martes, 28 de febrero de 2017

No tengo nada en contra la mallas (de mujer)





Des de siempre, he tenido claro que soy más de barra que de pista de baile, de chiringuito que  de playa. De pantalón corto que no, de mallas, esas que con un ahínco casi agotador intenta el decathlon hacernos creer que realmente son necesarias para salir a correr, porqué, por supuesto, también soy de salir a correr y no de hacer running,. Y si voy por la montaña, pues eso, corro por el monte, no hago trailrunning.

De cerveza más que de cubata, pero si tengo que beberme alguno, no tiene que ser un gin-tonic de frutas del bosque y del yogurt nunca miro si tiene bifidus añadidos. Con la música me ocurre un poco los mismo, prefiero a Elvis, Dylan o Moustaki quién nació en Alejandría, nombre de ciudad que siempre me ha maravillado y lo curioso es que no sé muy bien el por qué, por su historia magnifica, su situación, por el simple nombre o quizás, porqué aún no la he visitado. Algún día debería reflexionarlo.

Volviendo a la mallas, me parece que la histeria colectiva que nos ha dado últimamente por el deporte, es cómo mínimo para plantearnos si es trascendental tener que salir, cuando ni la edad ni la figura lo permiten, y quede claro que a mí la opinión de los demás casi siempre me importa un pepino,  tan ajustados, tan coloreados. Con esas mallas que muestran los efectos del tiempo y la gravedad, cuando todo cuelga, combinados con esos para vientos fosforitos, unos cascos conectados al teléfono que parecen tener dolby sorrund, escuchando baxata. Y, con unas zapatillas que no amortizará su precio, ni corriendo a ese ritmo, seis vidas más.

Debe ser por clásico o antiguo, no lo sé, o porqué mis tobillos nunca han sabido moverse con ningún ritmo, o por las rodillas que des de tiempo atrás he tenido lo suficientemente jodidas para no poder hacer running. Quizás, porque mis caderas nunca fueron genéticamente creadas para la baxata y aunque, intente moverme como Elvis en suspicious mind, nunca le llegue al primer golpe de pelvis. Debe ser que, al ver pasar un hombre de avanzada edad, y no voy a cuantificar eso, en mallas, me sorprenda de la sociedad actual. Sentenciando que yo, no he cambiado tanto como en mundo con el paso de los años

¿Será por sentimental?

2 comentarios:

María Font dijo...

Yo también siempre estuve maravillada con Alejandría. Es más, una vez soñé que tenía una hija y le ponía ese nombre.
Capaz es porque me gusta Alejandra Pizarnik. Vaya uno a saber...

Jou McQueen dijo...

Quizás Alma vacía. Una razón de peso es. Yo sueño tanto que incluso, a menudo, lo hago despierto.

Un saludo.