miércoles, 24 de mayo de 2017

¿Es la vida?

Gozo la suerte para mí y desgracia para muchos, de tener que madrugar. Salgo a la calle a una hora que únicamente nos encontramos los que por obligación vemos cada día amanecer. Esos minutos en que no es de noche pero aún, tampoco de día. Y todo, o casi, vuelve a empezar de nuevo.

La verdad es, que demasiadas mañanas salgo del garaje bastante dormido y me fijo en una bandera nueva, plantada en el balcón de una casa dos calles más lejos, otra más, seguramente dirán que es la última antes de ser independientes, pero ya van unas cuantas y todo sigue igual. Y, con esta, en su versión color rojo el márquetin no está demasiado logrado ya que sin quererlo te recuerda a la esvástica. Por supuesto,  eso a les seis de la mañana es un susto considerable. Así cada día.   

A lo que iba. Ayer, cruzando el pueblo, tan de repente como sorprendente, me topé con un abuelo que hacía pompas de jabón. Así, tal cual. Soplaba el círculo con pasión y volaban, cuatro, cinco, seis incluso siete pompas. Después de ver la esvástica creí estar aún demasiado dormido para entender nada. Paré el coche y me quedé mirándolo como disfrutaba como un niño con 80 i tantos. Y sin esperarlo, cerró el pote y lo dejó encima de la valla de una casa, lugar donde algún niño, seguramente después de mi recapacitación y continuada hipótesis, se lo había dejado olvidado la tarde anterior. Prosiguió con su paseo matutino como si nada hubiera pasado. ¿Quién sabe si al llegar a su casa, mientras desayunaba al lado de su señora, le contó lo sucedido o se lo guardó para él, por vergüenza o poca importancia?

La vida, a veces es un detalle. Un segundo. Un encuentro de casualidad. La vida… a menudo me pregunto :¿Qué es la vida? 

sábado, 6 de mayo de 2017

Abrir y ver

No. No sé si he aprendido mucho, poco, o nada, de las redes sociales. Lo que sí que me he dado cuenta es, que con Instagram nos creemos fotógrafos. Con Facebook; filósofos. Con el blog escritores antes de aprender a escribir. Con twitter perspicaces. Y, con todas, queremos hacer creer que somos más felices de lo que realmente es. Sobre todo, con la vida de pareja.

Abres alguna de estas redes sociales y observas, los bien que nos sientan los años. Lo guapos que estamos, lo mucho que entrenamos, y lo mucho que los padres quieren a sus hijos y la madres, aún más… los adoran. El infinito amor que siente ella hacía él. La duda es cuánto durará ese infinito. Lo orgulloso y viril que se le ve a él a su lado. Lo hermosos que son los niños. La última compra. Los lugares tan maravillosos que visitamos. Lo tanto que nos movemos y viajamos. Nuestros éxitos y alguna calamidad, siempre que nos haga más fuertes ante todos. Las nueves únicamente si embellecen el infinito. Y, los primeros planos si no estorban al horizonte. Parece que queramos normalizar exclusivamente lo maravilloso.

Pero pasa el tiempo, y normalmente, los hombres no volvemos, viejos y más gordos, algunos calvos, más vagos, con menos humor o incluso mal humor, dejados y ellas, muchas, siguen cuidándose, guapas e interesantes y se acaba el amor ese que hace mucho ya estaba carcomido por la rutina, la monotonía y la confianza. De golpe, ahora, el pasado de todas esas redes sociales es borrado cómo gustaría hacerlo en la vida real y lo estupendo es en singular o a mucho pedir, con los hijos.   


 En fin, que de momento: Has tenido suerte de llegarme a conocer, Nena.