Contento, como un niño con una bici a estrenar, mi hermano, nos quería enseñar a pedalear (más o menos). Éramos yo y un amigo, unos críos. Yo más. Él (el de la foto, mi hermano) un adelantado a su tiempo… escribo ya, de años atrás. Y digo yo más, porqué el tercero en quistión, el amigo, compartía la edad de mi hermano. Cuando el mundo extraño y nuevo de internet apareció en lo cotidiano. Mi hermano, el adelantado, chateaba. Como tenía pareja, nos buscaba para nosotros (excusas), solteros felices entonces. Y distrayéndose, distrayéndose, nos encontró una cita, a los dos, a la vez.
Contento, como un niño con un juguete nuevo, mi hermano, nos lo vino a contar. Ilusionado por el favor que nos hacía. Para nosotros dos, era algo tan insólito, como esos teléfonos móviles, que empezaban a ser habituales en las vidas diarias. Más parecidos a unas emisoras que cualquier otra cosa. Poco afán teníamos para perder el tiempo en citas no muy seguras. Y no anhelábamos tener o mantener, relaciones a disgusto. Por eso, supongo, nos retractemos un poco al saber la noticia. El no queremos, fue, la respuesta dominante.
Contento, como un niño con un juguete nuevo pero no el que él hubiera elegido, mi hermano, nos intento convencer. Ilustrándonos con el sin fin de posibilidades positivas del momento. Nosotros, dudosos. Encubriéndonos en la desgana, no aceptábamos la invitación, “al la noche del placer”, que decía él. Así durante varios días. Hasta el fin convencer primero, al amigo y después por efecto domino a mí.
Contento, como un niño comilón con el mayor trozo de sandía que se pueda imaginar, mi hermano, nos dio las coordenadas del lugar y de los hechos. Todas, incluso, hasta las de las palabras medidas, que teníamos que decir. Para salir de allí triunfando, a hombros no, a rastras, del cansancio acumulado. Hora de llegada; las 10 de la noche. Lugar; plaza céntrica de la gran ciudad. Acción; conversación agradable, buena cena y el triunfo. Fin de fiesta; volver como toreros, habiendo toreado en una de las plazas más difíciles, la de lo desconocido.
Contento, como un niño que espera la llegada de un amigo con un balón, mi hermano, esperaba la llamada desde la emisora. Y esa llamada llegó. Pero antes de lo previsto, demasiado antes. Los dos gallos allí escondidos detrás de unos matorrales, esperando que llegaran las hembras, se cansaron de esperar. ¿Quizás? A las hembras les paso lo mismo. Misión fallida capitán. Barco al agua. Hemos naufragado en el viaje al amor. Por suerte. Cambio y corto.
4 comentarios:
Com pugis la foto et mato. Lo arreglamos a lo Rocky IV.
okay...
sempre valents!
P.D- Puja la foto Jou McQueen!
va sí,et pago un bon dinar de dissabte si baixes la foto!!!!!!!!!!!!!Omaaaaaaaaaaaa
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