más nacionalista
español o catalán. Sólo por llegar al poder utilizando al pueblo cómo conejitos
de indias. Porqué pierde nuestro equipo o gana el archienemigo. Estrés. Por y
para todo. Inventado por y para nosotros con nuestra forma de vivir; esta única
vida que disponemos.
viernes, 30 de septiembre de 2011
miércoles, 28 de septiembre de 2011
La cena.
El problema que tienen las películas porno es, que es todo
un montaje; una actuación. Ninguna mujer gime tanto, ni puede hospedar tanto. Ningún
fontanero de los millones de fontaneros que hay en el mundo, ha ido arreglar un
desagüe y ha acabado en medio de un trío, con dos súper tías buenorras. Los guiones
son una utopía, una conducta irreal. Y los guionistas (si es que los hay) unos fantasiosos
empedernidos. De los actores, sus penes, son como Messi para el futbol; punto y
aparte. Algo excepcional, poco común y quién diga lo contrario miente. La mayoría
somos del montón, lo que no sabemos, es si del montón para arriba o para abajo.
De las actrices, la mayoría, muñecas hinchables con existencia, vida, capaces
de albergar en su interior casi de todo y sin complejos. Con orgasmos casi orgásmicos
aunque la mayoría sean falsos. Que quede claro, que no soy, para nada, seguidor
de este tipo de Films. Pero me molesta que lo hagan parecer algo tan cotidiano,
creíble y natural, que si vas al fisioterapeuta y te sana, o lo intenta, un
mujer, si ha medio sesión no te propone sexo oral, anal, poco casual, o yo no
se qué, puedas incluso, caer en una depresión por pensar, que eres más feo que
el copón. Todos, sabemos que un humano no puede volar, por eso no fantaseamos
en ser superman, pero dudamos, la mayoría de los hombres en si hay alguno capaz de hacer sentir a las mujeres esos orgasmos con convulsiones, espasmos,
exaltación y culminación con fuegos artificiales, risas y lagrimas. Y como con
nuestras parejas, no siempre es así, por no decir casi nunca, caemos en el pozo
del mal amante. Debemos revelarnos. Y si por un momento, tu pareja te propone
sexo con cariño, estimación y amor, decidle, como le dije anoche yo a la mía,
que con eso, ya me había echo la cena. ¡No a la monotonía!
martes, 27 de septiembre de 2011
barabam bam bam... (Con su música)
Al levantarme, me di cuenta de lo fea que era la muy jodida. Que hacía yo, allí, desnudo en esa cama extraña. Con ese monstruo de anchas carnes, durmiendo como díos la trajo al mundo a mi lado, o yo al suyo. ¡¿Cuánto había bebido anoche?!
La última vez que hice el amor con una mujer, fue un año antes, antes que pasara todo. Antes, que la maldita enfermedad se la llevara, como el despertar se lleva los sueños. ¿Como podía haberme acostado con esté ser, después de un año de misoginia? ¿¿Quizás por eso?! Aunque no creo, más miedo me dan los monstruos. Tumbado en su cama, intentaba pensar como decirle que no quería volver a verla, que no quería nada más con ella, y que echaba en falta algo menos… No haberla conocido. Ella, mientras tanto, seguía allí dormida, igual que un oso hibernado, no sé, si con mucho menos pelo. Empezó a gruñir y me asustó. Se estaba levantando y yo, aún no tenía un plan. Antes de hundirme en esa cama, intenté ser un naufragó en el lavabo, así pues, escape con el bote salvavidas al reservado. Me senté en el retrete y diagnostique el problema. Ella a mí, aparte de no gustarme, me daba repelús. No la conocía de nada, ni ganas tenía de conocerla. Era un desliz de una noche, donde había patinado por demasiado Jack Daniel’s. Tenía que decirle la verdad, ¡como un hombre! ¿Cómo un hombre? Y marcharme con la cabeza alta. Me fui al espejo para llenarme de valor mientras ensayaba los gestos. Y allí, por sorpresa, descubrí el perfume que siempre utilizaba mi mujer.
Destapé el frasco me lo eché en la muñeca, y volví a casa; sin dar explicaciones. Y todo el camino, me lo pasé llorando, escuchando nuestra canción. Sin decir nada. "Hay días que valdría más, no salir de la cama, barabam bam bam, baram bam bam, barabam bam bam…"
lunes, 26 de septiembre de 2011
El buen amigo.
Comida de Picaros Diego Velázques. |
Mediodía. Luis y Andrés se han encontrado para comer en un
restaurante próximo al trabajo de los dos. En tierra de nadie. A medio camino.
