Sábado noche. El término sábado viene del latín bíblico
sabbatum, este del griego sábbaton, y
este del hebreo Shabat: reposo. Día de reposo. Lo dice la Wikipedia no es que
yo sea muy listo. El shabat para los judíos es el día de reposo, de rezo y del enriquecimiento
espiritual, des del viernes por la noche al sábado cuando se pueden ver brillan
las estrellas. Para los jóvenes
modernos, es cuando ellos se disfrazan de caballeros y ellas de princesas
orgullosas. El lunes si un caso, ya
volveremos a la obra o al camión, a ser dependientas o enfermeras.
Miéntame. Enséñame tu gran coche y no me cuentes cuanto te
queda por pagar. No me digas la verdad. Dime donde fuiste de vacaciones aunque
las pagues a plazos o lo hagan tus papas. Miénteme. Cuéntame que se cuerpo es
natural, no a base de proteínas y horas en el gimnasio. Que no haces faltas de ortografía
gracias al corrector de tu gran Appel o ese léxico incongruente para obviar las
normas ortográficas. No debido a horas leídas,
ah no, que esas las pasas en el gym. Que me abrazas por amor no por ganas. Que
conoces a Kafka o Bukowski. O que sabes lo que da catorce por veintidós sin
mirar tú móvil. Que meas para quitarte de encima esa borrachera rutinaria de
fin de semana.
Sábado. Amanece. Es muy tarde y demasiado temprano. Excusas baratas
de mal pagador. Empeñados en caer otra
vez en los mismos errores, pasan los años volando. Y nos escondemos en la cama
cómo si no pasara nada. No somos lo que éramos ni lo que seremos. Debo
hacer un shabat al menos una vez en la vida. Rezar, descansar y sobretodo,
conseguir un enriquecimiento espiritual, pues mi espíritu es un crápula. Aunque sea mal y tarde.
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