Media tarde. Desconozco por qué, pero de repente me he
acordado del tiempo que hace que no me confieso. Seguramente desde la primera
(y única) comunión. No sé si es que ya no peco o que no necesito absolución. La
curiosidad, como casi siempre, me puede y elijo dedicar el resto de tarde a ir a
ver el cura, no vaya a ser que me pille la muerte y dios me deje por aquí como
alma abandonada.
Empieza a oscurecer. Las iglesias desde siempre me han
parecido un lugar tenebroso. Será porqué desde pequeño, al vivir en una familia no
muy católica, las pocas veces que teníamos el deber de ir era para algún entierro. Y para
un niño, ese portal de madera vieja, la humedad y el frío, el ambiente con poca
luz, los curas y sus sotanas, sus voces profundas, pausadas, con la misma frecuencia
durante toda la misa y los llantos que entristecen la atmósfera, tanto negro y la música ¿qué decir de la música? ya sea la señora con la guitarra o el coro al completo, no
he oído nunca canciones más tristes y descorazonadas no es, un helado de vainilla con caramelo por encima. Pero en fin, con paso
firme cruzo el tabú y entro con posado serio (tampoco entiendo el protocolo eclesiástico)
hacía el confesionario. El banco de madera no es muy cómodo. Sentado pausadamente, espero que venga el cura para que me de el perdón.
Diez minutos después. Se acerca andando con toda la parsimonia
con un libro bajo el brazo, supongo debe ser el nuevo testamento, estoy a
punto de aconsejarle que hay un sinfín de literatura más que leer, pero me lo
callo. Sin embargo, se me escapa una media sonrisa al imaginarme diciéndole: ¿Ha
leído usted a bukowski? Pero con su “buenas tardes” tan solemne, me corta el
rollo.
-
Dígame señor ¿En que ha pecado?
-
Pues no lo sé. Hace tanto que no me confieso que no
recuerdo que es pecado.
Veinte minutos después. Cuando aún no había acabado de
nombrar casi todo lo que para mi era o necesidad del ser humano o rutina diaria
me quedé dormido, como casi siempre me pasaba en todos lo entierros, pero sin mi madre, para llevarme a casa en sus brazos.
7 comentarios:
Que tremenda tortura y verguenza me daba esa situación. Por suerte ya nadie me obliga jajajja. Marcas de la niñez que cuesta borrar con el codo.
Abrazo!
Sí apreciado Dany, parecía que el fin era avergonzarnos.
Un saludo.
Puestos a confesar...
Beso Jou.
María, pensaba que confesarías...
Un saludo.
Me has recordado el tiempo que hace que yo tampoco me confieso, justo desde mi primera comunión.
La verdad es que yo tampoco sabría que decir, y me aburre soberanamente que alguien tenga el poder "divino" para juzgar por algo que no está codificado como delito, o falta en el código penal.
Yo tambien me habría dormido, allí es todo tan silencioso y pasuado.
No me extraña que vivan 1000 años... no se estresan por nada.
En fin, pero sabes? yo me pregunto... se confesarán ellos? lo curas digo... harán pecados? y si los hacen, tiene poder suficiente como para autoperdonarse o autoconfesarse?
No sé, como son amigos del de arriba... igual tienen ese privilegio como prima laboral.
Besos mediterráneos.
Gala: Quizás sí. Pero seguramente se den el perdón unos a otros y tan contentos.
Un saludo.
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