lunes, 29 de abril de 2013

Implosión (refrit)


Sus miradas se cruzaron. Y se miraron. Pero no, como miramos siempre cuando vamos por la calle, a otros desconocidos. Se miraron con la más dulce necesidad de conocerse. Y se conocieron. Pero no, como conocemos a la mayoría de nuestro circulo social. Se conocieron, con la esperanza de poder amarse. Y se amaron, pero no como amamos todos en este mundo; solo con amor. Se amaron con devoción. Con tanta devoción que su amor implosión. Porqué este mundo no está preparado para algo tan sincero. Y sus muros, se derrumbaron hacía adentro. Dejándolos en libertad. Pero una amor así, nunca se olvida.  

miércoles, 17 de abril de 2013

Dormir


Media mañana. Vuelvo al bar de siempre para desayunar. No me gusta cambiar porqué sí. Desde hace unos días, hay, al final de la barra un tipo con pinta de yonki arrepentido. Tomando algo de alcohol, en un vaso de cortado, por su transparencia, parece anís. Si no tuviera menos de cincuenta y estuviéramos a media mañana, diría, que está agotado. Mientras desayuno con el diario de escusa o refugio, él, no deja de observar el vaso, ya vació, como si esperara, no sé muy bien si naufragar allí o reflotar.  Pregunto a la camarera, la de siempre, si lleva mucho rato tan ausente, ella, que lo conoce, me responde que media vida. Por coincidencias extrañas que nos depara el destino, en la otra punta de la barra, hay un señor mayor, increíblemente activo y lucido, capaz, aún a sus setenta i pocos, de sentirse lo suficientemente vigoroso por intentar captivar de una forma graciosa la camarera. Son, sin duda, las dos formas en que la vida te puede dejar embriagado. Uno, es un simple borracho, el otro, un entusiasmado.

Medio día. Me voy para casa a comer. Me cruzo con el yonki. Anda como sin dirección, ni rumbo, ni puerto del que salir ni al que llegar. Se balancea igual que los boxeadores cuando se intentan levantar de un Knock Out. No creo que se mueva más que por instinto. Su vida es únicamente eso, el instinto de todo ser humano para sobrevivir. Supongo que hace ya mucho, que su vida real, esa que ya jamás no vivirá, la tiró por el retrete o se la trago por la nariz. Y como, seguramente, no es alguien del mundo de la cultura, ya sean actores, cantantes, presentadores, o semejantes, ni un ex deportista de élite, ni conocido, no tendrá la oportunidad de vivir esos sucedáneos que les preparan a ellos, de falsas vidas o vueltas a la cima desde los infiernos de diseño.

Media tarde. Mientras el yonki sigue sentado en una acera del polígono donde trabajo, pasa el señor mayor con un buen coche por su lado sin darse cuenta de que quizás, sea, la otra cara de la moneda. No se deben nada. Uno perdió un sin fin de días por ganar alguna noche y puede que alguna choni. El otro, dejo escapar alguna noche y muchas chonis para ganar algún día si la vida le sonríe. Y por casualidades de la vida o puede que por su vitalidad, hasta ahora, le ha sonreído. El viejo, está fresco para lo que le resta. El joven, como dice la canción está: Agotado de esperar el fin.

Media noche. Tengo más sueño que nunca ¿Será por qué este fin de semana salí?

