sábado, 21 de diciembre de 2013

El lavaplatos (refrito)

Mientras tomaba el café de después de comer en el bar del lado de casa, escuché casi por casualidad a un par de amigos que se enzarzaban en una conversación de lo más entretenida.

El más alto y delgado le confesaba a su compañero el problema que tenía para poder acostarse con su mujer después del nacimiento y posterior cuarentena de su segundo hijo:
- No sé, se intentaba exculpar, si debe ser por haber visto durante todo este tiempo tanto porno por Internet, que ahora, cuando estoy follando con mi mujer, a media faena, se me pasa la libido y el aparato se desenchufa. Como si ella no cumpliera con las expectativas o yo, esperara, no sé, más goce, más gemidos, más desenfreno. En fin, que tengo que dejarlo, ir al ordenador, conectarme y acabar la faena sentado enfrente la pantalla. Y mi mujer se agarra unos cabreos de tres pares de cojones.
El otro amigo lo miraba como no entendiendo nada. Y en seguida le dijo:
-Pero si tu mujer estar muy buena. Con todo el entusiasmo.  Mira que a mi me pasa justo al contrario. Voy todo el día con ganas de pillar a la mía por banda y cuando no tiene trabajo, está cansada y cuando no, ocupada en que sé yo y no hay manera en que una noche liquide mi lujuria. ¿Sabes que podríamos hacer?
- ¿Qué?- Pregunto el otro, medio entusiasmado por pensar que tenía la solución a su problema de finalización.
-Un intercambio de pareja.
- ¡Ah! sí, como si estarán de acuerdo o eso sirviera para solucionar mí problema.
-No, pero el mío y el de tu mujer sí, que no es poco, y a más, la mía seguiría como siempre.
-Pero el mío no, a mí esto, antes, no me pasaba ¿Sabes porqué me separé de mi primera mujer?
-¡No!
-Pues porqué después de estar 2 años viviendo de puta madre con ella y teniendo todo el sexo que quería, nos casamos, nos fuimos a vivir juntos y al cabo de poco tiempo para qué nos acostáramos me pedía que le hiciera una serie de tareas del hogar, al final como yo no cumplía con la obligaciones que ella me había mandado y ella tampoco, me acosté con otra.
-¿Y cuando se enteró que le dijiste?
-¡Qué me había cansado de poner el lavaplatos!

En ese momento observé que era hora de volver al trabajo y me fui pensando, que eso era más económico que ir al sexólogo o al psicólogo.    

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