Siete y media. Mientras una parte de mí se levanta para ir a la ducha otro yo, sigue allí, dormido. Cuando la mitad trabajadora se ha aseado, tomado un café y sale para el trabajo, la otra, se despierta para bostezar durante un ratito en la cama. Cuando empiezo mi jornada laboral, a la vez, me visto adecuadamente para ejercitarme con algún deporte. Cinco horas después nos reencontramos los tres en la mesa para comer. Después, la mitad de siempre vuelve al trabajo y la otra se va hacer la siesta. Yo, sigo, no comprendiendo la extrañeza de este día. Seis en punto. Finalizo la jornada y vuelvo a casa para disfrutar un rato del tiempo libre. Igual me pasa con la otra mitad pero en vez de la jornada es la siesta. Paso un buen tiempo con mis hijos hasta la hora de darles la cena y acostarles. Cenamos, nos perdemos entre las sabanas y esperamos a que madrugue. Yo y mi otra mirad. ¿Será domingo o lunes?
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