jueves, 24 de noviembre de 2016

Seguir trabajando

Es cuando los pensamientos siempre anarquistas, empiezan apoderarse de mi mente el momento sin yo pretenderlo, que mi cerebro, envía una orden concreta a la mano derecha: Subir al máximo el volumen. Cómo si con más ruido fuéramos capaces él o yo, de ahogar los delirios, nunca de grandeza, entre un laberinto de música, palabras, sonidos, voces huecas, en la charca que hay justo antes y a menudo, de llegar a la zona oscura.

La zona oscura es como un jardín dentro de un túnel. Sin luz. Visitarlo significa tener una dependencia hacía él tan absoluta que parece amor. Como amar también parece el estado de tranquilidad y gozo que da entrar en ese prado gris. Tan sombrío es que mata a la sombra y sin duda, es lo mejor que puede pasarte al estar allí; estar solo. Llorando, gritando, en silencio, con los ojos abiertos o cerrados. Volando o incluso, arrastrándote como un gusano entre miedos y hierbajos, por el barro o por el ego. Sin ver la luz, ni una puerta, ni la salida. Y las voces dominan con un concierto vacío pero con tal estruendo que hiela la razón. No hay un camino. No hay posibilidades. Únicamente la casualidad. Igual que siempre. Dónde las flores están muertas.


Y comienzo a cantar. A gritos, intentando escupir a veces, ideas. A veces razonamientos. A veces reflexiones y continuamente juicios. Sin darme cuanta, que eso, es lo que pierdo. Observo por la ventana si el mundo sigue detrás del cristal. El sol lleva millones de años brillando y yo, aún, no lo he conseguido. Hay que seguir trabajando.   

martes, 15 de noviembre de 2016

Una cita y un concierto (Critica amable al concierto de Asaf Avidan en BCN)



Ir de concierto es como tener una cita –creo, pues hace una eternidad que no tengo una- 

Te pueden poseer unas prisas irrefrenables para que las horas vuelen y sea todo lo más escueto posible. Igual, que cuando estas en una tránsito de recuperación y únicamente deseas que pasen los días para avanzar y mejorar. Para que todo termine y convertirse en un recuerdo desdibujado en algún rincón de la memoria, de un tiempo que te tocó vivir. Nada más. 

O quizás, ni chicha ni limonada. Un trámite. Un rato que no estuvo mal y que quedará en eso, no más. No hay un futuro factible. Nada. Una breve historia con principio, desarrollo y un punto y final. Que nunca te aportará más de lo que ya ha hecho. Donde no cabe el aplauso ni esas dos últimas canciones que todas los artistas se guardan, para una vez parece finalizado volver a salir y terminar apoteósicamente. 

Finalmente, están esas citas que deseas que nunca acaben, que sea la noche eterna y no exista el amanecer. Que empiezan bien y terminan mejor. Que tan sólo las fuerzas de la naturaleza o la maldita rutia, consiguen hacer deshacer unos nudos tan fuertes, que parece que hace millones de años que están atados. Porqué resulta increíble que eso que está ocurriendo, no hubiera sucedido antes. Pues una atracción de los cuerpos como esta, es, exageradamente fuerte para qué, estando a un millón de kilómetros con tan sólo un cruce de miradas nos acercáramos uno con el otro, arrastrados por una corriente que al entrar en el cuerpo es una electricidad que eriza cada centímetro de la piel. Pidiendo a Dios, a las estrellas y al infinito, que se detenga cada segundo para parecer eterno y que la distancia, sea solamente, lo que tenemos que recorrer juntos. Y aun sabiendo que no es así, saboreas cada palabra, cada mirada, cada roce, cada silencio, cada instante para que quede debidamente guardado en la retina, por y para siempre. Comprendiendo, que un segundo después ya sentirás nostalgia. 

Y a la nostalgia voy, porqué un buen concierto, es necesariamente aquel que te deja una nostalgia profunda y una necesidad de revivirlo con la memoria, o, YouTube ahora, una y mil veces más. Y con la ilusión de estar en el próximo. Esperando que sea, volver a verla, lo más breve y precario posible.

Para más disfrute:
https://www.youtube.com/watch?v=IGxGQ-UMo4I