Ilegales...
http://www.youtube.com/watch?v=oHlhIy40Mzk 

martes, 9 de abril de 2013

Contar ovejas


Media mañana. Mí padre me llama al móvil para comentarme que ha decidido ponerse alarma en casa. No lo acabo de comprender hasta unos minutos después de haber colgado. La vejez empieza hacer mella en él. Lo digo en el sentido más bonito en qué eso pueda ocurrir. Desde siempre, mí padre, ha sido un hombre fuerte y valiente, que son, dos conceptos totalmente distintos. No es uno de esos padres que cuando eres crío crees que es superman y al ir haciéndote mayor te das cuenta que es un tirillas. No. Él, ha sido durante toda mí vida hasta esta llamada un hombre, como he contado antes, fuerte y valiente. Pero los años no pasan en balde y más nos vale que así sea. Nosotros ocupamos el espacio que antes ocupaban ellos. Sin, seguramente, su decisión ni convicción de conseguir un futuro mejor para nuestros hijos, del qué ellos nos han dado. Pero casi nunca, te das cuenta de lo rápido que se nos escapa el presente, convirtiéndose en pasado. Si no, preguntaros, cuanto hace que no sale el presidente a dar una explicación ante los periodistas del incendio que desde su partido se ha propagado hacía todo el estado. Y arrasa con las pocas esperanzas y ganas de este país.
Medio día. Una notificación de Facebook me hace entrar y eso, en mí, conlleva curiosear un rato en las publicaciones. Suscribo los razonamientos de la mañana; el tiempo vuela. Miro fotos de compañeros de escuela. Sus hijos se parecen más a ellos, que ellos mismos. Ellos, han mutado, con el tiempo y, son clones en la actualidad del pasado de sus padres. Me hacen acordar de las nueve de la mañana, cuando todos con sueño y batas que casi nos tocaban al suelo éramos, al igual que son ahora nuestros hijos, abandonados en ese viejo colegio, para aprender, siempre según los profesores lo que en ese futuro o sea, este presente, nos serviría para vivir, de todos esos padres que cuando nos íbamos de colonias, estaban allí despidiéndose con prisas por tener que ir a trabaja y que creía olvidados.
Media tarde. Mi padre me vuelve a llamar para decirme que mañana le van a montar la dichosa alarma (ha sido como un cuchillo afilado, que me ha roto el decorado de un pasado del que no quería salir, para tirarme en este presente cruel). Por ver, si podré acercarme para cuando le expliquen el funcionamiento y ayudarle después con sus dudas. Siempre que descuelgo, se queda de fondo de pantalla una foto de mi hija conmigo en una piscina este pasado verano. Siempre que descuelgo, me rompe el corazón. Por añorar el instante tan profundamente que duele conseguir hacer creer al razonamiento que eso ya ocurrió, y como que ya ocurrió, nunca volverá a suceder.
Media noche. Dejo de pensar para contar ovejas. Nunca me ha funcionado.          

miércoles, 3 de abril de 2013

A toda leche


Despertar. Me despierto, no sé el por qué y casi me molesta, recordando al ex novio de mi compañera. Casi nunca nos vimos las caras y en la única ocasión en que lo hicimos, las pocas palabras que nos cruzamos, él, fue muy cordial y eso que le acababa de quitar la novia, por muy machista que suene, fue así, lo puedo prometer y prometo.
Desayunando. Aún me acuerdo de él; es como esas canciones que sin saber porqué se instalan en tu cabeza y tu mente las repite hasta aburrirlas. Me pregunto: ¿donde vivirá? ¿En qué trabajará? ¿Si habrá encontrado otra novia? O si por lo contrario ¿le habré roto la vida como se rompen la figuras de yeso cuando encuentran des de una distancia considerable el suelo? La verdad es que no parecía mal chaval. Le deseo lo mejor. Mientras, la camarera de siempre se acerca y entre prisas me pide si quiero un cortado. Le respondo: Sí, igual que siempre. Me mira y dice: “no ves que voy a toda leche.” Y de repente se para como si supiera que tengo una historia que contarle, dejándolo todo. Lo observo y comprendo que debo explicárselo.
-          A mediados del siglo quince en la Barcelona medieval, un hospital abrió las puertas para todos esos pobres mayores y pequeños, al poco tiempo, empezaron familias sin ningún futuro a dejar sus reciénnacido en la puerta de ese centro. Lo que les condujo a tener un espació para huérfanos y abandonados. Mujeres de esa Barcelona más pudiente, ya entonces solidarias, iban el rato que podían a amamantar a esas criaturas faltadas de alimento. Los que lo necesitaban más su ficha ponía: A toda leche. Para poder sobrevivir.  Ahora, quiere decir ir demasiado deprisa por la vida. A algunos de esos niños, también la vida se les escapaba demasiado deprisa.
Se fue y me trajo el cortado sin decir nada.