Días atrás vi el biopic de “Elvis”. Y, ¡Joder! Salí alegre. A parte, la película me gustó
mucho. Puedo decir que a mi edad estoy mejor de lo que estava él. No con el mismo chorro
de voz, pero físicamente, sí, mejor. Seguramente, aun así, él, debía follar
mucho más.
Os cuento esto, porqué con mi inmersión en el mundo digital,
ya de mayor, con los reels sin descanso, uno detrás de otro de forma infinita
que van apareciendo en mi aparato móvil tropiezas con casi de todo, y en medio de este
descontrol de videos, mucha gente que sin acreditar nada, te dicen cómo y qué
debes hacer. Por suerte y por ahora, aún no pueden recetar. Y yo que no soy muy crédulo ni demasiado autocritico, no sé de que forma uno de esos me convenció de que debía apuntarme al gimnasio, pues según
contaba, a partir de cierta edad en la que me situó él, no yo, se pierde musculo.
Siempre he sido más de grasa de que musculo, me asusté, y al gimnasio me he
apuntado. Debió ser cuestión de la repetición. O eso quiero creer, si no, me da miedo que ha ocurrido.
No he estado nunca en la selva, ni tampoco en un corral de
pavos reales, pero creo que puede ser algo muy parecido a eso. Ya llevo un par
de meses disfrutando de los tours entre las máquinas de musculación y caray,
que bien me lo paso. Mi mente es un bote a la deriva en medio del rio amazonas.
Con llamadas de apareamiento de esas fieras, pobres diablos, pavoneando por aquí y por allí; bbrrrt brrrrt, pio pio pio,
quickiriki. Abundan los machos y las pocas damiselas que procuran por su físico
igual que las abejas por la colmena yendo de un lado a otro, observan como ellos hinchan su
pecho, en este caso los pectorales, ensanchan sus espaldas ejercitando el
trapecio y el deltoides, se ponen de puntillas hinchando las patas o sea, sus cuádriceps
y se agarran igual que un náufrago a su tabla, a las mancuernas (que me suena a
partes nobles, desconozco el porqué) sin embargo, me parece más cómo si procuraran agarrar todos sus miedos escondidos debajo de toneladas de músculos y proteínas. Agarrándolas
fuerte y quien más miedo o inseguridad me parece tener, más grande escoge la mancuerna.
En cada nuevo ejercicio, al sentarme para proceder, tengo,
siempre, que sacar la cantidad de peso insensata que levantan los gallos de mi
corral, debo parecer el patito feo o mejor, flojo. Los
observo y todos, están más rato parados que ejercitando el volumen desmesurado
de carne que como dunas en el desierto se escapa por esas camisetas anchas de tiras, incluso, algún pezón. Un día, fui temprano al bar de una amiga, amiga por qué no
quiere nada más, siempre que estoy allí me hago el gracioso porque los
pectorales aún no los puedo hinchar lo suficiente, y me pidió ayuda pues tenía
que poner los croissants en el horno. Y, ostras, me quede cautivado como esa
masa congelada cogía envergadura, se inflaban lo mismo que los chavales que
miro, que paradójicamente ayer eran niños delgados y cuando los vuelves a ver; son
croissants. Aclaro que, a mí, con tan
poco tiempo y peso que levanto, aún no se me nota el horneado.
Y mientras no entrenan ejercitan la mente con el móvil. Están
más rato con el móvil que entrenando, ¡Deben tener un cerebro enorme! Una serie
de 10 y 10 minutos con el teléfono. Desconozco el tiempo que se pasan en el
gimnasio, pero estoy seguro que, si lo pasaran aprendiendo o procurando mejorar
el mundo, la tierra sería un lugar mucho mejor. Pero claro, para un brrrt, brrrt, un
pio pio pio o un quickiriki, se tiene que estar allí, al acecho.
Lo de mirarse en el espejo en cada ejercicio con mirada de vicio y es un espejo, repito, lo dejo para otro post, o dos más. ¿Por qué lo harán? ¿Se deben gustar? ¿O es parte de la inseguridad? Debo intentar no perder la cordura.
Seguiré intentado parecer gracioso pues no soy Elvis ni un croissant. De momento.
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