jueves, 28 de marzo de 2013

Por razón

Anselm Keifer



La entelequia de algunos amores
Es igual, al amor a la entelequia.

Como un dolor occipital.
Vital para la acequia
De tierras yermas
De muertas pasiones.

          Ansias enfermas.

Son, todos ellos,
Manifestaciones de cadáveres,
Una masa sin arrojo suficiente,
Para morir
Delante de los revólveres,
Del la no victoria.
Confundidos. Creyentes,
Que sin derrota, la no victoria,
Es menos dolorosa. 

          ¡Mentira!

Repito:
La entelequia de algunos amores
Es igual, al amor a la entelequia.

Y el no saber morir, amando,
Es no saber vivir, muriendo.
Ya sea por amor, por dolor
O por razón. 

miércoles, 27 de marzo de 2013

Siempre tarde


Comiendo. De vez en cuando me toca comer de menú. Por razones laborales algunas veces tengo que almorzar en un restaurante, el típico de polígono. Donde todos los que estamos allí o casi, puedes por su vestimenta descubrir en qué trabajan. Y si el comedor está muy lleno, tienes que compartir mesa, con algún extraño, cosa que no es del todo de mi agrado, pero agradezco cuando me lo hacen a mí. El jueves pasado, comí allí y mientras esperaba que me trajeran la paella, se me acercó la camarera y me pidió si por favor, dejaba que se sentará un chico en mi mesa. Dije que sí.
Pareció muy educado desde el principio, primero me agradeció que le dejara sentarse y después, para quedar bien, supongo soltó un: “se come bien a aquí”. Contesté correctamente y lo observé durante unos minutos. Sus manos, llenas de aceite me decían que era mecánico, pero su mono de un azul oscuro y sin marca alguna me descubría que no lo era de ninguna casa oficial, parecía un mecánico de un taller pequeño, de esos que arreglan de todo, desde motos, pasando por coches, furgonetas y camiones, hasta tractores, con la prisa que comía me pareció que debía ser autónomo y cobrar por horas, el pelo desalineado, los dientes no muy limpios y una barba desarreglada que anunciaba despreocupación por la imagen.
El postre. Lo engullo, como si tuviera prisa para llegar al café.    
El café. Mientra lo tomábamos me dijo: “Es de gusto más amargo cuando la noche anterior no nos hemos querido con mi pareja, físicamente. La vida, parece más gris, con menos tonalidad de colores. Adusta, áspera, corta, aburrida, sin sonrisas, depresiva e inclusive, suicida. Llena de sombras. Y yo, soy mi medio yo oscuro. Lo opuesto a un superhéroe, igual que ellos, tengo mí lado normal y, en vez de súper poderes, un carácter antagónico a la realidad. Cuando no follo, me levantado de mal humor, desayunando mucho y voy al trabajo dispuesto a ofender a quién se me ponga por delante. No tomo ningún descanso hasta al mediodía, que como deprisa y observo el paso del tiempo mientras espero volver al trabajo, para pasar la tarde y ver, si llega la noche y estoy más de suerte.”  Me quedé pensando, sin saber demasiado que decir, y le comenté, que si el sexo era lo que le alegraba la vida y su queridísima señora no le daba el suficiente que se buscara una amante. Seguramente no hice bien, pero es que no sabía como acabar de tomar el café tranquilo.
Cenando. Recordé la conversación de la comida y la de la camarera de unos días atrás. Y de repente, me vino a la mente la idea, quizás la conexión, pero como casi siempre que pareces tener una idea brillante, ya era tarde.   

Siempre tarde (Celtas Cortos)

sábado, 23 de marzo de 2013

viernes, 22 de marzo de 2013

Viento (II)


Somos viento.
Viento frío.
Grumos en movimiento.
En la viscosidad
De esta sociedad.

Somos viento.
Viento umbrío.
Inoportunos cimientos.
Baile de ansiedad
Torpeza por la edad.

Somos viento.
Viento escribo.
Somos viento.
Viento vivo. 

miércoles, 20 de marzo de 2013

Dónde



¿Dónde están los cielos?

¿Dónde están las nubes?
¿Dónde está la lluvia?
¿Dónde las estrellas?

¿Dónde están los pájaros?

¿Dónde el firmamento?
¿Dónde está la noche?
¿Dónde está la madrugada?

¿Dónde está el hechizo?
¿Dónde está lo nocivo?

¿Dónde está el pasado?
¿Dónde está el presente?
¿O dónde está nuestro futuro?

Seguramente,
Un poco más lejos,
De dónde busco.  

viernes, 15 de marzo de 2013

De preferencias


Desayunando. Me contaba la camarera que a ella, su novio, para decirlo suavemente, no le daba lo suficiente. No recuerdo como llegamos a este punto de la conversación, pero la verdad es que la chica no estaba para nada mal y eso, me hacía una difícil comprensión del por qué su novio no le daba lo suficiente (frase que encontré de lo más correcta). También me sorprendía que me lo explicara a mí, que únicamente nos conocíamos de pedirle un bocadillo y de servírmelo. Y como siempre os digo, soy curioso de naturaleza.

