
Me contaba hoy, un conocido, que tiempo atrás mientras circulaba en su coche por el centro de la ciudad. Se encontró una pareja peleándose. Ella tenía las de perder y al volar la primera hostia, ella, perdió. Sangraba. Y esta persona conocida, pero desconocido para ellos y el mundo (un personaje en mi pueblo). Paro y se bajo del auto, dejándolo en medio de la calle, para ir a defenderla. Al llegar, dio los buenos días al valiente, con otra gracia de Dios. Se giro preocupado por el estado de la mujer. Y al volver la cara lo único que recibió, fue un fuerte golpe en medio de su rostro, que hasta le desplazo las gafas. Sorprendido, se volvió a girar, he invito al señor a que siguiera dándole. Desconcertado, se fue, sin pedir perdón a ninguno de los dos. Creo, ahora, que sólo de lo que se arrepienta es, de habérmelo contado. Que artá de reír.
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