sábado, 17 de noviembre de 2018

Vida fantasma


Media noche. ¿Qué coño es media noche? Las doce es media noche si oscurece a las diez. Sentados en un rincón de un bar oscuro. Hora concreta la desconozco, cómo desconozco cuantas cervezas hemos tomado. Una charla cara a cara con un amigo que lleva tanto tiempo soltero que ya no recuerda los inconvenientes de la vida en pareja y por eso, lo desea con un afán casi de necesidad.  
-¡Estoy harto de casadas con hijos!- Me suelta.
-¿Por?- Pregunto.
-Anteponen siempre la felicidad o lo creen ellas que es la felicidad de sus hijos a la suya, y así, no hay quien avance.-
-¿Y lo encuentras mal?-
-No, para nada, pero sabes lo que busco y con ellas, aunque se encuentren predispuestas a todo nunca abandonan lo que realmente les importa, aunque la monotonía haya convertido la vida en pareja en un trastero donde únicamente haya almacenados un montón de recuerdos, llenos de polvo sin que ninguno de la pareja, crea necesario desempolvarlo todo y mucho menos revivirlo.-
-¡Puto polvo! Me da alergia. Siempre me viene la alergia cuando se trata del polvo. Bien, de según qué polvos…
-A mí, con la edad, también me ha ido cogiendo alergia a según qué polvos.-
-¿Nos pedimos otra cerveza?-
-¡Claro! Mira esa chica… ¿Perdón tienes hijos?- le dice. La chica lo mira, lo ignora y el camarero trae la cerveza que acababa de pedir, como forma de olvido. De la crueldad de la vida para unos y para otros.  –Si pudiera, viviría dos vidas. Uno como fantasma para mil maridos, otra de marido.-
-Las pieles y sus tactos. Cada roce es distinto en cada cuerpo. Cada beso sabe diferente. Cada dolor, cada herida, cada tatuaje. Cada olvido.-
-¡Jajajaja ya vas borracho!    

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