miércoles, 29 de marzo de 2017

Lo peor del amor

Quién más, quién menos ha tenido el pensamiento, la oportunidad y la intención de despedazar el acuerdo de monogamia que tan estigmatizado está.  

 –A mí, si me pasara lo dejaría marchar - comentaba una señorita a otra en la mesa de al lado. 

Mientras la otra, se preguntaba -¿Qué forma es mejor para demostrar amor? ¿Dejarlo ir o pedirle por favor que se quede?-

¡Qué importa! Si la decisión ya está tomada. Qué importa el amor que te quede para dar, si tu pareja ya no lo quiere. Qué importa si tú lo dejas ir por amor o le pides que se quede por lo mismo. Pensaba callado, entre bocado y bocado a un bocadillo de jamón de un cerdo que seguro jamás quiso acabar siendo eso, jamón.

-Dice que se ha enamorado, cómo el que dice que se ha caído. Así, de repente, igual que un tropiezo- le comentaba repetidamente.

¡Qué bonito es tropezar a veces!  Seguía pensando yo.  Aunque a menudo, con algún tropiezo puedas golpearte de forma desafortunada.

-¡Excusas, todos las mismas excusas! Son unos sinvergüenzas. ¡Todos son igual!- le gritaba su amiga.

-Señorita, ¿vosotras sois todas igual? Porqué yo, un día llegué pronto a casa y a mí señora se la estaban follando dos señores de color, para ser más específico: negro. Con una intensidad para mi desconocida, tanto en el tema de la penetración por los distintos orificios, como en el placentero y sobre todo, del tamaño. Respecto a mi señora, parecía gozar con la misma intensidad. Disfrutaba, lo que nunca había disfrutado conmigo, y claro está, que cómo hasta entonces la quería, me senté en el comedor y espere que acabaran para tener una charla larga y tendida que nos condujo a ninguna parte de lucidez. Más que nunca me creí un mal marido. Tampoco a ella tan guarra; con el mejor significado de la palabra (lo hubiera descubierto antes). ¿Sois todas tan guarras?- Les pregunté cansado de las generalizaciones. 


Seguidamente se levantaron y se fueron. Y yo, seguí desayunando.       

No hay comentarios: