martes, 6 de agosto de 2019

Chilla, que teiemblen

Hay humanos que tienen la desagradable costumbre a mi entender de socializar. Tu hijos hacen una actividad extra escolar, pues a final de curso se tiene de hacerse una comida aún a sabiendas que nadie se lleva bien con nadie. O en la comunidad de vecinos si no es una macro comunidad; Lo mismo. O en el trabajo. O en el gimnasio. O en la familia. Prefiero no seguir. Es decadente. Cómo decadente es convivir sin contarse nada. Sin mojarse. Sin decir el porqué de algunos actos que chillan tan alto, que asusta.

Hubo un tiempo, que me creí invisible. No lo era. Pero mi necesidad de creerlo era tan bonita, que lo creí. Igual que quién cree en Dios, en Alá o que sé yo que ser superior. Iba por los callejones adoquinados creyéndome invisible. Me tomaba una cerveza creyéndome invisible. En el trabajo, a menudo, me creía invisible. Estaba graduado en la invisibilidad. Era un protección. A los ojos del mundo, a los atardeceres, a los amaneceres, a las tardes tontas, al verano, al otoño, al invierno, a la primavera, a casi todo era invisible. Y mi fe, que por aquél entonces, parecía eterna, ahuyentaba los fantasmas. Hasta que un día igual que se rompe una pompa de jabón explotó mi invisibilidad y de repente, todos, me volvieron a ver o a recordar y el súper poder de la invisibilidad desapareció de una forma tan sorprendente y esporádica como había llegado.

Es verano. Y cómo que ya todo el mundo me volvía a ver, entre ellos mi compañera, una noche tonta de calor, follamos. Con las ventanas abiertas. Yo no es que sea un buen torero y se entienda torero como macho ibérico, amante increíble y salvaje, pero esa velada hubo una buena corrida y entiéndase corrida por corrida. Y con una actitud rockera conseguir hacer chillar a mi compañera.  Cosa nada fácil para un mindungui como yo a menudo.  con mucho sudor.   Sin para nada recapacitar, volviendo al principio, que la noche siguiente teníamos cena socializadora de vecinos.  

Y mientras, estábamos sentados,  entre la aceituna y la cerveza y cómo no podía ser de otra forma, saltó el vecino gracioso y dijo:
-¡Que anoche! ¿Hubo verbena?- Eso a voces, entretanto una sonrisa se le iba dibujando.
-¿ Por qué? Pregunté yo con mi mejor cara de ingenuo.
- ¡Por cómo chillaba tu mujer, jajajajaja!- Gritó él.
Me lo miré serio. Me la miré a ella con un rostro de sorpresa al más puro estilo película a blanco y negro, y solté: -No lo sé. yo es que no estaba.


Después, el silencio.  

No hay comentarios: