miércoles, 15 de julio de 2009

Que artá de reír.


Me contaba hoy, un conocido, que tiempo atrás mientras circulaba en su coche por el centro de la ciudad. Se encontró una pareja peleándose. Ella tenía las de perder y al volar la primera hostia, ella, perdió. Sangraba. Y esta persona conocida, pero desconocido para ellos y el mundo (un personaje en mi pueblo). Paro y se bajo del auto, dejándolo en medio de la calle, para ir a defenderla. Al llegar, dio los buenos días al valiente, con otra gracia de Dios. Se giro preocupado por el estado de la mujer. Y al volver la cara lo único que recibió, fue un fuerte golpe en medio de su rostro, que hasta le desplazo las gafas. Sorprendido, se volvió a girar, he invito al señor a que siguiera dándole. Desconcertado, se fue, sin pedir perdón a ninguno de los dos. Creo, ahora, que sólo de lo que se arrepienta es, de habérmelo contado. Que artá de reír.

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