miércoles, 2 de abril de 2014

Apurar pitillos

Las noches pueden ser largas por distintas razones. Me dijo. Mientras, seguíamos apurando aquel pitillo, sentados en el viejo sillón de su padrastro. Ella nunca fue buena. Yo nunca fui malo. ¿Rebelde? Quizás. El silencio se apodero de todo, el olvido casi.

Hace mucho que dejé de apurar pitillos. Que me corté el tupe y abandoné, seguramente por obligación, los pantalones demasiado apretados y la chupas de cuero. Una elección, puede, que para llegar a la vejez. Media mañana. Desayunando con una antigua amistad acabamos, igual que casi siempre, recordando el pasado.
-          ¿Preferirías vivir ochenta años con la vida que nos ha tocado vivir o cuarenta con los excesos que tú eligieras?  
-          La verdad es que no lo sé. Ahora, sin duda, llegar a los ochenta. Por dos razones.
-          Pues yo, si hubiera podido, viviría al límite y no me importaría dejar un bello cadáver.
-          Siempre has sido más Rocker que yo.
-          ¿Qué es la vida?
-          El tramite que transcurrimos des de que nacemos hasta la muerte.
-          A veces, eso no es vida.
-          Sin duda.
-          ¿Cómo morir si no has conseguido vivir?
-          Hay vidas que son desiertos.
-          Y desiertos, que son vidas.
-          Vidas desvividas y vidas que nunca viviremos.
-          Entre todas, una, una y solo una. No más.
-          ¿Pagas tu, pues?
-          Pago yo entonces.



Viajes a la melancolía. Viajes, para revivir lo enterrado. Viajes de ida, con regreso obligatorio. Y apresúrate en volver, que no te alcance el pasado.

 Mientras,  se marchita el presente.   

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