miércoles, 17 de agosto de 2016

Ya nunca sueño cuando estoy despierto

Soy parte del mobiliario. Paso tanto tiempo naufragando las penas en esta silla que creo, que la madera es una extensión mía o, mejor dicho, yo suya. Hay una tormenta cargada de relámpagos y truenos, de nubes y lluvia, que no cesa des de hace demasiado aquí, justo en el centro, ese espacio tan necesario para pensar de mí cabeza. No sé. Quizás es un mosquito hambriento que un día me entró por un oído y se quedó allí, picando sangre de mi cerebro cuando tiene hambre o sed, que más dará, irritando la zona.

La pensión que me deja la jubilación me da, para entrar a este bar cuando abren e irme al cerrar. Si no me la estuviera dejando toda en su bar, prometo de heredera a esta camarera que con tanta paciencia me trata. Al llegar tomo un café con coñac. Leo la prensa hasta que el sueño me da para una cabezadita y cuando despierto me espera otro carajillo para abrir el apetito. Como temprano, un plato del menú y bastante vino, en café siempre me ha gustado, será por eso que de postre me lo trae con anís. Después, poco después, otra cabezadita. Y al despertar un vino y esperar que entre esa mujer cincuentona, que aún está de muy buen ver a tomarse un café con leche, normalmente acompañado con una magdalena. Yo, para hacerme el interesante y porqué a media tarde se me pone como Dios, saboreo un gin-tonic. Luego ella se va, despidiéndose de forma muy educada y observo otra vez la tormenta. Una tostada, dos cervezas frías, incluso en los días duros de invierno, un “Hasta mañana” y un “Dios dirá”.


 El paseo hasta el piso donde acabo de pasar las horas que restan, es la soledad en estado puro. El silencio, el único pensamiento que es llegar por unas ganas horrible de mear. Meo y a dormir.

Entonces, sueño.           

martes, 9 de agosto de 2016

El culo que sueño

Por error y cuando digo por error quiero decir por equivocación, en uno de esos días de verano cansado de las masas y en busca de un playa un poco menos transitada, donde para dejar el coche no tengas que buscar un parking cerca, ni para tirar la toalla una zona azul, nos colamos yo y el resto de mi familia, vaya a ser lo mismo: un hombre, una mujer, una niña y un niño, todos con bañador, camiseta y mucha crema para el sol, en una cala nudista.

Fue, en ese justo momento, cuando me di cuenta que algo extraño estaba pasando y descubrí la sensación, que de joven aquella amiga, tía buena, que nunca se dejó tocar el culo y mucho menos nada más, me intentaba explicar sin yo ser jamás capaz de comprender "sentirse observada" decía ella. Todos los ojos se nos clavaron cómo flechas, intentando decirnos, que estábamos invadiendo un territorio sagrado, profanando la naturaleza y su naturalidad. Yo que no tengo mucho que esconder estando el aparato en reposo, cuando entra en acción es más parecido al increíble Hulk y no por el color, pero eso tampoco viene al caso, enseguida propuse a mi compañera desposeernos de nuestras posesiones, y dejarnos llevar igual que lo hacían nuestros ancestros en tiempos donde el marketing no era una religión. Ella, por supuesto y siempre mucho más centrada que yo, dijo un "No" tan rápido como rotundo. "¿Alegaciones?" pregunte, pues des de la barrera ya había observado un par o tres de bonitos cuerpos capaces de distraerme un tiempo considerable imaginado una relación poco carnal y sobretodo, muy romántica mientras los pequeños hicieran sus castillos de arena y pudiera seguir escondido debajo de una gafas no demasiado grandes pero sí, con unos oscuros cristales, quizás con algún libro de retorcida lectura, que hiciera que pasar página por el tiempo de tardanza, pareciera, algo imposible, de esos con un titulo complicado. Conjeturar cómo son en el sexo desconocidos es una distracción tan normal en mí, como hacerme hipótesis de quién sería el asesino más despiadado de los que nos encontramos en ese mismo instante en ese mismo lugar. "Podríamos quemarnos lo que no se nos ha puesto nunca moreno"  contestó ella. Pensé que eso conllevaría acabar los pocos días de vacaciones en el dique seco, y en tiempo de relajación y acercamiento, eso sí sería un pecado tan impropio como el original. Si es que lo hay.


Mi tozudez dio para un chapuzón y poco más. Debo aclarar, que han tenido que pasar unos cuantos años y algunas vivencias, para comprender aquella querida amiga y su insistencia para marchar de la discoteca, aún a veces quiero creer que era para tener algo conmigo, inclusive sin nunca haber pasado, todavía  intento digerir que nunca se dejó tocar ese culo tantas veces soñado.      




El culo que sueño


Por error y cuando digo por error quiero decir por equivocación, en uno de esos días de verano cansado de las masas y en busca de un playa un poco menos transitada, donde para dejar el coche no tengas que buscar un parking cerca, ni para tirar la toalla una zona azul, nos colamos yo y el resto de mi familia, vaya a ser lo mismo: un hombre, una mujer, una niña y un niño, todos con bañador, camiseta y mucha crema para el sol en una cala nudista.

Fue, en ese justo momento, cuando me di cuenta que algo extraño estaba pasando y descubrí la sensación, que de joven aquella amiga, tía buena, que nunca se dejó tocar el culo y mucho menos nada más, me intentaba explicar sin yo ser jamás capaz de comprender decía ella. Todos los ojos se nos clavaron cómo flechas, intentando decirnos, que estábamos invadiendo un territorio sagrado, profanando la naturaleza y su naturalidad. Yo que no tengo mucho que esconder estando el aparato en reposo, cuando entra en acción es más parecido al increíble Hulk y no por el color, pero eso tampoco viene al caso, enseguida propuse a mi compañera desposeernos de nuestras posesiones, y dejarnos llevar igual que lo hacían nuestros ancestros en tiempos donde el marketing no era una religión. Ella, por supuesto y siempre mucho más centrada que yo, dijo un tan rápido como rotundo. <¿Alegaciones?> pregunte, pues des de la barrera ya había observado un par o tres de bonitos cuerpos capaces de distraerme un tiempo considerable imaginado una relación poco carnal y sobretodo, muy romántica mientras los pequeños hicieran sus castillos de arena y yo, me escondiera debajo de una gafas no demasiado grandes pero sí, con unos oscuros cristales, quizás con algún libro de retorcida lectura, que hiciera que pasar página por el tiempo de tardanza, pareciera, algo casi imposible. Conjeturar cómo son en el sexo desconocidos es una distracción casi tan normal en mí, como hacerme hipótesis de quién sería el asesino más despiadado de los que nos encontramos en ese mismo instante en ese mismo sitio.   contestó ella. Pensé que eso conllevaría acabar los pocos días de vacaciones en el dique seco, y en tiempo de relajación y acercamiento, eso sí sería un pecado tan impropio como el original. Si es que lo hay.


Mi tozudez dio para un chapuzón y poco más. Debo aclarar, que han tenido que pasar unos cuantos años y algunas vivencias, para comprender aquella querida amiga y su insistencia para marchar de la discoteca, aún a veces quiero creer que era para tener algo conmigo, inclusive sin nunca haber pasado, y que nunca se dejó tocar ese culo tantas veces soñado.