Pintura: Joan Mateu
La terraza estaba repleta. Desde que los fumadores no pueden hacerlo dentro, el fuera es un siempre lleno. Él, pretendía ir al servicio. Pero… Tropezó. Fue por culpa de esos adoquines desiguales. Y al caerse, se apoyó con una señorita que estaba sentada. Su mano fue resbalando por el muslo en un suave desliz hasta acariciarle todo el sexo. La verdad, es que eran dos desconocidos, que llevaban diez minutos mirándose, con miradas furtivas. Pero ese tropiezo, les izo unos apasionados toda la noche.
De madrugada, ella, curiosa, le preguntó si fue el tropiezo a voluntad propia. Él, nunca respondió. Y al irse, se lo volvió a preguntar. Silencio. Sentadas en la escalera, se quedaron, ella y su duda. Ella, con una sonrisa.
4 comentarios:
La duda no sonríe, duda. Y sospecha.
Dany: Pero la risa que nos provocan a veces, las dudas. De otros normalmente.
Un saludo.
Él se fue y la dejó con la duda (y no voy a hacer chistes de doble sentido).
Mejor.
Ella puede inventarse una historia distinta cada noche de aquel tropiezo.
Malena, mejor. Aunque una sonrisa nunca sienta mal. Tampoco algún tropiezo.
Un saludo.
Publicar un comentario