-          ¿Pero a ti que te gusta? Pregunté.
-          No sé, lo normal, supongo. Respondió.
-          ¿Pues que es para ti lo normal? Intentaba aclarar yo entre mordisco y mordisco.
-          Unos preliminares bien hechos, besitos en el cuello, los cuerpos desnudos, quizás, una felación, galopar encima de él, que me coma las tetas y tener un orgasmo.
-          ¡O dos! exclamé. Pues a mí me gusta… Unos preliminares bien hechos, dar besitos en el cuello, los cuerpos desnudos, sobretodo el de la mujer, una felación, sin el quizás, que me galopen encima, comer los pechos y que tengamos un orgasmo o dos, o tres, o un sinfín durante toda la noche. Es muy normal lo que te gusta… supongo.
-          Pues, ni eso me da.
-          Y yo ¿Qué le puedo hacer? Pregunté esperando poder darle solución al problema. Si tenía que sacrificarme, lo haría.
-          Lo que ya has hecho, escucharme, gracias.
-          De nada. ¿Puedo seguir comiendo?
-          Sí. Por supuesto.

Y seguí comiendo, recapacitando que quizás, a su novio no le gustaba esa clase de normalidad y prefería, no sé…         
  

martes, 12 de marzo de 2013

Edad de merecer

Anselm Kiefer

Media mañana. De repente me asusta lo rápido que pasa la vida. Sin estar pensando en otra cosa que no sea el trabajo, en un momento dado recapacito y creo, sin saber porqué, que des de que me he levantado hasta ahora ha pasado una década. Que al abrir la puerta del negocio esta mañana era diez años más joven. Me pellizco y veo que estoy despierto.

A la hora del almuerzo. Me reencuentro con el resto de mi familia. Mis hijos tienen la misma edad que ayer, sin embargo, yo no. Hace un momento era mucho más joven o eso creía. Mí mujer, esta casi como siempre. El paso del tiempo en ella es mucho menos severo que conmigo. Puedo observar a través del crecimiento de mis hijos cómo hace mella en mí el mismo periodo que en ellos les hace avanzar con pasos gigantes y en todo.  No me di cuenta del momento en que esto paso del tablero a la realidad, fue tan escalonado el trance, madrugada a madrugada, que ahora que me toca recoger las realidades esparcidas por mi cuerpo y conciencia, me parece que los frutos han madurado casi todos de golpe.

Media tarde. Sé que no puedo volver diez años atrás. Que la realidad, aunque intente maquillarla, como lo hacen algunos, cambiando de mujer, olvidando a sus hijos, volviendo a la noche eterna, a la fiesta, a los pantalones apretados, los peinados estrafalarios, los pitillos y algo más, al creer que el querer únicamente es la acción de seducción o que el sexo sólo existe con amor,  a soñar quimeras y a elegir futuros, muy rápidamente se correrá (el maquillaje; no entiendas mal) y volveré a lo cierto, que es la edad que tengo, donde merecer ya pasó, y los méritos los debo hacer no para mí.     

jueves, 7 de marzo de 2013

Un virus


Desayunando. Los primeros síntomas empiezan el abordaje de mi cuerpo. Un escalofrío recorre mi espalda, la nariz se colapsa, la faringe se irrita, los oídos quedan cómo encerrados en el vacío, los ojos deambulan buscando un punto fijo y la cabeza no tiene suficiente fuerza para seguir como si nada mientras entra en la lucha sin límites del virus.  Las manos me quedan heladas, los dedos de los pies también y solo anhelo cama, dos mantas y desconectarme de la rutina.
Almuerzo. No pienso salir de mi cueva de edredones para ir a comer nada, casi con agua me basto, para ir tirando y meterme de vez en cuando algún tipo de droga de esta legal, que parece que te ayuda a avanzar tres horas más, en el paso del tiempo necesario para conseguir vencer más espacio a ese microbio que me ha invadido. Se me seca la boca entrando en un estado pastoso increíble, creo que no hay demasiado que hacer, me he lavado los dientes ya tres veces des de que estoy en cama, voy a intentar pasar la tarde durmiendo el más tiempo posible, por ver si llega la hora de cenar y algo me entra.
La cena. Bajo más por ver al resto de la familia que por hambre. Un caldo me es más que suficiente para poder volver a tomar algo de eso que dicen ayuda. Intento sonreírles a mis hijos pero creo que no lo consigo, son unos monstruitos más ruidosos de lo normal. Si no se van a la cama pronto me iré yo. Me parece que aún están para domesticar. Acaban conmigo, me despido hasta mañana, con el deseo de que cuando me levante su madre ya los haya llevado al colegio y vuelva estar otra vez solo, dando tumbos por la casa, sin nada que hacer, ni ganas para hacerlo. Antes de dormirme escucho en la tele que Chávez ha muerto, pero el cansancio acumulado de una lucha ciega me vence y caigo en un profundo sueño.
Desayuno. Me despierto, deambulo por mi casa para ver si queda alguien a quien pedir que me haga un zumo de naranja, pero no. Me toca hacérmelo a mí, entre titubeos de frío, mientras escucho la radio, solo hablan de Chávez, ni Barcenas casi aparece ¡Qué tío! Pienso, mientras lo recuerdo en una imagen de televisión preguntado, con el dedo levantando, señalando cada una de las casas de una plaza  “¿Qué edificio es ese Sr. Alcalde?”  Y el Sr. Alcalde, respondiendo muy correctamente, para relanzarle con un grito firme sabiéndose delante de una cámara un: “Exprópiese”. Para algunos un héroe para otros un villano, no sé, quizás seguramente ni eso ni aquello. Me estoy quedando sin voz y eso que no hablo con nadie, o quizás sí, ayer durante toda la noche en un sueño, pero intento recordar de qué y no lo consigo. Me voy a la cama otra vez, por ver si consigo retomar el sueño. Al menos, hasta la noche.