jueves, 5 de julio de 2012

Lo mejor, siempre ocurre al amanecer.



El verano es una mala estación para el sueño. El calor untuoso estorba el descanso y todo, se vuelve más pegajoso. Las sabanas, la compañía, la noche, el desvelo, la incomodidad. Seguramente por eso, ayer, a media noche me desperté. Duermo sin estar dormido. En un estado entre la conciencia y la somnolencia sin caer, nunca, en la profundidad del sueño. Apunto siempre de despertar. Tener las ventanas abiertas y vivir a ras de calle, ayuda, a no estar del todo tranquilo, no es que sea un miedoso, pero me jodería encontrar a faltar algo de valor. Debían ser las tres o las cuatro, cuando un ruido me levantó de golpe, era abajo, en el comedor.  Al no gustarme las armas bajé con lo puesto: Un pijama de verano, una camiseta de promoción y una cara de falta de sueño considerable.  Procuré ir bajando por las escaleras sin hacer demasiado ruido, para sorprenderle y que no lo hiciera él conmigo. Entré en el comedor, y me di cuenta que las noches de verano parecen mucho menos oscuras que las de invierno, observé a un lado y al otro y nada.  Fui a la cocina, me incliné por la misma táctica y nada. Empecé a buscar en cada rincón un poco más acojonando, pues en el juego del escondite estaba ganando él, pero nada. Al acabar el registro, el rato de guardia que lo siguió y volver a tener el suficiente deseo de sueño para acostarme, decidí volver arriba. Y fue, en ese momento, cuando se apareció ante mí. No era ni muy alto, ni muy bajo, ni muy delgado ni muy gordo, ni muy guapo ni muy feo, ni muy pobre ni muy rico, no iba ni muy mal vestido ni muy bien,  era para decirlo de un modo que todo el mundo lo entienda, de lo más normal. Y no sé, verdaderamente que es la normalidad, sin embargo, para definirlo, era la forma más justa.
-          ¿Qué hace usted aquí? Le pregunté.
-          Soy Dios. Respondió.
-          Pues con más razón. Insistí.
-          Vengo anunciarle algo.
-          Es que yo… ¡Soy ateo! Puede usted, irse por donde haya venido. Pero en ese momento la curiosidad  me pudo, como siempre.
-          Le debo contar algo, insisto.
-          Cuente, pero rápido, que empieza ya a ser tarde, incluso, para acostarse. De repente, me di cuenta que yo, realmente era ateo, y no sabía qué coño hacía allí, creyéndome a ese tipo, fuera o no dios.  Por tal razón le acompañe a la puerta y volví a la cama.
La mañana siguiente desperté como si nada hubiera ocurrido. De momento, todo sigue igual.          

4 comentarios:

Gala dijo...

Como nos dejas con esta incertidumbre?
No vas a contarnos que te dijo?
Si no ha ocurrido nada extraordinario, ni siquiera diferente igual es que no era tan importante, o que definitivamente entendió que eras ateo y que no le darías importancia, así que se fue con la música a otra parte.
Jajaja, me hizo gracia la entrada te imaginé husmeando por toda la casa y encontrándote de narices con el don...

Besitos mediterráneos.

Dany dijo...

Tenés que hacer un inventario de objetos en tu casa. Hay muchos que creen ser Dios ! Abrazo.

Jou McQueen dijo...

Sí Gala, husmeo demasiadas veces, sin saber que busco. Se fue y fin.

Un saludo.

Dany: Demasiados. Verdad que sí.

Un saludo.

Malena dijo...

Lo que pasa es que uno, por más ateo que sea, se imagina a Dios llegando con un ejército de ángeles y al son de las trompetas. ¿Quién lo manda a entrar en una casa de incógnito?