sábado, 16 de marzo de 2019

Soy pensamientos

A menudo soy capaz de ausentarme de mi mismo. Desconozco muy bien el funcionamiento. No sé si es que un alguien invade mi cuerpo y toma las riendas de mis actos o soy yo que salgo de él, igual que quien sale de una habitación y espero alejado a ver que hago. Lo más curioso es que todo pasa estando despierto. Consciente.

Es como moverse en un avión o en tren. Te dejas llevar hacía una situación concreta sin poder dirigir los actos. Estar dentro un autómata sin capacidad alguna de rascarte la nariz si eso es lo que realmente te viene en gana. Un impulso, una atracción incontrolable, un magnetismo dictatorial me somete a sus vaivenes igual que el mar a los marineros cuando el puerto queda lejos y la tempestad es un transito que se debe pasar de la mejor manera posible. Hay quién incluso, al jugárselo todo disfruta de la sensación, creo que no desean llegar a ancianos. Unos instintos animales se reúnen en la boca del estómago con una intensidad casi desmesurada en busca de una explosión en un equilibro tan extraño cómo la noche y el día. Donde los amaneceres y los atardeceres son tan necesarios que surgen al adentrarse en la oscuridad o al salir de ella. En un vuelo a ras de suelo al que no damos la importancia que requiere, de una nota musical bien puesta, en su lugar concreto, en el segundo preciso. Cuando algo empieza.


Después. Unos momentos después regreso a él. Como si la conciencia se volviera a sincronizar con los actos y los pies volvieran a ser mis pies, las manos mis manos y los pensamientos, siempre, siempre tan suyos. 

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