jueves, 10 de abril de 2025

Perro flaco

 Debiera llover y no llueve,

el sol me lame los tobillos.

Huele la tierra a promesa mojada,  

y tú, perro flaco,

me miras

con tus ojos de luna comida por dentro.

—¿Por qué me sigues, sombra con patas?

—Porque tu paso me enseña el camino,

y en tu voz duerme el calor

que no me dio el mundo.

 

No llueve y debiera,

pero un rayo de sol te hace brillar el lomo sucio

como si Dios te pintara con oro viejo.

—¿Sabes lo que es el alma, perro mío?

—Es eso que me arde

cuando me llamas bajito.

 

Llueve.

Te abrazaría y te pondría bajo el pecho,

como se hace con los hijos muertos

o con los versos buenos,

para que no te pierda la lluvia

ni el sol te queme.

Y así nos fuimos,

tú y yo,

camino adentro,

mezclados con la niebla y la luz,

con el barro y las flores vencidas,

como si fuéramos

un sueño antiguo

que aún camina.

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