De tu cabeza,
Me quedo:
No con tu pelo.
Ni tus negras cejas.
Tampoco con tus inmensos ojos.
Ni tu pícara sonrisa.
Ni tus labios ni mejillas, ni oídos, ni barbilla.
No será, con tu frente
despejada o toda tu linda cara.
Sin duda, me apasiona,
con verdadero entusiasmo,
Tu cerebro y su entrañado.
Me deslizo por tu cuello.
Del tronco amo,
Por encima del resto:
Justo antes de tu hermoso pecho;
Tu vientre. Con sus órganos internos
y externos, de tu sistema genital.
Y no creas, que tu cintura me da igual,
Ni tu espalda, ni columna vertebral.
Ni el surco de tu clavícula, todo,
Sin duda, es esencial.
De tus miembros superiores,
Las manos predominan y
Los brazos, los que las dominan.
De tus miembros inferiores,
No son, tus menudos pies.
Tampoco, la tibia o el peroné.
Me inclino por seguir subiendo.
Y sé el por qué, y el por donde.
Por la rodilla, muslo arriba.
Por el fémur hasta alcanzar el coxal.
Viaje celestial.
Tu pelvis. Intuirte el hueso sacro.
Dibujando la curva de tu cadera
con el ansia del que espera.
Posando mis manos en tus glúteos.
Realmente venerables y sagrados.
¡Incrédulos ateos!
Compañera:
Tu piel, toda, es de seda.