viernes, 4 de octubre de 2013

Refrito de "Alejarse"

Medio día. Hoy he comido de restaurante o mejor dicho de menú. Con la prensa, solo, y con esa tranquilidad que a veces busco, no para nada. Quizás, para sentir la sensación de falta de actividad a mí alrededor sin ser yo quién procuré instaurar un orden, a veces, casi imposible.

Media tarde. Intento recordar qué he comido que me está dando esta digestión tan pesada. Y después de recapacitarlo mucho, llego a la hipótesis, que no conclusión, de que han sido todas las noticias leídas, tan difíciles de tragar. Si pudiera, igual que con los alimentos, conseguir hacerme venir arcadas para vomitarlas todas, lo haría. Las dejaría perder retrete abajo. Pero no se puede, son más parecidas al frío. Que se mete adentro y cuesta dios y ayuda sacártelo. A veces, incluso, he tardado semanas en recuperarme. El frío, comparte síntomas con el miedo. Sin embargo, con agua caliente, se mejora mucho. El miedo es un mal compañero y el frío también. Si tuviera que elegir a uno no sabría con cual quedarme. Tanto me ha invadido uno como otro, y en ocasiones, sin razón aparente. Y acojona. Algunas madrugadas, después de ducharme, cuando el cristal aún está empañado por el vapor del agua, mientras me seco, me observo y me veo en él, con la boca llena de petróleo, entonces, me apresuro a pasar la mano para retornar ese vapor en gotas de agua y que el cristal vuelva a un reflejo correcto, decapitando la imagen. Sacándome esa idea de la cabeza. Y acojona, acojona el no saber porqué pasa, y acojona el saber que ocurre estando despierto, que no es un sueño. Pero me lavo los dientes, escupo la espumosidad de
la pasta de dientes como si fuera el petróleo, me impregno de desodorante y colonia y me voy desnudo al armario a empezar un nuevo día. Olvidando la imagen desagradable y sin querer saber el por qué.

Ocaso. No cenaré. Tengo aún todas las noticias atravesadas en el estómago. Me es imposible digerir a Rajoy y sus mentiras, a Aguirre y su mierda que le sale por la boca. A Gallardón y su forma de salvar vidas o destruirlas. A Montoro y su chulería pedante desafiando o retando a quien le cuestiona lo mal que lo hace todo. A de Guindos, a Mato, a Pastor o a cualquier otro, a Urdangarin a la Infanta, a el bigotes a todo ese sin fin de banqueros que a parte de engañar a millones de personas, la mayoría gente mayor, se retiran con jubilaciones millonarias, con toda la desvergüenza de los sinvergüenzas.

Media noche. Antes de dormirme, recuerdo esa conversación al despedirnos del día en que nos conocimos. Hay momentos que no se olvidan y sin duda, hay otros que olvidamos demasiado deprisa.
-           
-          Te estoy mirando el culo. Le dije.
-           Lo sé. Contesto.
-          Te lo digo porqué lo sepas. Insistí.
-          Te acabo de decir que lo sé.
-          Si pero así lo sabes más. Seguro te lo estoy mirando. Porqué sé que te gusta.
-          No me conoces de nada. Replicó.
-          Pero lo sé. Volví a insistir.
-          ¿Qué nos queda? Preguntó.
-          Todo o nada. Le grite.


Y se alejo.

2 comentarios:

Gala dijo...

De verdad crees que nos olvidamos de algunos momentos muy rápido??
yo creo que también.
No todo el mundo afortunadamente, pero desafortunadamente para esos mismos que no son capaces de olvidar y mirar para otro lado sufren, porque se atragantan.
Nos estamos insensibilizando por momentos.
Se nos indigesta la vida y la realidad que nos rodea. Nos produce ese frio gélido que te cala cada milímetro del cuerpo y no se va con nada.
Creo que es la impotencia. La rabia camuflada.

Afortunadamente también tenemos instantes que abren puertas y esos momentos nuestro subconsciente los guarda como un tesoro.
Quizá para servir de antiácido en días de indigestión de realidades paralelas que nos invaden sin permiso la vida.

Cuando te pones romántico no tienes rival... jejeje...
;)

Besitos mediterráneos.

Jou McQueen dijo...

Gala: No sé ponerme romántico, me sale fatal... Soy un bruto para el romanticismo, igual que para hacer pequeñeces.

Y es verdad, hay momentos en que la memoria nos traslada, a su antojo, en un instante que paso hace mucho y te preguntas por qué, quizás, como dices, sea para evadirnos de esta realidad.

Un saludo.