Soy un curioso y a veces, me vence la necesidad de saciar mi rareza. Tumbado al sol sin sol, intentando o haciendo creer al resto que leía el periódico, escuchaba la conversación de una pareja, ahora, ya, nunca sabes si son matrimonio o no, y como a los de derechas les molesta tanto que según cuando, se utilice esta palabra, intento hacer como con Dios, no nombrarlo en vano. Regresando a la pareja, mientras su hijo construía castillos de arena, desconozco porqué siempre se hacen castillos y no adosados, por ejemplo, ellos un poco alejados, hablaban de sus problemas.
Él, se quejaba de que no hacían el amor lo suficiente, y que en las ocasiones en que pasaba, ella, parecía distante y sosa. Yo, rechazo el término “suficiente” por variable. ¿Qué es suficiente? Aunque si ella esta distante y sosa, es difícil que él pueda sentir que han hecho el amor bastante. Y todavía es más arduo “lo justo”. Ella, le replicaba diciendo, que no sabía consolar (No debe ser en el tema del amor pensé yo) por eso, no le contaba más cosas. Él se echo a reír. “Si no las cuentas es porqué no quieres o no te interesa” le contestó entre carcajadas. Allí, empezó a parecer un buen partido de tenis, con buenos reproches por los dos lados. Yo, seguía sin girar página alguna.
Reflotar la relación les sería imposible si seguían así. Quizás, por eso, me levante y yo, que nunca he sabido aconsejar ni meterme con delicadeza en ningún lugar, me acerque y les dije: Tenéis dos opciones. La primera y más sencilla es la separación. La segunda es más espinosa y cara. La miré a ella y sonriendo le susurré al oído; mientras tu lívido no remonta, déjale al chaval que se gaste un dinerito y se vaya de putas. Y a él, le conté que si necesita consuelo y no sabía dárselo, que le subvencione un psiquiatra. En unos meses, todo iría mejor, seguro. Finalice. Me apresuré a meterme al agua y al pasar destroce el castillo del niño, para así, distraer a los padres de lo que les había dicho. En todos los días restantes de vacaciones, no les he vuelto a ver.