Me gusta la música. Y muchas veces, en los tres primeros acordes por no sé que razón, me reto conmigo mismo y procuro acertar más deprisa con la boca que con el pensamiento la canción. Sin, reflexionar que la boca dice, a menudo que no siempre lo que el pensamiento, anteriormente ha observado.
También disfruto observando a la gente. A las personas. Con atención. Intentando descifrar sus códigos internos y externos, casi como un placer íntimo. Sus gestos, sus silencios, sus formas de ocupar el espacio. Quizá ni siquiera sé por qué quiero saberlo. O tal vez sea un escudo frente a futuros próximos que solo existen en mi imaginación.
La mayoría de las veces, por no intimar demasiado, termino
sin averiguar la verdad. Y por tan magnánima razón, me quedo satisfecho con mis
propias conclusiones. No se consuela uno si no quiere, claro está. A veces el
tiempo me confirma que todo aquello que supuse era exactamente así. Otras, en
cambio, la realidad se me descose, la hipótesis se deshilacha como ese jersey
viejo al que uno ama no tanto por lo que es, sino por lo que fue. Y entonces
ocurre como con una buena novela: te atrapa, no te suelta hasta el final y,
cuando termina, incluso te sabe mal que lo haga.
La vi y pensé…
Siempre que caminaba sola no era porque el mundo le hubiera
dado la espalda, sino porque ella había decidido no necesitar casi nada. Me
parecía que quería demostrar, quizá demostrarse, que así era mejor. Que la
soledad era libertad. Que la ausencia de vínculos era una forma superior de
plenitud.
No pedía ayuda. No porque no la necesitara, sino porque
hacerlo habría roto el relato cuidadosamente construido: el de la
autosuficiencia, la invulnerabilidad, completa. Prefería sostener la versión
impecable de su vida antes que admitir una grieta por la que pudiera entrar
alguien.
Y así avanzaba, convencida de que no le hacía falta nada,
mientras el mundo, paciente, esperaba el día en que se permitiera ser menos
perfecta y más vulnerable. El día en que dejara entreabierta una rendija por la
que colarse a descubrirla.
Y la descubrí…
Y fallé…
Y como dice la canción… aunque solo una fuera.
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