Son amigos desde tiempo atrás, pero ahora, las responsabilidades les han
alejado el uno del otro. Tienen, casi, el mismo tiempo libre que antes, pero
ahora lo han de adjudicar de distinta forma. Luis, ha antepuesto a su pareja,
los hijos, su afición al futbol (que Andrés no comparte) la creación de una
nueva empresa, los amigos de su pareja, los de los niños, las extraescolares de
los mismos, y sobre todo, el reposo por la noche. Andrés, en cambio, no ha distorsionado
tanto sus espacios de libertad. Quizás, haga más deporte que antes y varíe, las
personas con quién va a cenar y en alguna ocasión aún de fiesta. Por lo demás,
al seguir casi soltero, todo sigue igual. Sólo se debe a esa amiga, mujer,
amante, que sin darse cuenta, entró en su vida, para medio quedarse. Pero no
del todo, y quizás, no para siempre. Aún que ahora, es, un pilar fundamental en
el anidado de su felicidad.
Primer plato. Luís y Andrés, hablan de todo: del presente,
del pasado y del futuro. Durante una transición temporal, Luis, les suelta a
Andrés que quizás, alguien, venga hacer postre. Andrés, medio enterado de la
noticia por amigos comunes, se hace el intrigado, para parecer curioso y
sorprendido. Aunque no demasiado, por el miedo a que no se le entrevea que él,
ya conoce la noticia. Sabe, que su amigo esta con una mujer bastante mayor que él,
casada y con hijos, y que por ahora, aún no he decido dejarlo todo por él. Cosa,
que le hace dudar de sus intenciones.
Segundo plato.
– ¿Quién es?- pregunta Andrés.
- ¿Quién es quien?- responde, preguntando Luis.
- ¿El invitado o invitada que vendrá hacer postre? Insiste Andrés.
- Ya lo verás, no tengas prisa. Quizás, no venga.
- Tú constantemente con tus secretitos… (Cosa que ha Andrés
siempre le irritaba mucho).
- No tengas prisa, todo llega amigo, ya la conocerás. Sólo,
decirte, que está casada y no es conmigo. Con una sonrisa Luis, le cuenta todo
como si nada.
- ¿Y hace mucho? Pregunta rápidamente Andrés.
- Casi dos años más o menos.
- ¿Tanto hace que no nos vemos? ¿Lo sabe su marido? ¿Estás
enamorado? ¿Estás loco? ¿Cómo la conociste? ¿Tiene hijos? Andrés seguía como si
no supiera nada, pero ahora, un poco más nervioso.
- A ver. Sí, estoy bastante enamorado. ¿Loco? Como siempre más
o menos. La conocí por casualidad, tiene dos hijos y supongo que su marido, si
no lo sabe debe, al menos, sospechar algo. Y por ultimo, sí, es verdad, hace
demasiado que no nos veíamos.
El postre. Luis, pide un flan y Andrés macedonia. Mientras
el camarero les acerca lo pedido a la mesa y Andrés observa inquieto el reloj
por ver que se le empezaba hacer tarde, aparece ella. Sonriente, contenta,
alegre, atenta. Sin pasar la delgada línea que separa una buena amistad entre
dos personas que se atraen. Se sienta, y los tres empiezan a hablar
tendidamente de nada trascendental.
El café. Toman café, pagan, se levantan y mientras están justo
delante de la puerta, despidiéndose, un puñetazo tumba a Andrés. Luis, da un
paso atrás sorprendido y ella, empieza a gritar: Esto es lo último que me
esperaba ya de ti, ¡lo último! Un hombre alto y fuerte, rompe a llorar a la vez
que cae de rodillas delante las piernas de ella y murmura: -¿Por qué, por qué
me hace esto? Luis, ayuda a incorporarse a Andrés y le dice, a media voz: -Vámonos,
buen amigo.
martes, 20 de septiembre de 2011
Tiempo perdido.
Imagen de: Daniel Casares.
Daniel Casares consiguió en esta imagen aparentar, que solo
el tiempo que no habita en el ciclista está en actividad, mientras él, avanza entre
el espacio, invariable al movimiento. Capaz de comparecer detenido en el
momento en que el objetivo lanza contra el soporte sensible (increíble nombre) la imagen.
A menudo nos cuesta observar el paso del tiempo en nosotros.
