martes, 9 de abril de 2013

Contar ovejas


Media mañana. Mí padre me llama al móvil para comentarme que ha decidido ponerse alarma en casa. No lo acabo de comprender hasta unos minutos después de haber colgado. La vejez empieza hacer mella en él. Lo digo en el sentido más bonito en qué eso pueda ocurrir. Desde siempre, mí padre, ha sido un hombre fuerte y valiente, que son, dos conceptos totalmente distintos. No es uno de esos padres que cuando eres crío crees que es superman y al ir haciéndote mayor te das cuenta que es un tirillas. No. Él, ha sido durante toda mí vida hasta esta llamada un hombre, como he contado antes, fuerte y valiente. Pero los años no pasan en balde y más nos vale que así sea. Nosotros ocupamos el espacio que antes ocupaban ellos. Sin, seguramente, su decisión ni convicción de conseguir un futuro mejor para nuestros hijos, del qué ellos nos han dado. Pero casi nunca, te das cuenta de lo rápido que se nos escapa el presente, convirtiéndose en pasado. Si no, preguntaros, cuanto hace que no sale el presidente a dar una explicación ante los periodistas del incendio que desde su partido se ha propagado hacía todo el estado. Y arrasa con las pocas esperanzas y ganas de este país.
Medio día. Una notificación de Facebook me hace entrar y eso, en mí, conlleva curiosear un rato en las publicaciones. Suscribo los razonamientos de la mañana; el tiempo vuela. Miro fotos de compañeros de escuela. Sus hijos se parecen más a ellos, que ellos mismos. Ellos, han mutado, con el tiempo y, son clones en la actualidad del pasado de sus padres. Me hacen acordar de las nueve de la mañana, cuando todos con sueño y batas que casi nos tocaban al suelo éramos, al igual que son ahora nuestros hijos, abandonados en ese viejo colegio, para aprender, siempre según los profesores lo que en ese futuro o sea, este presente, nos serviría para vivir, de todos esos padres que cuando nos íbamos de colonias, estaban allí despidiéndose con prisas por tener que ir a trabaja y que creía olvidados.
Media tarde. Mi padre me vuelve a llamar para decirme que mañana le van a montar la dichosa alarma (ha sido como un cuchillo afilado, que me ha roto el decorado de un pasado del que no quería salir, para tirarme en este presente cruel). Por ver, si podré acercarme para cuando le expliquen el funcionamiento y ayudarle después con sus dudas. Siempre que descuelgo, se queda de fondo de pantalla una foto de mi hija conmigo en una piscina este pasado verano. Siempre que descuelgo, me rompe el corazón. Por añorar el instante tan profundamente que duele conseguir hacer creer al razonamiento que eso ya ocurrió, y como que ya ocurrió, nunca volverá a suceder.
Media noche. Dejo de pensar para contar ovejas. Nunca me ha funcionado.          

2 comentarios:

María Sotomayor dijo...

Me ha gustado mucho, justo ahora que se aproxima mi cumpleaños pensaba que el mío de hacerme mayor era que se hiciera mi madre, me dolió.

Beso grande.

Jou McQueen dijo...

María, no es más nada que aprovechar cada instante que podamos vivir. Sé lo de tu cumpleaños, eres dos días más vieja que yo. algún día te preguntaré por algo me tiene en la curiosidad...

un saludo.