martes, 2 de diciembre de 2008

Doctor.

Era un día cualquiera en un hospital cualquiera. Lo malo es que estaba yo de medico. Sorpresa la mía al verme con una bata blanca y no de paciente. De repente unos gritos llamaron mi atención.
- Doctor, doctor gritaba la enfermera. Mirando hacia mí persona.
- ¿yo? ¿a mí me lo dice señorita?
- Claro doctor a usted, a quien sino.
- ¿Por qué me llama de usted? Me miré en el primer cristal que reflejaba un poco y vi, que me parecía mucho a George Cloney. Incluso en belleza.
- Por respeto señor, usted es el doctor.
- Eso ya me había quedado claro, que yo soy el doctor, y pues, porque me reclama.
- Aquí hay un paciente que dice que le duele mucho el pecho.
- Y yo, que puedo hacer…
- Usted sabrá, le repito que usted es el doctor, ¿Qué ha bebido?
- No, por supuesto que no. Donde le duele señor. (eso me pareció lo más similar a lo que dicen los doctores).
- Aquí en el pecho, es como si el corazón me fuera a estallar.
- Que ha sufrido un ataque de nervios, o algo parecido.
- Nervios, nervios no, pero mi mujer me acaba de dejar, lo que siento es una infinita tristeza.
- Eso yo no lo puedo solucionar. (aunque me parezca a George pensé)
- Pues doctor que puedo hacer.
- Usted primero debe tranquilizarse. Seguro que su mujer se lo repensará y volverá con usted. No se ponga nervioso.
- Si nervioso no estoy, ya se lo he dicho. Me duele mucho el corazón de tristeza.
- Le daré un calmante y duerma un poco. (¿que sabré yo de calmantes?) enfermera tráigale un calmante al señor.
- ¿Cuál?
- Uno de fuerte.
Se lo trajo, se lo tomó y al poco murió. No creo yo que muriera por el calmante, seguramente murió de amor tan seguro como yo me parecía al George Cloney y que eso no era un sueño.

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