En cambio, en los otros, nos es verdaderamente fácil. Puede incluso parecer,
que los últimos diez años, no hayan dejado huella en el reflejo que vemos en el
espejo. Será, porqué nos miramos demasiado a menudo y los cambios, son tan
imperceptibles día a día, que sólo nos damos cuenta al mirar fotos de tiempos
pasados, quizás, no siempre mejores.
Como el chico con gorra, que aislado de las verdades del tiempo, atraviesa el paso peatonal en
su bici, con una mochila en la espalda, en donde a saber que planes de futuro
lleva. Quizás, se vaya a casa, al trabajo, a la universidad, a ver a un amor o únicamente a pasear. Todo lo demás está borroso, a otro tiempo, únicamente la cámara fotográfica
y él iban a la misma velocidad. Hasta el instante en que un detalle; tan
maravilloso como un hijo, le rompa la reglas establecidas y empiece a ver cada segundo, como un enemigo traidor e incasable y ya no importe el reflejo que se
ve en el espejo, porqué lo que más duele no es el tiempo que tu has perdido, sino
el que te has perdido.
martes, 13 de septiembre de 2011
El "Chivi Chana".
La carrera.
DESMOND BOYLAN
"Un niños recorren una calle de la Habana a lomos de 'chivi
chana', una suerte de monopatín casero, usado también como medio de transporte
en las zonas montañosas."
Lo más curioso de la fotografía, a mi parecer, no es que esos niños hagan
una carrera en una calle casi llana. Ni que los monopatines caseros sean, a
parte de desastrosos y anticuados, hechos seguramente con sus propias manos o
los hagan servir en las zonas montañosas como medio de
transporte. Tampoco, que los dos más delgados vayan ganando o que el rellenito
lleve una blusa de Boston. Menos aún, que vayan sin camiseta, con zapatillas
amarillas o con chanclas. Que el que parece
mayor vaya cuarto detrás de los flacos y el gordo, no lo es. La distancia que
han sacado al ultimo tampoco es lo más curioso, ni que realicen la carrera en
medio de la carretera, ni indudablemente que el asfalto esté agrietado. No, no,
no es extraño el auto que circula aunque sí llamativo, ni el viandante que los
mira cotilla por saber quién será el vencedor. Incluso, añadiría que no lo es
la señalización de stop ni las ruedas de los “chivi chana” (skate cubano). Y si
pudiéramos saberlo, tampoco lo sería que se han apostado al ganador o al
perdedor. Para mí, lo más sorprendente del retrato es, sin duda, que esta sea
una fotografía actual, de un país que se encuentra a 90 millás de EE.UU.
¿El capitalismo es la mejor opción?
lunes, 12 de septiembre de 2011
Un can con mucha oreja.
R. Schude.
“Dos manos despliegan las orejas de Harbor, de la raza de
los coonhound, que con 8 años ya tiene el récord Guinness que le acredita como
el perro con las orejas más grandes del mundo hasta el momento.”
Eso nos contaba el pie de página de esta imagen. En cambio,
no nos aclaraba si como pasa con el cuento de la caperucita, le servían para oír
mejor con lo que implica: que obedezca más. ¿No debe ser así?
sábado, 10 de septiembre de 2011
jueves, 8 de septiembre de 2011
Tu sonrisa.
martes, 6 de septiembre de 2011
Casi... La del pirata cojo.
Recapacite y concluí que sufro demasiado para la vida que
tengo. Es estrés o no sé que demonios agita mi tranquilidad, pero me tiene
tensionado. Será, quizás, como cantaba sabina: La envidia a las vidas que no
vivo.
A veces, sueño igual que él, en ser: Un médico sin
fronteras. Un guitarrista con éxito. Un buen entrenador de primera (la edad ya
no da para jugador), una estrella del rock, ahogado en alcohol. Un adultero sin
moral, ni conciencia. Tu (adjetivo posesivo Tuyo). Un amante sin adulterio. Un padre
sin miedos o un hijo sin excusas. Un abogado ganador. Un juez certero o un buen
vendedor. Un brillante escritor y relatador. Un actor bien pagado y bien
dotado. Un universitario eterno o un genial profesor. Tu pilar de apoyo. Tan genial
en diagnosticar y saber cómo House o Holmes. Un multimillonario hecho a
esfuerzo propio y humanitario. Un gran creativo: pintor o poeta. La sonrisa en
tu boca. El más exacto de los psicoanalistas. O filosofo con tiempo para filosofar.
Con la posibilidad de volver atrás, cuando esté demasiando
tarde o cuando esté demasiado lejos. Para regresar a este cuerpo que ya habito
y con esta vida, que ya medio domino. Debo dejar de sufrir o cambiar de vida...
viernes, 2 de septiembre de 2011
Ocho.
