El verano es una
mala estación para el sueño. El calor untuoso estorba el descanso y todo, se
vuelve más pegajoso. Las sabanas, la compañía, la noche, el desvelo, la
incomodidad. Seguramente por eso, ayer, a media noche me desperté. Duermo sin
estar dormido. En un estado entre la conciencia y la somnolencia sin caer,
nunca, en la profundidad del sueño. Apunto siempre de despertar. Tener las
ventanas abiertas y vivir a ras de calle, ayuda, a no estar del todo tranquilo,
no es que sea un miedoso, pero me jodería encontrar a faltar algo de valor. Debían
ser las tres o las cuatro, cuando un ruido me levantó de golpe, era abajo, en
el comedor. Al no gustarme las armas
bajé con lo puesto: Un pijama de verano, una camiseta de promoción y una cara
de falta de sueño considerable. Procuré ir
bajando por las escaleras sin hacer demasiado ruido, para sorprenderle y que no
lo hiciera él conmigo. Entré en el comedor, y me di cuenta que las noches de
verano parecen mucho menos oscuras que las de invierno, observé a un lado y al
otro y nada. Fui a la cocina, me incliné
por la misma táctica y nada. Empecé a buscar en cada rincón un poco más
acojonando, pues en el juego del escondite estaba ganando él, pero nada. Al acabar
el registro, el rato de guardia que lo siguió y volver a tener el suficiente
deseo de sueño para acostarme, decidí volver arriba. Y fue, en ese momento,
cuando se apareció ante mí. No era ni muy alto, ni muy bajo, ni muy delgado ni
muy gordo, ni muy guapo ni muy feo, ni muy pobre ni muy rico, no iba ni muy mal
vestido ni muy bien, era para decirlo de
un modo que todo el mundo lo entienda, de lo más normal. Y no sé, verdaderamente
que es la normalidad, sin embargo, para definirlo, era la forma más justa.
-
Soy Dios. Respondió.
-
Pues con más razón. Insistí.
-
Vengo anunciarle algo.
-
Es que yo… ¡Soy ateo! Puede usted, irse por donde
haya venido. Pero en ese momento la curiosidad
me pudo, como siempre.
-
Le debo contar algo, insisto.
-
Cuente, pero rápido, que empieza ya a ser tarde,
incluso, para acostarse. De repente, me di cuenta que yo, realmente era ateo, y
no sabía qué coño hacía allí, creyéndome a ese tipo, fuera o no dios. Por tal razón le acompañe a la puerta y volví
a la cama.
La mañana siguiente desperté como si nada hubiera ocurrido. De momento,
todo sigue igual.
4 comentarios:
Como nos dejas con esta incertidumbre?
No vas a contarnos que te dijo?
Si no ha ocurrido nada extraordinario, ni siquiera diferente igual es que no era tan importante, o que definitivamente entendió que eras ateo y que no le darías importancia, así que se fue con la música a otra parte.
Jajaja, me hizo gracia la entrada te imaginé husmeando por toda la casa y encontrándote de narices con el don...
Besitos mediterráneos.
Tenés que hacer un inventario de objetos en tu casa. Hay muchos que creen ser Dios ! Abrazo.
Sí Gala, husmeo demasiadas veces, sin saber que busco. Se fue y fin.
Un saludo.
Dany: Demasiados. Verdad que sí.
Un saludo.
Lo que pasa es que uno, por más ateo que sea, se imagina a Dios llegando con un ejército de ángeles y al son de las trompetas. ¿Quién lo manda a entrar en una casa de incógnito?
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