miércoles, 9 de abril de 2014

Trofeo

Media mañana. Desayunamos con un amigo sentados en la mesa que da al ventanal. Se nota la primavera en la ropa de las mujeres que transcurren calle arriba o calle abajo. Los colores las invaden. El anhelo de que el sol dore su piel empieza a consumirse. Y eso, nos encanta. Pedimos lo de siempre. La camarera nos sonríe y pide a ver quién paga hoy.  ¡Es primavera! Le contesto. Como si eso pudiera quitar un poco hierro a todo lo demás.

-          Follo poco. Me dice, de buenas a primeras mi amigo.
-          Folla más. Le respondo.
-          Ya me gustaría. Dice con un tono un poco indignado.
-          ¿Y pues? Pregunto. Muy a la Vasca.
-          Mi mujer no quiere hacerlo más.
-          ¿Es ese el único problema? Sorprendido le pregunto.
-          Sí.
-          Pues tienes tres opciones: convencerla para joder más, joder con otra o joderte.
-          No, si ella me dice eso, que me busque la vida.
-          ¿Y qué te da miedo?
-          Que se la busqué ella también.
-          ¿Y qué problema hay?
-          Me da miedo que se la follen mejor de lo que hago yo. Bien, no es miedo, es un sentimiento de terror e impotencia, de inferioridad, no sé.
-          Y al amor que le den por el culo. Que se enamore de otro te da lo mismo. Siempre has sido igual de romántico.
-          Nos queremos. Mucho. Quizás demasiado.
-          Ten cuidado que no la dejes de querer y la empieces a odiar. O viceversa.
-          Es imposible.
-          También era imposible cuando empezaste a ir con ella que te propusieras follarte a otra y aquí ya hemos llegado.
-          Pero no lo he hecho.
-          Lo que no significa que no lo hagas.

No hace el suficiente calor para desvestirse demasiado. Y aún así, hay quién enseña todo el invierno de gimnasio igual que un trofeo conseguido a base de esfuerzo, esfuerzo y esfuerzo.  

¿Somos un trofeo?


¿Aspiramos a ello?       

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