Uno, dos, cinco, veinte.
He perdido la cuenta.
Cien, doscientos, quinientos.
¿Cuantos días han pasado? Desde el primero.
El más sincero. Ese beso. Perpetuado.
Aún a veces me desnudas. A menudo te desnudo.
Tira de la sabana que me has asaltado la almohada.
Voltea a tu lado o vira a mi encuentro.
Paraliza el despertador. Esté instante.
Muda el despertar. Adormecidos. No hay riesgo.
Hoy no hay peligro. Huele este soplo. Brisa tenue.
Como la luz que se cuela por la celosía.
Celoso de tu camisón me puedo hacer el muerto.
Por un roce, una caricia y un arrumaco. Busco puerto.
Aviso para navegantes. Izad la gavia. Me siento la savia.
Que este momento me sonríe igual,
Igual que tú, lo has hecho, estos últimos ocho años.
He perdido la cuenta.
Cien, doscientos, quinientos.
¿Cuantos días han pasado? Desde el primero.
El más sincero. Ese beso. Perpetuado.
Aún a veces me desnudas. A menudo te desnudo.
Tira de la sabana que me has asaltado la almohada.
Voltea a tu lado o vira a mi encuentro.
Paraliza el despertador. Esté instante.
Muda el despertar. Adormecidos. No hay riesgo.
Hoy no hay peligro. Huele este soplo. Brisa tenue.
Como la luz que se cuela por la celosía.
Celoso de tu camisón me puedo hacer el muerto.
Por un roce, una caricia y un arrumaco. Busco puerto.
Aviso para navegantes. Izad la gavia. Me siento la savia.
Que este momento me sonríe igual,
Igual que tú, lo has hecho, estos últimos ocho años.
jueves, 1 de septiembre de 2011
El hueco del garaje.
Al levantarme, me di cuenta que la cama estaba justo a la inversa de cómo me había acostado. También mi mujer, que seguía siendo la misma, no sé, si por suerte o por desgracia, estaba en el lado opuesto al de siempre. El baño, las escaleras, los armarios, todo. Era como si durante la noche, sin saber de que forma, todo lo nuestro y nosotros mismos hubiéramos entrado en un espejo o nos hubieran trasladado a la casa adosada contigua; la del vecino. Pero sin la vecina.
No le di más vueltas al problema. Repasé mis pensamientos por si seguían siendo los mismos o también se habían visto alterados, deduce que todo seguía igual, baje al garaje, subí al coche que también y por infortunio continuaba siendo el mío y no el del vecino. Debe ir atado con un lazo transparente el tema coche caro y mujer espectacular, supongo, en fin, que de lo trascendental, nada o casi se había visto alterado, arranque el auto y de repente la duda se apoderó de mí. ¿Tengo que ir a mí trabajo o al del vecino? Pues al madrugar siempre más que él, el primero en sufrir la incertidumbre fui yo. Pero eso, me daba la opción de elegir primero, no iba muy alineado para trabajar de director de banco, pero, ¿Qué podía pasarme?
Entré en la oficina, seguí el pasillo hasta su despacho, sitio donde me había metido sin vaselina una hipoteca para treinta años y con una sonrisa, dicho: “Te llevas unas condiciones que a casi nadie hacemos” En la práctica eso resultaba ser, al cabo de media vida, haberles pagado a esa entidad más de 60.000 € sólo en intereses. A parte, de ser vecino suyo, envidiando todo lo que él tenía de más, que era mucho. Incluyendo en ese resentimiento: una barca, un coche de lujo, en par de motos, alguna bicicleta de altas prestaciones, un sin fin de aparatos de esos inútiles, y toda clase de ostentaciones. Me senté en su sillón, pasé el día sin hacer demasiado nada, a parte de mirar el culo y el escote a la subdirectora que entraba a decirme cualquier cosa, pero muy cariñosa siempre. Fui por primera vez a una comida de negocios, o sea, mucho fanfarroneo, más alcohol y pocos tratos razonables, una café con hielo y para casa.
Al llegar y saber que mí mujer a esas horas aún seguía en el trabajo, paré en frente de la vivienda del vecino y pensé en entrar, no por nada, únicamente para follarme a su esposa y darme cuenta, que a veces, el dinero no lo es todo. No se que hacía aún sin separarme, y largarme con aquella vecina. Pero dejé el coche en el garaje y me acosté para ver qué pasaría al levantarme.
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