viernes, 26 de enero de 2018

¡Cambia!

¡Cambia! Me gritó llorando. –Hazlo por tus hijos si no lo quieres hacer por mí, que tiempo hace ya que no te importo. Qué sabría ella si me importaba o no, si llevaba seis años sin decirle nada, postrado en esta cama.

¡Vuelve! Me pedía a menudo. Sin que yo nunca me hubiera ido a ninguna parte. Y para volver, que sepa yo, es necesario antes haberse ido, aunque sea en sentido figurado.

¡¿Dónde estás?! Me preguntaba. Yo seguía delante de ella como siempre, mirándola. Mostrándole mi amor con mi mejor sonrisa.

¿Por qué no me escuchas? Me susurraba cada vez que se acercaba. Ya nunca comemos juntos, me reprochaba. Mi respuesta era con más silencio, sin embargo sí que la escuchaba y la sentía y lo sentía.

Pero este último -¡Cambia! Me dolió tanto y tan a dentro. Me estremeció tanto y tanto temor me creo sobre mí mismo, que las sospechas de repente se apoderaron de cada uno de mis pensamientos y huí.


Esto es todo.    

2 comentarios:

quimeras dijo...

Ah... frase que he repetido mucho últimamente, por qué será que si, que con el tiempo nos damos menos, o nos quedamos con más sin hacer, sin decir, sin entender...

Jou McQueen dijo...

Quimeras, quizás porqué comprendamos mejor.

Un saludo.